El origen militar de Internet y el nuevo poder de las corporaciones FERNANDO BÁEZ*
Dwight D. Eisenhower
Una
de las ideas que atizó el fundador de la Biblioteca de Alejandría, exiliado de Atenas en
Egipto, era la promesa de reunir todos los libros del mundo para el rey
Ptolomeo. En el siglo XX, la idea inicial de Internet apuntaba a compilar y
compartir el conocimiento.
Un
hombre bastante desconocido por muchos, llamado Vannevar Bush, científico que
por coincidencia participó en el Proyecto de creación de la Bomba Atómica, creía
que era necesario después de la Segunda Guerra Mundial impulsar el intercambio
sabio de datos y en julio de 1945 publicó su controversial ensayo Cómo
podríamos pensar, en Atlantic Monthly.
Dado que toda
suspicacia es válida, la nota del editor que introdujo el texto no puede ser
ignorada hoy:
“Como Director de la Oficina para la Investigación y el
Desarrollo Científico del gobierno de los Estados Unidos, el doctor Vannevar
Bush coordinó a unos seis mil de los más prominentes investigadores
estadounidenses de la época en actividades destinadas a aplicar la ciencia al
desarrollo de sistemas de armamentos.
“En este
significativo artículo Bush presenta a los científicos un incentivo una vez que
la guerra ha terminado, y les anima a dedicarse a la ingente tarea de hacer más
accesible el inmenso y siempre desconcertante almacén de conocimiento de la
raza humana. Durante años, las invenciones de la humanidad han servido para
aumentar el poder físico de las personas y no su poder mental.
“Así, los martillos
hidráulicos multiplican la fuerza de las manos, los microscopios agudizan la
mirada y los motores de detección y destrucción constituyen los nuevos
resultados, aunque no los resultados finales, de la ciencia. En este momento,
explica Vannevar Bush, tenemos en nuestro poder instrumentos que, desarrollados
de manera adecuada, pueden proporcionar al género humano el acceso y el control
sobre el conocimiento que hemos ido heredando a lo largo de toda nuestra
historia”.
Índice de memoria
Sin más palabras, lo
que planteó Bush iría más allá en la oferta de un dispositivo que jamás se
construiría al que llamó Memex (Memory
Index, índice de Memoria), concebido a partir de máquinas calculadoras como las
que imaginó el pensador Gottfried Wilhelm Leibniz o el aparato de Charles
Babbage.
Se trataba de un
artilugio basado en la noción de huellas de la memoria que se almacenaban como
se hacía en los microfilms con la diferencia de que podían retransmitirse: la
versión de esta máquina suponía que se instalarían artefactos en otros países y
de esta forma se establecería una red.
Vannevar Bush al centro.
Todavía en 1948, Bush
insistió con Memex II, que no
interesó a ninguna revista y se editó post-mortem, pero en cambio fundó en 1922
la empresa American Appliance Company, que hoy lleva el nombre de Raytheon y en 2013 es la quinta
contratista más relevante del Pentágono, especializada en artilugios de guerra
electrónica, misiles y programas informáticos de ciberseguridad por medio de su
división en Texas. Durante la
Guerra Fría, Raytheon apadrinó a decenas de políticos para
centralizar sus negocios en una base estable. Qué vueltas da la vida entre los
paréntesis: de Memex a Raytheon.
Esta relación entre
Internet y el sector militar no termina ahí y es vital atar cabos para no ser
incauto y confundir un ideal humanístico gestado en la antigüedad por una
corriente de sabios preocupados por el porvenir con el crecimiento sostenido en
los niveles de control y aprovechamiento de la información para imponer dominio
cultural y tecnológico.
Un usuario normal el
dato mínimo que provee a los operadores de Internet, en 99 por ciento con
conexiones militares, es un número de localización inmediata a la que se pueden
añadir toda la información contenida en la computadora o teléfono.
En su origen,
Internet nace oficialmente de la
Red de Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada
(ARPAnet) porque el Departamento de Defensa de EEUU no contaba con una red
veraz para vincular a los contratistas con los programas de seguridad nacional.
ARPAnet ponía el
dinero y las universidades a los investigadores y esa relación no ha cesado
nunca: en principio la MILNET
se distinguió de ARPAnet por su condición militar, aunque esa precisión es más
un tecnicismo que otra cosa. La misma agencia sigue presente bajo el nombre de
DARPA porque Defensa insistió en trascender con una nueva fase creando otra red
más veloz.
