La advertencia la instituyó el socarrón líder de la Confederación de Trabajadores de México (CTM) y factótum en cada sucesión, Fidel Velázquez Sánchez: El que se mueve no sale. La metáfora de la fotografía.
Para enguantar El dedazo, José López Portillo se atribuyó el papel de Fiel de la balanza y al final de su mandato se declaró El último Presidente de la Revolución.
Del poder militar al poder civil
El PRI, como heredero de las glorias electorales del Partido Nacional Revolucionario (Plutarco Elías Calles) y del Partido de la Revolución Mexicana (Lázaro Cárdenas) rompió el ciclo de La familia revolucionaria en el poder. En 1946 se inició el ciclo de las presidencias civilistas.
Desde 1929 hasta 1994, el partido de la alianza revolucionaria ganó sucesivamente doce elecciones presidenciales.
Con el PRI, a partir de Miguel Alemán Valdés, cuatro candidatos presidenciales surgieron de la Secretaría de Gobernación (Miguel Alemán, Adolfo Ruiz Cortines, Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría).
No era para menos: La titularidad de la SG se prestaba al oficio de tinieblas, según lo describió el propio Echeverría. Ahí actuaba Maquiavelo.
Lo que decía don Fidel sobre la fotografía, podría adquirir otra significación: Drácula no se expone a la luz del Sol, so pena de terminar achicharrado.
Los ex presidentes que renegaron de sus delfines
En el periodo recorrido hasta 1994, sólo tres presidentes salientes se arrepintieron públicamente de la designación del delfín: Elías Calles, al que Cárdenas le fracturó su Maximato. Conspiró al grado de sonsacar la Rebelión Cedillista (Elías Calles y Cárdenas, en ese orden, escogieron el mismo día para morirse: el 19 de octubre, en diferentes años. Los trató de reconciliar post mortem Echeverría, juntando sus restos en el mausoleo de la Revolución/ Plaza de la República).
Díaz Ordaz lo expresó con ácida elegancia descalificatoria: Echeverría resultó más inteligente que yo, al entregar la banda presidencial a López Portillo. (A mi me salió vana y envenenada la nuez).
Carlos Salinas de Gortari lo dijo más abruptamente: Ernesto Zedillo Ponce de León actúa afectado por los traumas de su niñez. Textual.
La primera usurpación contemporánea
Después de diez sucesiones presidenciales a la legalona, según dirían cínicos operadores electorales, Salinas de Gortari dio el campanazo con la primera usurpación del poder presidencial contemporánea.
En 1988, el constitucionalista michoacano y a la sazón diputado priista a la LIV Legislatura del Congreso de la Unión, tipificó el dictamen del Colegio Electoral de la Cámara de Diputados en favor de Salinas de Gortari como un Golpe de Estado técnico.
Manuel Camacho Solís (+), del secretariado nacional del PRI entonces, en pleno del Consejo Político Nacional atribuyó la crisis electoral del partido al voto de castigo como reacción popular a las políticas neoliberales implantadas por el régimen, ya olvidado (renegado) de la Revolución.
El asesinato de Luis Donaldo Colosio
Antes de la fundación del Partido Nacional Revolucionario (PNR) en 1929, el último candidato presidencial asesinado (1927), fue el general sinaloense Francisco Serrano. (Su rival y vencedor en 1928, Álvaro Obregón lo fue en convite en el que celebraría su reelección: Había cubierto el mandato previo al de Plutarco Elías Calles).
Por primera vez en la historia electoral del partido de la revolución, en 1994 se vio forzado a nombrar un candidato suplente. Fue después de la ejecución de Luis Donaldo Colosio el 23 de marzo.
El relevo en la candidatura tricolor fue operado al través de una videocasetera manipulada en Los Pinos por el entonces gobernador de Sonora, Manlio Fabio Beltrones Rivera. El designado fue Zedillo Ponce de León.
