Del manual para aprendices de cínico:
No traicionar es perecer: Es desconocer el tiempo, los espasmos de la sociedad, las mutaciones de la historia. La traición, expresión superior del pragmatismo, se aloja en el centro mismo de nuestros modernos mecanismos republicanos.
El progreso de nuestras sociedades y las libertades pasa por el sabor-faire y el poder de seducción de los traidores.
Con tanta exquisita melcocha no lo escribió Nicolás Maquiavelo. El florentino era un hombre y consejero de El Príncipe serio hasta la solemnidad.
Eso lo escribieron hace apenas unos años Denis Jeambar y Yves Roucaute, donde abordan el “arte de gobernar por medio de la negación”: El elogio de la traición.
El sabroso cuadernillo se volvió obra de consulta obligada en México, cuando en la década de los ochenta el Partido Revolucionario Institucional (PRI) renegó de sus orígenes y se afilió apasionadamente al neoliberalismo depredador.
Todo empezó con el general Francisco Serrano
Si lo tuviste como subalterno en el campo de batalla y lo elevaste al rango de secretario de Guerra y Marina, ¿cómo permitirle que te dispute el poder presidencial?
El general Francisco Roque Serrano Barbeyta (Francisco Serrano a secas) se jugó esa osadía. Interrumpiendo sus jornadas electorales, se trasladó a Cuernavaca, Morelos, el 2 de octubre de 1927 para festejar por adelantado su santo del 4 de octubre.
Fue capturado. El 3 de octubre, so capa de trasladarlo a la Ciudad de México, en la ruta la comitiva fue interceptada por un destacamento de 300 hombres de artillería. En Huitzilac fue acribillado junto con un grupo de sus más leales seguidores.
Serrano contendía por la Presidencia de México contra su ex jefe militar y ex presidente Álvaro Obregón, quien había logrado que se modificara la Constitución para lograr su reelección.
Serrano contaba un enorme potencial electoral: A más de mandos militares, contaba con el apoyo de la Alianza de Partidos Antirreeleccionistas de los Estados y del Partido Nacional Revolucionario. En su discurso de campaña, acusaba a Obregón de traicionar la sagrada divisa que desencadenó la Revolución contra el dictador Porfirio Díaz: Sufragio Efectivo, No reelección.
El disidente general sinaloense fue ejecutado el 3 de octubre de 1927. El crimen fue atribuido al presidente, el también general Plutarco Elías Calles, y a Emilio Portes Gil, entonces secretario de Gobernación.
Nueve meses después, el propio Obregón, ya reelecto, corrió la misma suerte en el parque de La Bombilla, en la Ciudad de México. Así se exorcizó La sombra del caudillo. (Luis Martín Guzmán dixit).
Así surgió el Jefe Máximo de la Revolución
Calles, que perfiló con ese atentado como Jefe Máximo de la Revolución, convocó a la fundación de otro Partido Nacional Revolucionario (PNR), para cerrar la época de los caudillos y hacer de México un país “de instituciones y de leyes”.
El primer candidato presidencial del PNR en 1929, para concluir el fallido periodo de Obregón, fue Pascual José Rodrigo Gabriel Ortiz Rubio (Ortiz Rubio a secas). Se le enfrentó José Vasconcelos Calderón, abanderado por el Partido Nacional Antirreeleccionista.
Ortiz Rubio fue declarado triunfador. El mismo día de su toma de posesión en 1930, sufrió un atentado armado de manos de Daniel Flores González que le dejó algunos visibles traumas.
Ortiz Rubio fue apodado en el llano Nopalitos, entre otros supuestos por su sumisión a Calles. En una atmósfera de golpe de Estado, dimitió en 1932. Lo sustituyó el general Abelardo L. Rodríguez.
La consagración del general Cárdenas del Río
Para el siguiente periodo, ya de seis años, el PNR postuló al general Lázaro Cárdenas del Río. El Divisionario de Jiquilpan, Michoacán, ganó “de calle” a Calles. Fue, el suyo, un gobierno fuera de serie: Empezó por el primer Plan Sexenal como carta de navegación.
Activismo y ascenso de la clase trabajadora; de obreros y campesinos, preferentemente. Resistencia del sector empresarial, sonsacado por Calles. Disolución de El Maximato. Expropiación Petrolera y rebelión armada del general Saturnino Cedillo, financiado por intereses petroleros estadunidenses con la complicidad de los centros patronales regionales y algunos reductos cristeros.