La experiencia
exitosa de esta red ocurrió en diciembre de 1969, casi paralela a la red de
datos TYMnet que funcionó desde 1964 con dos ordenadores de tipo 940 SDS/XDS
que usaban la red telefónica para enlazar computadoras.
La diferencia es que la TYMnet que coordinaban
Norma Hardy y Tymes Laroy fracasó y el éxito es el que fija el sentido de la
gloria occidental. Otro experimento que se transformó fue SITA, la Sociedad Internacional
de Telecomunicaciones Aeronáuticas, que comenzó en 1949 y siguió con modestia
hasta convertirse en una vasta red en los aeropuertos de distintas capitales.
ARPAnet, con apoyo de
Defensa no podía darse el lujo de tirar al cesto de la basura las carreras de
sus protagonistas y fue producto del estupor de EEUU cuando el 4 de octubre de
1957 la Unión
Soviética lanzó el satélite SPUTNIK y se desató el pánico
entre los planificadores que veían en el comunismo un modelo a combatir
ferozmente.
Isaac Asimov en su trono estilo Lincoln.
Con su carácter
conciliador, el Presidente Dwight E. Eisenhower comprendió que había recibido
un mensaje de sus colegas soviéticos y convocó a las mentes más brillantes, les
aseguró presupuesto y la
Directiva 5105.41 y la
Ley 85-325 para legalizar una red que asegurara que las
comunicaciones se mantendrían activas ante un posible ataque nuclear.
Hacia 1962, Joseph
Carl Robnett Licklider pensó en una solución para dar una respuesta contundente
a los soviéticos y escribió un memorándum el 23 de abril de 1963 dirigido a los
miembros de la Red Intergaláctica de ordenadores -similar al título de un libro de Isaac Asimov- que
había contribuido a gestar en la
Oficina de Procesamientos Técnicos de Información de ARPA. La
anticipación era fabulosa, pero demandaba tecnologías ni siquiera existentes
porque el lenguaje de programación de los sistemas era un bosquejo.
La Corporación RAND, que pasaría a ser un grupo
de think tank o cuadro de asesores
especialistas distribuidos en el mundo, incluso Catar, se reunió para efectuar
cambios. Larry Roberts, un genio de la
MIT (Massachusetts Institute of Technology) pensó bien en usar
paquetes de información, leyó detenidamente el texto del precursor Licklider, y
pudo sacar en claro que era posible adelantar una red que tuvo cuatro nodos en
1969 con una transferencia entre las universidades de Los Ángeles y Stanford,
15 nodos en 1972 y su fórmula de paquetes que consiguió que los backbones o
columnas vertebrales marchara sin percances.
Para resumirlo, un backbone es la unidad troncal que lleva
mediante routers o enrutadores los datos comerciales, académicos y personales
en gran masa por cableado. A diferencia de un paquete enviado por alguien
siguiendo el correo normal, que puede ser desde un contrato hasta una lámpara,
un paquete en informática es la descomposición en fragmentos de un mensaje con
los rótulos de dirección y de identificación.
Gottfried Wilhelm Leibniz
Al salir de ARPAnet,
Roberts entendió que valía la pena pensar un tiempo, trabajó en DHL y luego
como Ejecutivo de Telenet hasta 1980. Tres años después, se dedicó al Modo de
Transferencia Asíncrona (en la calle es más fácil reconocerlo por sus siglas
ATM) para facilitar las comunicaciones financieras y también este invento fue
el soporte del Internet de Banda Ancha conocido técnicamente como Línea de
Abonado Digital Asimétrica (ADSL). La asimetría procedería de que la recepción
y envío no son equitativos, una supera a la otra.
Otro científico de la MIT que aprovechó ARPAnet fue
Ray Tomlinson, quien recibió como empleado de Bolt, Beranek and Newman (que
pasó a ser la BBN
Technologies) el encargo de Defensa de buscar un modo de
enviar el equivalente a los telegramas o cartas en medio de una batalla para
mejorar las comunicaciones.
Hacia 1971, ya era
posible enviar un correo por esta vía y así se hizo utilizando un computador
BBN-TENEXA (BBNA) de 64k, que fue la unidad receptora de un texto irrelevante
que salió de otra computadora llamada BBN-TENEXB (BBNB) con 48k.
