¿Cómo está La ñora?...
¿Cómo está la chiquita?
CON ESA AMABLE inquisitoria nos saludaba todas las mañanas desde su
esquina de la segunda planta del Club de Periodistas de México, don Manuel
Hernández Alemán. Sumariamente, Alemán para los amigos.
García Ibarra, Don Alemán y Rubén Samperio
Alegre y alburero blanco en
el duelo de memoria y cotidianeidad, hace dos años, día a día, Don
Alemán estuvo atento telefónicamente a nuestra vigilia después de que
nos pasaron por la sierra eléctrica para abrirnos el esternón y revasculizar
nuestra deteriorada coraza.
Hace dos líquidas y sombrías semanas, extrañando su matinal y
permanente guardia voluntaria en nuestro recinto, en correspondencia fraternal
lo conectamos telefónicamente para indagar sobre el motivo de su notoria
ausencia.
Para nuestra amarga sorpresa -dada su vitalidad de ánimo-, nos conmovió
su llanto agradecido por los dolorosos apremios de su hermana, también enferma,
para auxiliarlo diligentemente en su paralizante postración, causada por un
lacerante accidente intestinal. La intuición auditiva nos dijo todo: Eran los
momentos del Adiós.
Vemos hoy, con marchito entusiasmo, la portada de un ejemplar de la Revista Colonia
Española, que dirigió su brody Roberto,
y de la cual Don Alemán fue alma y dinamo, infante y mariscal a la vez.
Una estación, nomás -pero quizá profesionalmente la más significativa y
reconfortante para él- en su prolongada
y fecunda ruta que recorrió con brío juvenil, abriendo las anchas alamedas de la Libertad de Expresión.
Aprendiz de fotografía de origen en su recordada La Prensa, y
camarógrafo en obsequio a su versatilidad de oficiante de tiempo completo y
comprometido, Don Alemán cubrió las sinuosas y no pocas veces sórdidas
incidencias de la vida política del país durante más de medio siglo, en el que
le hablaban de tú desde los
Presidente de la República
hasta el más modesto asistente.
Perteneciente a la irreverente cofradía de la extinguida bohemia
periodística, Don Alemán convivió con la vieja guardia del oficio, a la que
recordaba siempre con respeto venerante. Nunca un denuesto. Ninguna
maledicencia. No era su estilo.
Su lealtad de hombre bien nacido, fue acerada a toda prueba hacia sus
contemporáneos y con las generaciones de relevo. Hizo su humana excepción, sin
embargo: Siempre rindió testimonio de camaradería y fidelidad hacia don Antonio
Sáenz de Miera (+), a quien adoptó como amigo, padre y hermano a la vez, y
acompañó en la época fundacional del Club de Periodistas de México.
Decir que se ha ido, sería una falsa fuga hacia la soledad. En este
mismo momento, su inquisidora ánima debe estar leyendo este texto para acotar y
aderezar su contenido con sus agregados memoriosos, puntuales y chispeantes. La
ñora y “la chiquita” están bien y le mandan cálidos saludos, Don
Alemán. Tenemos una cita pendiente. Salud. (AGI)
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