En realidad, en esas horas críticas, Salinas de Gortari pretendió otro Golpe de Estado técnico, explorando la posibilidad de dar la suplencia a su secretario de Hacienda, Pedro Aspe Armella, pero se le señaló que éste estaba impedido por no cumplir con el ordenamiento constitucional de separarse del encargo seis meses antes de la elección.
En sus mocedades, Aspe Armella había sido activista electoral del PAN en el Barrio de San Ángel, de la Ciudad d México.
El recurso del voto del miedo
Después del “terremoto político” de 1988 (Miguel de la Madrid dixit), en 1994, en que repetía Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano e irrumpía espectacularmente el candidato del PAN, Diego Fernández de Cevallos (les ganó de calle el debate a sus dos opositores), el sistema apeló al voto del miedo.
No era motivado sólo por el crimen contra Colosio. Estaba activo con su voz exclamatoria el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), que el 1 de enero había declarado su rebeldía contra el Estado mexicano.
Esa táctica intimidatoria se manifestó en otro hecho insólito: El secretario de Gobernación era a la vez presidente de la Comisión Federal Electoral (CFE). La doble función la desempeñaba entonces el teatral campechano Jorge Carpizo Mac Gregor.
Semanas antes de las elecciones generales (programadas para agosto), Carpizo renunció a la SG. Obviamente, no se aceptó su renuncia. A punto de concluir el sexenio, Carpizo declaró haber escrito un documento depositado en un sobre lacrado.
En dicho documento, Carpizo Mac Gregor haría advertencias a los representantes de los partidos opositores, que serían reveladas sólo si se ponía en entredicho su actuación como presidente de la CFE.
Zedillo y su ruptura con Salinas
El presidente suplente Zedillo Ponce de León, asumió el 1 de diciembre de 1994. Ese mismo mes estalló el Error de diciembre, maquinado en el eje Nueva York-Washington.
La crisis Zedillo-Salinas tuvo como ingrediente determinante la intromisión de acreedores extranjeros de la deuda mexicana, urgidos de redocumentarla o hacer efectivo su cobro. (Finalmente, Bill Clinton entró al quite).
Pero pesaban en la ruptura entre los presidentes priistas saliente y entrante otros dos factores, a saber: 1) La exigencia de Salinas de Gortari de permanencia de Aspe Armella en la Secretaría de Hacienda, y 2) El más visceral, el reclamo de Salinas de Gortari de que se suspendiera la persecución de El hermano incómodo, Raúl, implicado en el asesinato del ex cuñado de ambos, José Francisco Ruiz Massieu, perpetrado el 28 de septiembre de 1994, seis meses después del crimen contra Colosio.
La última carcajada de la cumbancha
Ya en ejercicio de la presidencia suplente, Zedillo Ponce de León, confesó en el extranjero que su campaña electoral había sido inequitativa y la acompañó con su declaración de sana distancia del PRI.
En septiembre de 1996, presidido por Santiago Oñate Laborde, con el cetemista Juan Sigfrido Millán Lizárraga, como segundo de abordo, el PRI realizó su XVII Asamblea Nacional.
Distanciado el presidente de la República del partido, la Asamblea se caracterizó por ser la última en la que “el partido casi único” demostró su vitalidad interna y la libertad deliberativa del priismo.
El punto central del debate, desde el punto de vista valorativo fue, en la Declaración de Principios y Programa de Acción, la afirmación del Estado como tutelar del sector energético y la preservación de Petróleos Mexicanos (Pemex) y la Comisión Federal de Electricidad (CFE) como empresas estatales.
El otro punto, no menos importante: En los estatutos se confirmó el condicionamiento, sobre todo para la candidatura presidencial, el que los postulantes hubieran pasado previamente por un puesto de elección popular.
El mensaje era obvio: No a los tecnócratas. El gabinete presidencial estaba plagado de cuadros con esa calidad.
En la perspectiva de 2000, Zedillo Ponce de León, como el hijo pródigo, intentó la reconciliación con el partido al que le había declarado la sana distancia.