Para comprobar el
invento se imprimió en una terminal Teletype KSR-33. Nunca, hasta que recibió
un premio en 2009 por haber inventado el signo de @ para diferenciar los
correos, Tomlinson creyó en el valor de lo que hizo, pero algo supo que lo
mantuvo alejado, se dedicó al campo a cruzar ovejas y perdió todo respeto en la
información que circula.
También ligado a
DARPA, bajo directrices de Defensa, estuvieron Vinton Cerf y Robert
Kahn, quienes habían sido contratados por la Oficina de Técnicas de Procesamiento de
Información y de sus trabajos derivaron nada menos que el Programa de
Control de Redes y desde 1973 ambos trabajaron en superar esta etapa y crearon
las matrices de transmisión de información condensadas en los Protocolos de
Control de Transmisión (sus siglas serían TCP) y el Protocolo de Internet (el
indispensable IP).
Sin esos elementos,
la red militar no habría podido conformarse en los años de mayor tensión con la Unión Soviética
hacia 1983 cuando un ataque nuclear se vislumbraba desde EEUU sin considerar
que la Unión Soviética
declinaba sin remedio. Pero había demasiado dinero de por medio como para
admitir esa decadencia ante la opinión pública. Los contratistas del Pentágono
temían que si los políticos se enteraban de la descomposición soviética
disminuirían los presupuestos.
Durante el gobierno
ignominioso de Bill Clinton, se lanzó el Internet 2 para eludir las
computadoras lentas enlazadas, facilitar las comunicaciones rápidas y ya el
Internet comenzaba a ser una realidad más popular, soportado por la propuesta
de Theodore Holm Nelson y su Proyecto Xanadú
-nombre tomado del poeta Samuel T. Coleridge- que logró encontrar la fórmula
mágica de la interfaz atractiva con el usuario y lector. El hipertexto prometía
ser y fue una Interfaz muy cercana a la interacción voluble con la gente.
La fascinación de
Internet llevó al candidato a vicepresidente Al Gore en 1992 a solicitar a los
contratistas apoyar la iniciativa Nacional de Infraestructura de la Información (la INI) y se refirió a la
importancia de crear la
Autopista de la Información con equipamientos más potentes,
versátiles, con cableado de fibra óptica para el flujo de datos y los gobiernos
de las principales potencias se contagiaron de ese entusiasmo.
De la INI se pasó luego a la GII o Iniciativa de
información Global. Lamentablemente, todo eso terminó en una distopía
alfabética porque el periodista Norman Solomon en el año 2000 se atrevió a
cuestionar los objetivos conseguidos con un tremendismo que le ganó grandes
enemigos por poner las cosas en su sitio:
“Sí, el correo electrónico es estupendo. Sí, Internet ha resultado
valiosísimo para activistas con grandes ideales y pequeño presupuesto. Y sí,
los motores de búsqueda son capaces de localizar una gran cantidad de
información en segundos. Pero vamos a concentrarnos en lo que le ha ocurrido a la World Wide Web en
general”.
La reconsideración en
la prensa de las expectaciones del público con respecto a Internet ha corrido
en paralelo a la comercialización constante del ciber-espacio.
Cada vez más, las
grandes corporaciones están tejiendo la Red. Los sitios web con mayor tráfico así lo
testifican. Casi todos los sitios web más populares son en la actualidad
propiedad de grandes conglomerados. Incluso los resultados de los motores de
búsqueda son cada vez más sesgados, pagándose lugares prioritarios entre
bastidores.
Hoy en día,
"autopista de la información" es un término que suena pasado de moda,
y ligeramente pintoresco. La
World Wide Web ha perdido todo sentido aparte de hacer
dinero. Es el triunfo del comercio electrónico.”
En 2014, la Red informática mundial (World
Wide Web) tiene 3.82 billones de páginas, de acuerdo al índice que ofrecen los
buscadores estadounidenses Google, Bing y Yahoo. La mayoría son empresas. Eso
no hay que olvidarlo porque ya no hay Internet sin back doors o puertas de acceso para que los gobiernos obtengan
información privilegiada.
Unos sacan más
partido que otros y EEUU va a la cabeza de los que mayores beneficios han
obtenido de todo esto en una guerra comercial amoral.
*Rebelión Fernando Báez es
autor de Los primeros libros de la humanidad (Fórcola, Madrid,
2013).
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