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30 de julio: A 200 años de su muerte
La causa de Hidalgo sigue vigente.
PABLO MOCTEZUMA BARRAGÁN
El 30 de julio de 2011 se cumplieron doscientos años de la muerte de Miguel Hidalgo y Costilla, y la causa que él inició sigue vigente, así como su programa de conquista de la soberanía política y económica para México. A 200 años de su muerte, la lucha que él inició, el germen que sembró para ver a un México libre de todo yugo extranjero sigue vivo y desarrollándose. Hidalgo estableció principios que nos guían en nuestro actual batallar por la plena soberanía.
El día 30 de julio de 1811, casi a las 7 de la mañana, Miguel Hidalgo y Costilla fue pasado por las armas en la ciudad de Chihuahua. Los colonialistas españoles, al asesinarlo, quisieron apagar la llama patriótica que encendió el cura de Dolores, pero una vez iniciada la lucha, ésta siguió y seguirá adelante hasta que México logre plena independencia y soberanía, y esa es nuestra tarea en el siglo XXI.
Sus últimos días de vida demuestran su calidad humana. El domingo 21 de marzo en La Noria del Baján, los insurgentes fueron hechos prisioneros a traición. Un domingo dio el grito Hidalgo y un domingo, seis meses después, fue apresado. A los insurgentes se les maltrató, dejándolos largas horas sin comer; se les encadenó como a criminales. Su captura se debió entre otras cosas a que Allende no organizó debidamente a los casi mil patriotas que los acompañaban y no tomó las precauciones debidas. En su traslado a Monclova y luego a Chihuahua, que duró un mes, pues llegaron el 23 de abril, se les maltrató al máximo, haciéndoles recorrer a pie el camino. A pesar de todo, no lograron nunca quebrar el ánimo de Hidalgo, que fue encarcelado en Chihuahua en el antiguo colegio jesuita, convertido en Real Hospital Militar.
En su doble juicio civil-militar y eclesiástico don Miguel se condujo con gran dignidad, responsabilizándose de sus acciones sin acusar a otros, ni delatar a nadie y reivindicando su causa en todo momento. El auditor militar Rafael Bracho pidió para el preso la pena de muerte y confiscación de todos sus bienes, pues argumentaba que “es difícil que nazca monstruo igual a él”. La Santa Inquisición lo acuso entre otras cosas de “hereje, apóstata, materialista y ateísta, libertino, sedicioso, revolucionario, cismático, judaizante, lascivo, hipócrita, astuto , traidor al Rey, soberbio suscitador y secuaz de las sectas, por lo que cae en la pena de excomunión mayor”. Miguel Hidalgo, por su condición de sacerdote, fue el último en ser fusilado, ya que se requería que lo degradasen de su condición clerical, lo que sucedió el 29 de julio. Ignacio Allende, Juan Aldama y Mariano Jiménez fueron fusilados el 26 de junio. Mariano Abasolo no fue ejecutado por las gestiones que realizó su esposa y su actitud cobarde de deslindarse de todo y echarle la culpa a los demás insurgentes. El 29 de julio el tribunal eclesiástico humilló a Hidalgo, degradándolo, cortándole el pelo hasta que desapareciese la tonsura que distingue a los sacerdotes y le rasparon las manos para despojarle de su carácter de sacerdote. Así trató la Iglesia a quien dio toda su energía y su vida entera por el bienestar de los pueblos y la libertad de la Patria.
Su última noche la dedicó a componer unos versos a sus carceleros, con quienes desarrolló una relación afectuosa ya que don Miguel quería a la gente y era muy humano. Los dos versos fueron escritos en carbón en el muro de la prisión. El dedicada al cabo Miguel Ortega decía así:
Ortega, tu crianza fina
Tu índole y estilo amable
Siempre te harán apreciable
Aun con gente peregrina
Tienes protección divina
La piedad que has ejercido
Con un pobre desvalido
Que mañana va a morir
Y no podrá retribuir
Ningún favor recibido.
Y otro al español Melchor Guaspe, quien era el alcaide de la prisión. El trato de Hidalgo logró que sus carceleros desarrollaran respeto y afecto por él. Melchor le llevaba alimentos de su casa y le proporcionó un violín que tocaba en prisión Hidalgo para entonar melodías de su juventud.
Melchor, tu gran corazón
Ha adunado con pericia
Lo que pide la justicia
Y exige la compasión
Das consuelo al desvalido
Cuando te es permitido
Partes tu postre con él
Y agradecido Miguel
Te da las gracias rendido.
El ánimo de Hidalgo y su gran interés por los demás se refleja en esos versos. A escribirlos dedicó sus últimas energías. En prisión estuvo tranquilo, meditando, leyendo, tocando música, conversando con sus carceleros. Viviendo cada minuto que le restaba. Cuando llegó la hora, saboreó con gusto un chocolate, y pidió que en vez del agua que acostumbraban darle, le ofreciesen un vaso de leche que degustó con placer.
