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Espectáculo violentado en Torreón.
El miedo multiplica el miedo
CARLOS RAMÍREZ
Dicen los estrategas y filósofos que los temores como conducta social se expresan con mayor intensidad cuando los conflictos están de salida y no cuando escalan niveles de descontrol; ante posibles soluciones, las personas se dan cuenta con certeza de la dimensión de los miedos. Lo ocurrido en el estadio de futbol de Torreón fue una muestra del pánico social ante lo desconocido. Pero resulta extraño que se hayan dado críticas contra Televisión Azteca por suspender la transmisión en vivo para evitar precisamente la multiplicación de los temores y no contra el crimen organizado que está siendo arrinconado por las fuerzas de seguridad. En cambio, las otras televiso ras y el internet se dieron vuelo repitiendo hasta la saciedad las imágenes del incidente. El miedo se alimenta a sí mismo y, en el peor de los casos, de sí mismo. Pero el miedo suele ser el más ruin de los consejeros. El miedo se nutre de las pasiones, de las sensaciones, de la incertidumbre. Pero las certezas, en el escenario del miedo, siempre estarán presentes; sólo que las certezas requieren de la inteligencia, de la mesura, de la interpretación racional de la sociedad, en tanto que los temores se dinamizan en lo desconocido.
Después del tiroteo afuera del estadio del Santos-Morelia en Torreón.
Organizaciones sociales como la UNAM han estado haciendo encuestas sobre las percepciones en una sociedad que hace tiempo que abandonó la racionalidad. Y en medio de una crisis económica presente, de insatisfacciones cotidianas y de medios de comunicación relanzados por la negatividad, es lógico que el ciudadano concluya con la creencia de que la inseguridad es mayor. Las imágenes repetidas hasta el infinito de lo ocurrido dentro del estadio del Santos de Torreón por una balacera circunstancial fuera del campo de futbol revelan estados de ánimo, no certezas comprobables. Las fuerzas federales de seguridad recuperaron Tamaulipas, permitieron respiros en Ciudad Juárez y han comenzado a cercar Michoacán. Los gobiernos estatales y municipales siguen reacios a asumir sus responsabilidades en las normas de seguridad pública. Y organizaciones sociales salen a la calle a exigir una paz que representaría, sin dobleces, la entrega de las plazas a las triunfantes bandas del crimen organizado porque la lucha por la paz se reduce al repliegue de las fuerzas federales de seguridad. El enfoque del problema de seguridad ha sido asumido en función de los efectos colaterales de algunas acciones y no en relación directa de la consolidación de cárteles del crimen organizado en espacios territoriales de la soberanía del Estado y en la sustitución de las autoridades constitucionales. El crimen organizado no está formado por raterillos, asalta taxis o combis, carteristas, sino por estructuras de poder con armamento superior al de las fuerzas policiacas. El miedo suele tener dos expresiones: el temor o el desafío. El primero suele derivar en la aceptación de una realidad y la cesión de soberanías personales e institucionales; el segundo se expresa en la reconfirmación de la hegemonía del Estado sobre las organizaciones que le dis putan dominio soberano. Por eso las guerras suelen ser crueles pero necesarias. El miedo de atempera con la certeza de que el país enfrenta el desafío de una criminalidad que quiere el poder sobre la sociedad. Por eso hay que recordar a Roosevelt: “de lo único que tenemos que tener miedo es del propio miedo."
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