Friedman sigue hospedado en Palacio Nacional
Abraham García Ibarra
CONSTA, en los archivos del periódico El Día, durante la transición presidencial de José López Portillo a Miguel de la Madrid, la publicación de algunos comentarios en serie bajo el rubro: Cuando Friedman llegó a Palacio.
Por supuesto, nos referíamos a Palacio Nacional. Con base en algunos análisis consultados en la revista Contextos y documentos elaborados por el tanque pensante de la ahora extinta Secretaría de Programación y Presupuesto, oteamos el inicio de la era neoliberal.
La Casa Blanca era ocupada por el republicano Ronald Reagan y el gurú del neoliberalismo era ya Milton Friedman. Reagan, con Margaret Thatcher, ponían a caballo su Revolución conservadora.
En los textos editoriales -la revista nombrada era auspiciada por la SPP- hallamos una crítica al especialismo (la nueva condición del reclutamiento de los tecnócratas mexicanos para la gestión pública) y algunas tipologías: Se identificaba el neoliberalismo como un capitalismo degradado: Vil mercantilismo.
Aventuramos en 1982 el destino manifiesto de los mexicanos frente al eventual -consumado ahora-, cambio de régimen.
Economía de guerra: Medidas dolorosas pero necesarias
En la misma semana de la toma de posesión de De la Madrid, miembros de su gabinete, en el mismo Palacio Nacional, en urgente conferencia de prensa, anunciaron que el sexenio arrancaba bajo el espectro de una economía de guerra. Pronto comenzaron a aplicarse las medidas dolorosas pero necesarias.
Serían, esas medidas, las políticas de shock dictadas por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial e impuestas aquí a rajatablas por los tecnócratas neoliberales debutantes, a quienes gustaba ser llamados Los jóvenes turcos, aunque no pocos de ellos eran meros yupis.
Esos yupis se exhibían a la hora del almuerzo en terrazas de tratorias de moda en Polanco o en plena Avenida de la Reforma, más cercanas a Los Pinos. Vinillo tinto y pastas a la carta. La más solicitada se llamó La famiglia. Así denominan algunos a la mafia italiana.
Ahora mismo, podemos sospechar que Friedman no ha abandonado Palacio.
El primer tramo del camino correcto
Cambio de página: Desde la década de los ochenta y hasta la fecha, la marca de la morada del poder señalizó el rumbo de México: El camino correcto.
Retrocedamos a 1992-1993: Ubiquémonos en salones de sesiones de comisiones especializadas de El Capitolio, según nos informan las bibliotecas del Congreso estadunidense.
Varias de esas sesiones se dedican expresamente a las negociaciones del original Tratado de Libre Comercio: EU-Canadá-México.
Primera advertencia en voz de un ponente civil: El TLC propiciará el fomento del tráfico de drogas desde México hacia los Estados Unidos, cuyos excedentes se calculaban entonces entre 15 y 17 mil millones de dólares al año.
El ponente le puso nombre a la ruta: Corredor Torreón, Coahuila-Ciudad Juárez, Chihuahua. Brujo. Aquello ocurrió al inicio de la negociación del TLC.
Más tarde, investigadores mexicanos, hacia principios del siglo XXI, hicieron un hallazgo en los diarios de debates sobre el TLC, en Washington: Secretamente, el gobierno mexicano, presidido por Carlos Salinas de Gortari, habría expuesto el tema de los hidrocarburos en las cláusulas del Tratado.
Algún legislador norteamericano expresó sus reservas: Recuérdese, alertó, que los energéticos en México, por mandato constitucional, están catalogados como patrimonio de la Nación. No importa, replicó un tercero: Los presidentes mexicanos son duchos en darle rodeos a su Constitución.
Un anticipo: Embargo de la factura petrolera
En 1994, estalló el error de diciembre. Bill Clinton acudió presuroso al rescate financiero de la presidencia suplente de Ernesto Zedillo. El mandatario mexicano aceptó el embargo de la factura petrolera como garantía de pago del formidable salvataje.
En la segunda parte de su sexenio, Zedillo promovió ante el Congreso de la Unión la primera tentativa para privatizar la Comisión Federal de Electricidad (CFE). Le salió al paso el Partido Acción Nacional (por móviles electoreros, más que por vocación patriótica).
