Los trapitos de Calderón RAMI SCHWARTZ
UNA COSA ES SEGURA: Calderón se va y deja el closet lleno de esqueletos, lleno de calaveras y de trapitos sucios que habrá que ir sacando al sol poco a poco a que se aireen antes que todo el país huela a muerto y humedad.
Que el Presidente sea o no alcoholico es muy problema suyo y de su familia. Pero que utilice al poder público y las concesiones del Estado para reprimir algo que es vox populi, eso ya es una cosa muy distinta, pero en este sexenio de la improvisación todo es posible, excepto una actitud mesurada por parte de los iracundos que ya se van del poder tras una estela de fracaso tras fracaso.
Todo comenzó cuando la gente de López Obrador inició su campaña para desprestigiar a Calderón. Como no pudo ganar una elección que tenía en la bolsa y no hubo fraude electoral, sino elección de Estado, que no supo denunciar, entonces comenzó la estrategia de desprestigio. En las redes sociales, en la Internet, en los medios, la gente de López Obrador, comenzando por Fernandez Noroña y Ricardo Monreal comenzaron a acusar a Calderón de espurio, ladrón, usurpador y alcohólico. No hubo en su momento una estrategia para contener esta ofensiva contra la imagen presidencial y además, como eran una bola de improvisados, ni siquiera se preocuparon por eso. Su misión era otra: Salvar al país, comenzando por ellos, y así empezaron a viajar por todo el mundo, ir a cumbres, organizar cumbres, jets privados, helicópteros, pura estupidez y nunca se preocuparon por tener una verdadera estrategia de gobierno y comunicación.
Por si fuera poco, muchos de los cuatachos del Presidente que despachaban con el en Los Pinos como Ruiz Mateos, Vega Sicilia (Vega Casillas, de la SFP) y Cordero, a esos sí se les vio borrachos en más de una ocasión; en el caso de Ruiz Maspedo incluso llegó a eventos pasado de copas a decir puras tarugadas. Resultado, hoy es vox populi que el Presidente Calderón sufre de problemas de alcoholismo, aunque no exista una sola evidencia ni prueba pública que así lo confirme.
Corte y nos vamos a entrevistas previas al proceso electoral del 2012. En una de ellas, Carmen Aristegui entrevista a Fernandez Noroña y éste sale al aire con la misma cantaleta del alcoholismo del Presidente. No se le desmiente en su momento, no se exige el derecho de réplica consagrado en la Constitución, nada. Simplemente, tras bambalinas, se le exige a Joaquín Vargas, el concesionario, que despida a Carmen Aristegui. En esos momentos se avecinaba ya la renovación de una concesión en manos de MVS, que la pidió hace muchos años, cuando ni se sabía que esa banda se iba a utilizar, pero MVS la solicitó y a obtuvo, aunque nunca la desarrolló. Y no la desarrolló porque es una banda que se utiliza mayormente para servicios de telefonía celular y MVS no es una empresa telefónica. Sabedores de esto, la Oficina del Presidente, en lugar de desmentir, en lugar de iniciar un proceso para retirar la concesión por falta de uso, en lugar de hacer las cosas de manera limpia y transparente, decide utilizar este hecho para limpiar la imagen de alcohólico de Calderón eliminando a la periodista que permitió en sus micrófonos difundir más ese rumor. El resultado de esta nueva muestra de improvisación del gobierno de Calderón es evidente. Queda como un gobierno represor, irrespetuoso de la libertad de expresión, con la imagen presidencial por los suelos, con el secreto a voces de su alcoholismo, de sus pleitos familiares, maritales y demás. Queda como un gobierno que nunca tuvo una estrategia de comunicación ni de comunicaciones. Vamos, nunca tuvo una estrategia. Queda como un gobierno que utiliza las concesiones como fichas de cambio, que las otorga y retira a placer y no por méritos sino por amiguismo, compadrazgo o para dirimir pleitos entre las elites del poder. En pocas palabras, queda como un gobierno que va a dejar miles de esqueletos en el closet y eso no sólo de manera literal (con ya 100 mil muertos en la famosa guerra contra quién sabe quién), sino también figurativa, con asuntos pendientes que van a perseguir a todos los que, de la mano de Calderón, echaron a perder seis años, un lustro más al basurero de la historia.
Además, reivindicaron a un empresario de muy dudosa reputación como Joaquín Vargas, heredero de las glorias de su padre pero hasta ahí; y a una periodista que ni siquiera es periodista, sino comentarista y que ahora aparece como mártir de la Libertad de Expresión.
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