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La transición fallida
HÉCTOR TENORIO
Estamos ante una transición democrática fallida, donde a la mayoría de los electores no les interesa si regresa o no al poder el Partido Revolucionario Institucional (PRI). Las estructuras del viejo régimen no fueron removidas por Acción Nacional (PAN) y ni por el Partido de la Revolución Democrática (PRD). Sus administraciones en diferentes niveles no pudieron extirpar la cultura del dedazo y la imposición. Como resultado vino la desilusión.
Un estudio de Consulta Mistofsky, sobre las características de los ciudadanos que decidieron sufragar en Coahuila y el Estado de México, revela que la población de menor escolaridad e ingreso han salido a apoyar al tricolor, es decir como en los viejos tiempos. Lo paradójico es que el PRI condenó al país a la pobreza. Deducimos que la clase media dejó de creer en la democracia, aunque entre más joven es el votante y tiene un mayor nivel socioeconómico vota por el PAN. Por lo que se refiere a la cuestión de género las mujeres son mas priístas que los hombres, la cuestión es que ellas son mayoría en el padrón electoral. Respecto a la tercera edad el PRD se vio favorecido por su voto. En cambio el PRI, logró la ventaja en todos los grupos.
El abstencionismo a la alza
En las pasadas elecciones en el Estado de México, alrededor del 43. 2 por cento del electorado votó, a pesar que el padrón creció en un millón 686 mil personas respecto a las elecciones de gobernador de 2005.
Recordemos que en el 2000 con el efecto Fox”, la participación ciudadana alcanzó un 65.8 por ciento. Tres años bastaron para que los votantes cambiaran de opinión y sólo sufragaran el 42.8 por ciento; en tanto que en el 2005 la asistencia a las urnas fue de 42.7 por ciento ; en el 2006, la participación fue de 43 por ciento; mientras que en el proceso de 2009, la concurrencia a las urnas fue de 52.2 por ciento.
Uno de los estímulos de que en el imaginario colectivo parezca inevitable el regreso del PRI a Los Pinos, es la prensa. Ella ha creado esta percepción. En todos los años que duró el PRI se otorgó el apoyo a las empresas periodísticas, este fue fundamental para desarrollar la política económica del PRI. A lo largo de la dictadura civil se justificó la censura previa y el castigo por desviarse de las reglas establecidas por las autoridades políticas. Los priístas lo hicieron para proteger el orden del poder político establecido y a sus instancias, poniendo límites a la libertad de los medios de comunicación.
Sin el apoyo gubernamental, la prensa no hubiera tenido la posibilidad de crecer, puesto que el Estado se convirtió en la principal fuente de recursos para los diarios. Gracias a PIPSA, los dueños de periódicos obtuvieron papel barato durante décadas. Cuando en 1965 se venció el plazo para que PIPSA desapareciera, los editores solicitaron al entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz que se extendiera el plazo de sus operaciones por treinta años más, y cuando en 1990 Carlos Salinas de Gortari pretendió desaparecer la empresa, los editores lo evitaron logrando a cambio que sólo se liberara la importación de papel. Entonces surgió un juego perverso, si el gobierno podía darle recursos a la prensa para obtener su colaboración; la prensa también podía presionar al gobierno para que no dejara de ayudarla. Sin embargo, cada parte sabía que no podía excederse en sus presiones, puesto que de llegar a la ruptura el equilibrio se rompería.
Esa lección nos deja la enseñanza de que la libertad de prensa está diseñada para proteger a los propietarios de los medios ¿Pero, quién protege a la sociedad de los dueños de los medios?
Sólo la participación de fuerzas alternativas podrían llevar a un cuestionamiento sin precedente de la estructura y función de los mecanismos de información en el país y dándole un nuevo significado práctico que está aún por definirse. Y esa es una democracia a la que se aspira, es la democracia de la información.
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