Al salir Miguel Hidalgo del calabozo rumbo al patíbulo le preguntaron si tenía un último deseo y él pidió que le trajesen unos dulces que tenía en su celda. Repartió los dulces entre los soldados que lo iban a ejecutar, animándoles y perdonándoles por lo que iban realizar. Hidalgo salió al patíbulo, dicen los historiadores, con paso firme, con la misma entereza que demostró cuando estaba en capilla.
Cuando lo quisieron sentar de espaldas en el banquillo, se negó con energía a ser tratado como un traidor y se sentó de frente. Antes de la orden fatal, se puso la mano en el corazón y le pidió a los soldados que comandaba el teniente Pedro Armendáriz que le disparasen al corazón.
Tuvo que sufrir tres descargas, porque no recibió ningún tiro mortal. Parece que ningún soldado quería ser responsable de su muerte y no le apuntaban a matar, por lo que Pedro Armendáriz tuvo que darle un tiro de gracia en la cabeza para ejecutarlo.
Miguel Hidalgo y Costilla y su causa no han muerto. Hasta el último instante demostró entusiasmo y amor a la vida y a sus semejantes. Murió seguro de sus ideales y confiado en el porvenir de México y en el futuro de su pueblo. A pesar de que luego de su eliminación física el gobierno colonial trató de desacreditarlo falsificando un documento el 18 de mayo de 1811, en el que se supuestamente se retractaba pidiendo a los insurgentes volver a la obediencia del rey. Se dijo que lo firmó ante la presencia del bachiller Mariano Urrutia, pero éste estaba a 40 leguas.
Resulta sumamente extraño que la supuesta retractación se hiciera fuera del juicio y ante testigos que no residían en la ciudad de Chihuahua y que fuese publicado hasta el 11 de julio de 1811 por el comandante de Guadalajara, José de la Cruz. En este documento, del que jamás se ha visto el original, se observan varios estilos diferentes, quedando claro que en su redacción participó una comisión de varias personas y el contenido de texto dista absolutamente de reflejar en estilo y fondo el modo de pensar y hablar de Hidalgo. Al final está su supuesta firma. Este papel es a todas luces una patraña, pero los “historiadores “actuales al servicio del régimen neocolonial que padecemos lo dan a conocer como si hubiese sido un documento auténtico.
En la víspera de su muerte, Hidalgo ratificó lo que había dicho en el juicio. Que había tratado de independizar al país “con el derecho que tiene todo ciudadano cuando cree que la patria está en riesgo de perderse”. Pero no hay asomo alguno de arrepentimiento o retractación”. Los ataques contra el cura de Dolores, desde 1810, han sido constantes, y se redoblaron el año pasado 2010, durante el Bicentenario, con el fin de desdibujar su figura y sobre todo su legado que motiva a los mexicanos de hoy a organizarse para derrotar la intervención extranjera y el mal gobierno. Pero la obra inmensa de Hidalgo está a la vista. Él planteó reivindicaciones que en su época ni en Europa, Estados Unidos o América Latina se habían postulado. Se apoyó en el pueblo para que éste ejerciera directamente la soberanía, abolió la esclavitud, tributos e impuestos; luchó contra los monopolios, defendió la reforma agraria y la devolución de la tierra a los indígenas; trabajó por la sustentabilidad de las comunidades indígenas y de los pueblos, propuso que el trabajador recibiera el producto íntegro de su trabajo. Además de la lucha nacional, desató la revolución social, propició un levantamiento popular en todo el país, ejerció la libertad de prensa publicando El Despertador Americano, desarrolló un movimiento revolucionario de masas para derrocar al mal gobierno, convocó a un Congreso en el que los pueblos nombrasen a sus representantes y que sería la máxima autoridad nacional. El 28 de febrero de 1811 habló Hidalgo por primera vez de la nación mexicana y de los derechos de ésta. ”Derechos verdaderamente inalienables y que deben sostenerse con ríos de sangre si fuese preciso” dijo.
Miguel Hidalgo y Costilla fue un visionario y sus planteamientos siguen vigentes en pleno siglo XXI. Se le acusa de “haber representado a los criollos”, pero los hechos muestran su apoyo absoluto a los indígenas y los trabajadores. Se le critica por haber reivindicado a Fernando VII, pero sólo lo hizo por táctica y para guardar las apariencias, puesto que todos sus planteamientos son de plena independencia del país. Su llamamiento a derrocar “al mal gobierno” es muy claro.
A 200 años de la muerte de Hidalgo, México está en una situación de gran peligro para su independencia y soberanía por lo que hace falta otra vez, romper las cadenas de la opresión extranjera. El poderoso ejemplo del cura de Dolores nos impulsará a resolver los problemas actuales y crear una nueva situación para construir en el siglo XXI el México al que aspiró el Padre de la Patria.
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