- Algunos compases de la danza de los apóstatas
En 1864, el sacerdote católico Manuel Gil y Sáenz explotaba en Tabasco un fundo minero al que le puso por nombre Mina de Petróleo de San Fernando. Ahí descubrió el primer yacimiento petrolero y empezó a explotarlo, pero no había entonces un sindicato de trabajadores concesionario de la transportación de la pasta. Ahí, el santo varón perdió la renta.
Por cierto, ese mismo año Fernando Maximiliano de Hasburgo aceptó humildemente el título de Emperador de México, que le endosaron los buenos mexicanos que representaban a la Junta de Notables y ansiaban el sistema monárquico.
El próximo 10 de abril, los herederos de aquellos buenos mexicanos no querrán saber nada de Emiliano Zapata. Se cumplen 153 años del Tratado de Miramar. Esto sí merece los fastos conmemorativos. Al diablo con el populismo.
Una duda existencial nos acongoja: Fue un Vicario de Cristo el escogido para hallar el primer yacimiento petrolero explotable en México. ¿Por qué entonces Ramón López Velarde dice que dichos veneros nos los escrituró el diablo? No hay manera ya de consultar al bardo.
Pero si consultamos la historia, nos enteramos de que en 1867, el emperador Fernando Maximiliano otorgó las primeras 38 concesiones petroleras en Tabasco, norte de Veracruz, Tamaulipas, Estado de México, zona del Istmo y Puebla, para desde aquí tomar por asalto Las Huastecas, y abrochar el cordón de la futura Faja de oro. Siglo y medio hace de eso.
Como no tenemos invitaciones a las sesiones de ouija, tampoco sabremos nunca si el emperador Maximiliano opera ahora desde el más allá como asesor de la Reforma Energética.
Los recuerdos del porvenir
Vuelta la página: Como está a punto de ocurrir dentro de unos cuantos meses, en medio de su lucha intestina el PRI llegó a 1988, de sucesión presidencial.
Frente a Carlos Salinas de Gortari se atrincheraron Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano (FDN) y el ex presidente del Consejo Coordinador Empresarial (CCE), Manuel de Jesús Clouthier y del Rincón, nominado por el PAN.
Los tanques pensantes tricolores se pusieron a quemar materia gris. De las llamas cerebrales emergió un manual para el debate ideológico con ocho fuerzas opositoras entonces, con base en las plataformas electorales 1988-1994 de cada una de ellas.
Sólo reservamos un apartado -el concerniente al PAN- y caracterizamos algunos contenidos. Corre video:
El PAN, en su plataforma, escribieron en 1988 los estrategas del PRI, asume una posición contestataria a los postulados de la Revolución Mexicana.
Sus planteamientos se contraponen a la concepción del Derecho como producto social, al sentido laico de la educación pública, al ejido, al tutelaje por el Estado de los derechos laborales y al régimen que regula las relaciones Estado-Iglesia.
El PAN dejó de ser un partido doctrinario
Acota el PRI: En los últimos años, el PAN ha abandonado su condición de partido doctrinario, para asumir estrategias de acción que tiene que ver más con un grupo de presión que con el comportamiento de un partido político nacional.
Rehén del neopanismo, el partido fundado por Manuel Gómez Morín, asegura el PRI, representa una mezcla de intereses de patrones, clero político, organizaciones intermedias de filiación ultraderechista, y aun de grupos intervencionistas del exterior, que han decidido aprovecharse de la crisis económica para capitalizar en su favor el descontento social, particularmente entre grupos de la clase media urbana de las grandes ciudades y los estados fronterizos del norte del país.
La siguiente crítica “revolucionaria” al PAN, no tiene desperdicio: Acusa al partido de derechas de exaltar, sobre el ser social, el pueblo, al individuo, como titular de “los derechos naturales”.
¿Y cuáles son esos derechos naturales? Primero, el derecho a la propiedad privada. (Subrayamos este postulado, porque es la raíz argumental para desplazar al Estado mexicano de toda actividad económica. Así empezó la reprivatización del sistema de banca y crédito. Y de aquí p’al real.)
Vis a vis con la declaración de principios, el programa de acción y los estatutos, y la propia plataforma del PRI, las regresivas iniciativas azules resultarían irreconciliables. Así fue durante casi medio siglo.
Cuando PAN-CSG firmaron la Alianza estratégica
Pero eso fue en campaña. Para diciembre de 1988, el PRI ni siquiera tuvo tiempo de morderse la lengua. Su candidato presidencial triunfante, Salinas de Gortari, invitó al PAN a firmar una Alianza estratégica en Los Pinos.