A toro pasado, después 2000, el ex candidato presidencial por el Partido del Centro Democrático, Manuel Camacho Solís reveló que, en las campañas, un grupo de petroleros tejanos emplazó a los presidenciables a definir su postura sobre el eventual ingreso de capital privado en la industria petrolera.
A tenor con lo dicho por Camacho (+), el único que se comprometió con los tejanos fue Vicente Fox.
Se inaugura el gran saqueo de la renta petrolera
El guanajuatense no pudo concretar su compromiso ya que el Congreso de la Unión estaba bajo control de las bancadas priistas. Optó por inaugurar el saqueo de la renta petrolera.
Felipe Calderón, quien como jefe nacional del PAN había bloqueado la privatización de la CFE, diez años después introdujo al Congreso la primera iniciativa de Reforma Energética. El PRI la allanó.
Calderón terminó su sexenio entregándole su firma presidencial a la secretaria de Estado, Hillary Clinton, en el acuerdo para para la Exploración y explotación de yacimientos de hidrocarburos transfronterizos. Un trato leonino.
De vuelta el PRI a Los Pinos en 2012, Enrique Peña Nieto se conchabó al PAN y al PRD, los unció a la mancuerna PRI-Verde en el fáctico Pacto por México y sacó su “transformadora” Reforma Energética.
El hundimiento de las empresas productivas del Estado
Por esa reforma constitucional, Peña Nieto “transformó” a Petróleos Mexicanos (Pemex) y a la Comisión Federal de Electricidad en empresas productivas del Estado.
A finales de la semana pasada, se reconoció oficialmente lo que era ya un secreto a voces: En el primer trimestre de 2018, las dos empresas productivas del Estado sumaron pérdidas por 191 mil millones de pesos, que se acumulan sobre los descomunales déficits de ambos entes en lo que va del sexenio.
De lo que se colige, que el camino correcto no tiene atajos insondables. Friedman permanece hospedado en Palacio Nacional. Es cuanto.
Asalto tumultuario al erario público federal
Sin tremendismo, se puede tipificar como crimen de lesa Patria: Sólo en el primer semestre de 2018 la Tesorería de la Federación liberó recursos públicos por la friolera de 851 mil millones de pesos a la burocracia.
Considerando que al final del semestre pasado Hacienda se despachó con la cuchara grande autorizando incrementos al pago de servicios personales (todo cae en las cuentas del gasto corriente), faltan dígitos para la suma total en los cuatro meses que restan al mandato de Enrique Peña Nieto y el primer mes del nuevo sexenio, obviamente con aguinaldos y en algunos casos pagos de marcha.
No se trata de una locura: Todo es rigurosamente maquinado con las tres agravantes: Premeditación, alevosía y ventaja.
En el desorbitante desembolso del erario, hay dos partidas que justifican el irracional humor social. A la aristocracia de la burocracia, en ese semestre, se le obsequiaron cinco mil 500 millones de pesos, por conceptos de asistencia y puntualidad.
Entre otras prestaciones están los estímulos matrimoniales: ¡Ojo! 316 millones de pesos por fidelidad. Creativos, los hombres de Hacienda.
Profecía cumplida: México, país de cínicos
Lo relevante del asunto, es que hemos leído algunos editoriales (uno escrito por una profesora del Instituto Tecnológico Autónomo de México) en que se denuncia el propósito de ajustar la nómina pública federal. Dos millones de burócratas. Los más caros, obviamente, los altos mandos.
La coartada: ¿Cómo se pretende dejar a la Administración Pública sin cuadros de excelencia, que con tanto sacrificio y probada experiencia han entregado su talento y su vida en aras de un México mejor?
Otros alegan: No es posible que se deje a servidores del Estado al desamparo, cuando subsisten con base en los créditos para residencias, automóviles, educación de sus hijos, pago de servidumbre, viajes vacacionales al extranjero, etcétera. ¡Qué injusticia!
Ya lo dijo el clásico hace cuatro décadas: México se encamina a ser un país de cínicos. ¿Podrá con ellos la revolución de las conciencias? La dejamos de este tamaño.
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