El móvil era la revisión del régimen estatutario, para dotar al partido de la facultad de nombrar a sus candidatos conforme el modelo estadunidense: Al través de grandes delegados electores. (Donald Trump acaba de ser consagrado por ese método, a contrapelo de la suma de votos populares que favoreció a Hillary Clinton).
Hablamos antes de la Secretaría de Gobernación como la más eficaz productora de candidatos presidenciales hasta 1969. Se quiso repetir la vieja y productiva experiencia: Se nominó al titular de la SG, Francisco Buenaventura Labastida Ochoa. Ahí se acabó el corrido: En 2000, el PRI “fue echado” de Los Pinos.
El PRI renació en 2012. Hemos dicho que afectado por el Síndrome de Lázaro: Fue resucitado sin haber sido curado de la lepra.
El sistema métrico sexenal no perdona
El sistema métrico sexenal mexicano, que impone la No Reelección presidencial, es fatal e implacable.
Estamos a unos cuantos meses de que el Instituto Nacional Electoral (INE) inicie los aprestos para las elecciones generales de 2018. Y en qué circunstancias de ingobernabilidad.
Siguiendo la locuaz práctica de “la sucesión adelantada” inaugurada por Vicente Fox, los miembros del gabinete, priistas la mayoría, recibieron la incitación de que no temieran no salir en la fotografía. Galoparon entonces como manada acéfala.
El cacique priista guerrerense Rubén Figueroa Figueroa, en perspectivas de sucesión presidencial, acuñó en bronce una folclórica frase: La caballada está muy flaca.
No se trata, sin embargo, de la alzada y la velocidad de la bestia. El Presidente terminó la primera quincena de enero con el 12 por ciento de aprobación popular de su gestión.
El PRI funciona como espejo de ese hándicap: Después de sus descalabros electorales de 2015 y 2016, está herido por la corrupción. Sus chivos expiatorios son al menos seis gobernadores salientes que perdieron sus estados en 2016.
Algunas encuestas sobre intención de voto para 2018, colocan al PRI hasta el tercero o cuarto lugar como partido, con independencia del registro que tengan individualmente sus precandidatos.
En el vacío de poder, ¿se suplanta al PRI?
Por estos días circula un trascendido malicioso: En un exclusivo restaurante de Altavista (Barrio de San Ángel), a la luz del sol, un día a la semana se observa un cordial cónclave mañanero.
Es de los patronos del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), que desde 1970 han detentado posiciones de alto nivel en la estructura de la Administración Pública federal.
En la atmósfera flota un nombre: El de Luis Videgaray Caso, egresado de la institución mencionada, identificado como pupilo del ex secretario de Hacienda salinista, Pedro Aspe Armella, y embajador plenipotenciario ante la Casa Blanca.
¿Hay vacío de poder en el PRI? Los vacíos no permanecen, hay algo o alguien dispuesto a llenarlos. Así funcionan los vasos comunicantes.
Por añadidura, hay signos de rebelión en la granja: Ya saltó a la arena “por la libre” la ex gobernadora de Yucatán, Yvonne Ortega Cervera. La unidad de mando está rota.
Con un agravante: Las candidaturas independientes, que no responden más que a sí mismas; ya hay media docena que se abrieron de capa.
Estado de México, la joya de la corona
Para los partidos mayores con registro nacional, el Estado de México es la llave dorada para abrir Los Pinos. En la misma residencia presidencial, no en Insurgentes Norte 59, se ha instalado el cuarto de guerra para acometer el combate por el estado nativo de Enrique Peña Nieto. De ahí salen las brigadas para persuadir, quien sabe si disuadir, a los electores mexiquense.
Hace unos días, un columnista metropolitano, reputado de bien informado, deslizó la especie de que en Los Pinos se han dado cita, a invitación expresa, emisarios azules. Se habría diseñado y sugerido ya un pacto: El TUCLO (Todos Unidos contra López Obrador).
Y el irreductible redentor tropical, de su lado, dentro de diez días se lanza al peregrinaje por varios estados de la Unión Americana, donde un temible populista ha llegado a la Casa Blanca.
Literalmente, los demonios andan sueltos. Es cuanto.
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