Las monedas de cambio de ese pacto, fueron) Salinas de Gortari: Tú me das el beneficio de la legitimidad de gestión. PAN: Yo te doy la legitimidad de gestión; tú me das las concertacesiones electorales. Santo y bueno. Se “legitimó” la usurpación.
Así nació el Bebe de Rosemary, engendro que recibió, ya mayorcito, las aguas bautismales del fáctico Pacto por México en 2012.
A punto de entrar los años ochenta, repitiendo a El duque de Otranto, el entonces presidente del Consejo Coordinador Empresarial, Agustín Legorreta contaba en 300 los hombres respetables y consultables de México. La mera plutocracia.
Después de que en 1987 la Bolsa Mexicana de Valores fue sacudida por el tremendo crack, recuperó el aliento especulativo. Ya para la primera década de este siglo, se reducía a menos de 40 la nómina de firmas que detentaban el poder económico.
En marzo pasado, Forbes listó sólo a 15 mexicanos en el ranking de los más ricos del mundo. Es la cosecha neoliberal de la siembra de la Alianza estratégica de 1988. Sólo seis de ellos acumulan más de 100 mil millones de dólares.
Bastarían con los recursos de esos rapaces acumuladores para pagar más de la mitad de la deuda externa, ahora que las tres agencias neoyorquinas más serias han pasado la perspectiva de la calificación soberana de la deuda mexicana, de estable a negativa.
El PRI no tiene problema de conciencia
El PRI fue echado de Los Pinos en 2000. Regresó en 2012. La filosofía política propone que, en la lucha de los contrarios, lo primero que las fuerzas contendientes tienen que hacer para medir sus expectativas de triunfo, es un ajuste con su propio pasado; no el de los demás. Ese ejercicio blinda contra la repetición de descomunales errores.
La pregunta que en su retorno debieron hacerse los priistas es, ¿por qué perdimos la Presidencia de México en 2000? Obviamente, en el festín, nunca se la hicieron
En la marciana “celebración” del 89 aniversario de la fundación del Partido Revolucionario Institucional (PNR-PRI), al que, en su cuna, en 1929 se le dictó la consigna callista de hacer de México un país de instituciones y de leyes, no de caudillos, los jefes de la decrépita nomenclatura tricolor advirtieron sobre las amenazas de algunos brujos, de hacer regresar nuestra ejemplar democracia al pasado.
Esas arengas tuvieron como referencia explícita las reformas transformadoras asestadas en este sexenio por el fáctico Pacto por México. A su defensa se convoca a todos los mexicanos.
La cuestión es esta: Desde el punto de vista ideológico y programático, esas reformas “transformadoras” tienen como soporte los mismos principios contenidos en la plataforma del PAN, repudiada por el PRI en 1988. ¿Con el PAN eran regresivas y, plagiadas, con el PRI son de avanzada? ¿Quién mudó de piel y de entrañas: El PAN o el PRI?
Entre las causas a cuya defensa incita el PRI, está la contrarreforma petrolera.
Pemex no tiene ya ni para comprar un tornillo
En días posteriores a la fiesta tricolor, se difundió un balance de la situación que guarda la ahora empresa productiva del Estado, Petróleos Mexicanos (Pemex), después de que, en la instrumentación de la Reforma Energética, se tendió alfombra roja a los corporativos extranjeros, a cuyas filiales en México se les expropiaron los bienes físicos para la explotación, producción, transportación y comercialización de hidrocarburos.
Es pertinente esa puntualización -la de los activos industriales-, porque en 1938 se hacía valer el mandato de la Constitución de 1917, por el cual se reconocía a la Nación como titular indisputable del dominio directo de todos los recursos naturales de la plataforma continental y los zócalos submarinos de las islas.
Además, patrimonio nacional serían todos los recursos minerales o sustancias que en vetas, mantos, masas o yacimientos, constituyan depósitos cuya naturaleza sea distinta de los componentes de los terrenos (…:) el petróleo y todos los carburos de hidrógeno, sólidos, líquidos o gaseosos…
En aquellos días perdidos en la noche de los tiempos, la gente creía, de veras, que el petróleo era de todos los mexicanos. Tanto creía la gente, que gustosa se deshizo hasta de gallinas y cerdos para que con el producto de su venta se pagara la indemnización a las trasnacionales expropiadas.
Pero del balance de Pemex hablábamos. Antes de desagregarlo, se recuerda que en 2004 la paraestatal ocupaba el tercer sitio entre las principales empresas petroleras del mundo; en 2015 había caído al octavo lugar.
Precisamente de 2004, durante la presidencia del panista Vicente Fox, data el comienzo del descomunal saqueo de la renta petrolera.
En 2016, Pemex registró perdidas netas por 256 mil millones de pesos, contra una deuda de 96 mil millones de dólares. Las calificadoras extranjeras de deuda advierten que Pemex está en el límite de solvencia para redimir sus monstruosos débitos.
