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Falsificaciones
Manuel Bartlett Díaz
Una nueva campaña personal de Salinas irrumpe, entrando el país al proceso electoral para renovar los Poderes de la Unión. Para hacerse presente en la coyuntura, pone en marcha una costosa operación manejada por una influyente agencia publicitaria londinense. Como acostumbra, inicia con un libro y despliega su presentación concertada en los más importantes medios de comunicación escritos y electrónicos y entrevistas de alto nivel. Todo lo que puede lograr el dinero en abundancia.
Conociendo la rutina y el contenido, se antoja no hacerle caso, pero ahí está, plantado en el escenario, lanzando mensajes en los medios y atacando a sus demonios, los neoliberales: Zedillo y el neopopulismo autoritario: López Obrador, derechas e izquierdas descalificadas dejan en un supuesto centro el espacio impoluto para quien se dice apoya. Se inserta así Salinas convenientemente en el proceso sucesorio.
Ejemplo del procedimiento es un amplio reportaje del periódico El País, con una introducción crítica, para proteger la credibilidad del medio: “Es el gran villano de la política mexicana actual, la figura que despierta mayor ira entre sus ciudadanos”, para desarrollar a continuación una entrevista a modo, que permite a Salinas explayarse y presentar una imagen de gran autoridad.
El libro ¿Qué hacer? pretende ser académico, dedica amplios espacios para autores reconocidos y elucubraciones teóricas, pero en el fondo persigue machacar la defensa de su gobierno e incidir en el proceso político.
Zedillo
Su defensa es un proceso de justificación construido a posteriori para darle una interpretación ideológica que no corresponde a la que sostuvo en su momento; es una falsificación para deslindar su liberalismo social del neoliberalismo que él implantó y sus efectos devastadores. Como si le fuera ajeno, habla del acceso al poder de los neoliberales que son Zedillo, que él inventó y miembros de su propio equipo, contratados por Zedillo, todos igualmente continuadores del giro a la derecha que Salinas impuso al país.
Bastan algunos ejemplos del libro para ver el maquillaje. Se queja del enorme déficit y el más bajo crecimiento en décadas, herencia de Miguel de la Madrid, olvidando que él fue el artífice de este resultado. Las privatizaciones de empresas públicas y sectores de la economía no se hicieron por razones ideológicas, sino por reducir la deuda, aunque el Banco Mundial haya reconocido en ellas el mandato neoliberal. Las privatizaciones no crearon a los más ricos del mundo, crecieron después. El Tratado de Libre Comercio fue para institucionalizar la relación con los Estados Unidos, no por la aceptación acrítica de la globalización y la celebrada apertura neoliberal. Frente a la presión norteamericana de abrir la inversión en el petróleo, afirma que se les negó. No reconoce que abrió la electricidad, e inició la apertura de PEMEX.
Reformó el artículo 27 constitucional para favorecer al Ejido, no fue apertura de la propiedad rural social por la demanda neoliberal. Para los gobiernos neoliberales la soberanía dejó de ser una responsabilidad, siendo que él lo inició con el TLC y la apertura total.
El ataque al neopopulismo atribuido a López Obrador es implacable, con la misma virulencia contra Zedillo. Una novedad es la diatriba contra los “intelectuales orgánicos”, y periodistas destacados que descalifica por neoliberales o por neopopulistas. En realidad les propina toda clase de epítetos por haberlo cuestionado, desde la derecha o la izquierda.
La falsificación ideológica, tiene importancia actual. El salinismo se continua con Zedillo, Fox y Calderón, el modelo que Salinas asumió es el modelo neoliberal de los intereses hegemónicos que siguen imperando, no hay tal liberalismo social ajeno al desastre económico y social, es el modelo que se debatirá sin disfraces en la próxima elección.
López Obrador: La república del amor.
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