Para la sucesión presidencial de 1940, Cárdenas le da nueva identidad al PNR: Ahora sí, Partido de la Revolución Mexicana (PRM). Cuatro sectores: Obrero, Agrario, Popular y Militar. Candidato, el general Manuel Ávila Camacho.
Disiente el también general ex revolucionario Juan Andrew Almazán. Organiza su propio partido. Para 1939, se funda el Partido Acción Nacional. Su misión: Dinamitar la obra social y económica del cardenismo. Triunfante Ávila Camacho, segmentos panistas incitan a Andrew Almazán al levantamiento armado contra “el fraude electoral”.
El Gran Expropiador pasaba por condiciones políticas internas y exteriores (la inminencia de la Segunda Guerra Mundial) auspiciosas para la reelección. No cedió al despropósito.
Presidente militar, pero católico y caballero
Ávila Camacho, confeso de su catolicismo, fue caracterizado como presidente caballero. Fue objeto, sin embargo, de un ataque armado a manos de un sargento calentado por la Unión Nacional Sinarquista (UNS), reducto de cristeros a los que se les daba masajes el ego llamándoles milicias del espíritu.
El presidente poblano matizó la política radical de Cárdenas, a quien, no obstante, conservó en su equipo, primero como comandante de la Séptima Región Militar, para resguardar las costas del Pacífico de la acechanza externa en el entorno de la Guerra Mundial. Más tarde, le confió la Secretaría de Guerra y Marina.
Era momento de la unidad nacional frente a las potencias de El Eje nazifascista. La Península de Baja California estaba en la mira, por un lado, de Japón. Los sinarquistas, simpatizantes de las potencias de El Eje, iniciaron una maniobra de colonización peninsular. Su ensayo fue la colonia María Auxiliadora en el territorio sur.
Con esa coartada, Washington pretendió instalar bases militares en aquel enclave. Cárdenas se opuso. Para entonces, México se había afiliado a los gobiernos aliados y había declarado la guerra contra la amenaza de Adolfo Hitler y sus secuaces.
Se gesta la primera Presidencia civilista
En octubre de 1945, en San Francisco, California, se dan cita delegados de más de 50 gobiernos. Fundan la segunda edición de la Sociedad de la Naciones: La Organización de Naciones Unidas (ONU). Su encargo: Velar por la paz y la seguridad internacionales; el desarrollo económico y social en los Estados parte.
El Partido de la Revolución Mexicana había nacido con una divisa: Por una democracia de los trabajadores. ¡Qué populista!
En relativa paz interna y pretendida unidad nacional, el general Ávila Camacho prepara su sucesión presidencial para el sexenio 1946-1952. Está activa aún la Familia Revolucionaria.
Ávila Camacho da golpe de timón y un gran viraje conceptual: Transforma el PRM en Partido Revolucionario Institucional (PRI). Democracia y Justicia Social, es su oferta.
No es sólo retórica populista: Con la selección del sonriente veracruzano Miguel Alemán como candidato, se abre cauce a la presidencia civilista.
Alemán, quien como gobernador de Veracruz había creado el clima político propicio a la Expropiación Petrolera, sin embargo, en su gestión aplica algunas formas de reversa: Introduce el amparo agrario en favor de los terratenientes y da pie a las primeras negociaciones con las empresas petroleras expropiadas con metrópoli estadunidense.
El PRI inicia su gloriosa era que se prolonga hasta 2000, a pesar de haber cruzado por la implantación de las presidencias tecnocráticas.
En el primer tramo, los gobiernos del PRI aprovechan la circunstancia internacional para arrancar el proceso de industrialización nacional, da el salto del modelo de desarrollo estabilizador al modelo de desarrollo compartido.
Este Itinerario puede perder el orden cronológico para dar marco aleatorio a la narrativa, pero su objetivo es cronicar las sucesiones presidenciales a partir de 1946, a fin de aventurarnos en las perspectivas de 2018.
De Cárdenas a Ávila Camacho, de Ávila Camacho a Alemán de Alemán a Adolfo Ruiz Cortines, es bueno rescatar la memoria histórica. En la política mexicana, como en todos los modelos políticos habidos y por haber, las cosas no se dan por generación espontánea. Lo veremos más adelante Es cuanto.
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