Para el ejercicio fiscal analizado, la producción diaria de Pemex fue apenas de dos millones 154 mil barriles diarios. En 2017, la producción podría desplomarse aún más: A un millón 994 mil barriles de crudo por día.
Aleatoriamente, México se ha convertido en un importador neto de derivados del petróleo. Los logos y banderines extranjeros flamean en las estaciones de servicio expropiadas a Pemex.
Los gasolinazos, que se resisten a morir, están a la orden del día, exacerbando el humor social e incrementando los indicadores de la inflación.
¿Dónde se baila al son del populismo?
En los estados de la República tradicionalmente petroleros, ribereños del Golfo de México, técnicos calificados, obreros y empleados han sido echados a la calle. Las actividades productivas que indirectamente se beneficiaban con la operación de la industria petrolera, registran una incesante mortandad de pequeñas y medianas empresas.
En territorios con potencial petrolífero, las poblaciones lugareñas, especialmente las indígenas, donde plantan sus banderas las empresas privadas, preferentemente extranjeras, están amenazadas por el despojo.
Con cierta hipocresía, al asalto de esas tierras no se le quiso codificar como expropiación. Se les cubrió con el merengue de ocupación, método por el cual sus acorralados propietarios recibirán irrisorios pagos de “renta”. Está por verse.
Entre los estados golfinos más damnificados por el asesinato de la gallina de los huevos de oro, se encuentran Tabasco y Campeche, donde se cumple la sentencia Velardiana: El Niño Dios nos escrituró un establo, y los veneros de petróleo, el Diablo. A los pobladores de esos territorios no les tocaron ni las plumas de la difunta gallina.
¿Quién vuelve al pasado? Con burlesca y mediática puntería, para conmemorar el 79 aniversario de la Expropiación Petrolera, se escogió Ciudad del Carmen, Campeche, uno de los estados más damnificados por la crisis de oro negro.
Por aquellos lares devastados y devaluados, el pasado retozó engalanado y a la vez ruidoso. Engalanado, con las guayaberas de lino que fueron lujo y estigma de los caudillos del populismo, ahora modeladas por los nuevos y exultantes maniquíes.
Ruidoso, porque volvieron la matracas y las porras de los supervivientes, bajo la batuta del cacique charro del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la Republica Mexicana, senador Carlos Romero Deschamps, prócer del Pemexgate priista de 2000, y célebre por la molicie exhibida ostentosamente por él y su prole, financiada con el moche por su participación en el criminal saqueo de la renta petrolera.
¡Se ve, se siente/ Peña Nieto está presente! ¡Te veo, te venero/ Primero estás Romero! La gran fiesta patriótica bajo el cerco protector del Estado Mayor Presidencial.
Y, a raya, lejos de la carpa, humildes familias tostando su ira bajo el fuego del calcinante sol tropical. Para ellas no hay interlocutor, ni el lonche reservado a los agotados matraqueros.
Sólo los irresponsables e ignorantes cuestionan la asociación de Pemex y el sector energético con inversionistas extranjeros, se dijo en tierra caliente.
El afilado dardo no toca a despachos mexicanos, especializados en cuestiones financieras y fiscales, que sospechan que la figura de la Asociación Publica-Privada (APP) sirve a ciertos servidores del Estado -El Estado soy yo-, que tras ese flexible instrumento esconden ante la Secretaría de Hacienda la manipulación contable de la deuda pública, o a los contratistas, para “notificar” a las bolsas de valores ingresos por ventas ficticias o contratos no devengados.
Por supuesto, las comisiones de seguridad del mercado bursátil, particularmente las de los Estados Unidos, no se tragan esas ruedas de molino y están derrumbando ya varios castillos de arena.
En México, un Churchill al revés
A la casta dorada de la burocracia se la ha visto en todos los montajes de febrero, cantando alabanzas a la centenaria Constitución de 1917.
Cerramos esta entrega con una cita del autorizado académico Diego Valadés Ríos, que algo sabe de Constitución y de política:
“La confianza se pierde cuando las promesas se fracturan. Hace años, Winston Churchill dijo que la verdad es tan valiosa que a veces hay que protegerla con mentiras, tal vez tenga razón.
“Pero entre nosotros, se ha estandarizado una regla inversa: La mentira es tan útil que a veces hay que ocultarla con algunas verdades; por eso, cuando se habla de que los energéticos se privatizarán, pero poco, vienen a la memoria las lecciones bancaria y ferroviaria. Es verdad que necesitamos mayor inversión privada para crecer; pero no tenemos bases constitucionales confiables para prever su límite”. Es cuanto.
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