La noción de una izquierda en un país como el nuestro suele ser bastante relativa, muy poco clara para el común denominador de los electores. Peor todavía, con la argamasa de intereses que se han venido formando en los últimos años, en aras de la obtención de recursos financieros de los organismos electorales, sobre todo para que estos fluyan hacia las agrupaciones políticas que se dicen de izquierda o simplemente progresistas.
Cabe recordar la coyuntura en la que surgió la que, hasta hace algunos años, fue la agrupación más exitosa de la llamada izquierda mexicana, el Partido de la Revolución Democrática. Tras la mítica caída del sistema de aquél miércoles 6 de julio de 1988, en la que se presentó la derrota de la coalición encabezada por Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, surgiría en la primavera siguiente una promisoria opción política.
Muchos recordamos ese 5 de mayo de 1989, hace ya cinco lustros de ello, la fecha en la que esta agrupación salía a la luz pública, marcando un hito en la configuración del maltrecho panorama de las contiendas político partidistas en México.
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Cabe recordar que, poco tiempo después, esta agrupación fruto de un variopinto espectro ideológico se afiliaría a la Internacional Socialista. Paradójicamente esta última circunstancia la comparte con su más acérrimo rival; el partido surgido en 1929 a instancias del general Calles; el Revolucionario Institucional.
En ese marco de 1989 es inevitable aludir a las figuras de muchos personajes del espectro ideológico que fungieron como los padres fundadores de esta agrupación. Buena parte de ellos ya no militan en el llamado Sol Azteca, vienen a cuento figuras de la talla de Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo, César Buenrostro, Ifigenia Martínez; única que a la fecha sigue militando en el partido; entre muchos otros personajes más que conformaron en su momento un refrescante partido.
En sus primeros años, el PRD parecía ser una auténtica opción de tipo progresista para los electores que no estaban satisfechos con el bipartidismo que privaba en este país. Durante varias décadas, México fue testigo de la hegemonía del tricolor, que tenía frente a sí a la leal oposición del blanquiazul, una oposición que; las más de las veces; fue simplemente una postura testimonial de los triunfos, o de los escamoteos electorales de los herederos de Calles.
Por tal motivo el llamado Sol Azteca tuvo una época promisoria para los electores, sobre todo para los afincados en el Distrito Federal. Fue aquí que, en 1997 el PRD, tuvo su primer gran triunfo al llegar a la naciente jefatura de gobierno el llamado líder moral Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano.
Baluarte perredista
Ya en pleno siglo XXI esta agrupación tuvo notabilísimos avances entre los electores del país. El más destacado de ellos fue que siguió gobernando en la capital de la República, asimismo obtuvo mayoría parlamentaria en esta entidad y, a la par de lo anterior, pudo obtener el triunfo en varias gubernaturas.
A reserva de lo anterior, entre los principales sectores de la opinión pública del país siempre existió la percepción de que los militantes del Sol Azteca estaban permanentemente divididos, enfrascados en una confrontación que incluso adquirió un cariz nominativo, las tribus del PRD.
Cabe resaltar que esa percepción fue constantemente alimentada por los principales medios de comunicación, así como por la mayoría de los líderes de opinión filogobiernistas, que veían en sus juicios una manera de golpetear al partido que parecía amenazador a los intereses del prianato.
A pesar de que en las elecciones presidenciales del 2006, y también en los comicios del 2012, el PRD acarició la posibilidad de que su abanderado a Los Pinos; el tabasqueño Andrés Manuel López Obrador pudiera obtener el triunfo; las formas de convivencia no se pudieron recomponer. La descomposición fruto de las permanentes luchas intestinas fue viento en popa, todo ello para regocijo de los detractores de esta agrupación que, a la fecha a pesar de sus yerros, se dice de izquierda.
Vicios añejos
Al paso del tiempo, el PRD reprodujo las peores prácticas clientelares de sus antecesores del PRI. Las corruptelas y las ofensivas canonjías entre quienes encabezaban los diversos comités estatales e incluso el nacional, fueron el pan de cada día entre los perredistas.
La descarada venta de candidaturas de todo tipo, se volvió una política recurrente desde hace mucho tiempo, el moche entre sus legisladores, los fraudes en los procesos internos se volvieron la norma. Peor aún, la postulación de criminales que, por el simple hecho de tener dinero para sufragar sus campañas, eran los que el partido postulaba a cargos de elección popular, caso representativo de esta podredumbre fue el defenestrado munícipe de Iguala José Luis Abarca.
Esas y muchas otras prácticas de corrupción, fueron las detonantes de la peor de las crisis que ha vivido esta agrupación en sus escasos 25 años de existencia. Por ello, y dadas las penosas circunstancias que atraviesa, más de uno de sus ex militantes exige la plena refundación de ese partido que, desde hace mucho tiempo, tiró al cieno de la política su proyecto original.
El acabose de esas prácticas acomodaticias y serviles al poder en turno, una circunstancia que ha sido como una especie de tiro de gracia para el PRD, fue la firma por parte de sus dirigentes del llamado Pacto por México, hecho que se dio a comienzos del sexenio del presidente Peña Nieto.
Usurpadores
Esta polémica medida fue fundamentalmente impulsada y avalada por una fracción que se apropió del partido desde hace varios años, ésta es conocida como la Nueva Izquierda, aunque al exterior del mismo se le suele nombrar popularmente como Los Chuchos. Cabe recordar que la desbandada en oposición a lo que la dirigencia transaba con el régimen peñista, comenzó desde el ya lejano 2012, cuando el polémico y carismático López Obrador salió del PRD para fundar su propia agrupación, el Movimiento de Regeneración Nacional, MORENA.
Con AMLO, como fue evidente, salieron muchos militantes que simpatizaban con su movimiento, hoy día son ya una fuerza política que puede desplazar en muchos distritos del país a la agrupación de la que emigraron.
Sin embargo, ello no frenó las salidas del Sol Azteca. En las postrimerías del 2014 una renuncia causó revuelo a nivel nacional, y fue la del llamado líder moral del partido, Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano.
Cárdenas abiertamente expresó su frustración por el sesgo que había tomado el partido que él había ayudado a fundar cinco lustros atrás. Un partido que se había sometido al poder, que se había corrompido; y que poco había hecho por evitar el visible deterioro en la vida de este país; en síntesis el PRD había sido un manifiesto corresponsable en la brutal regresión que se vive entre millones de mexicanos.
El siguiente éxodo
Tras el michoacano, ex líder moral de la agrupación de la Revolución Democrática, se inició otra desbandada del partido que dice encabezar todavía Carlos Navarrete, quien como sabemos pertenece a la corriente de la Nueva Izquierda chuchista. En lo que va de este 2015 han abandonado esta agrupación, entre otros personajes de la talla de Alejandro Encinas y María Rojo.
Todo lo anterior no es sino un fiel reflejo de la brutal descomposición del PRD, una agrupación que terminó por pervertirse, por volverse en el peor de los casos una cortesana del espectro político. Que, en buena medida, solo subsiste por los multimillonarios recursos que en este año electoral recibirá del INE, y no necesariamente porque sea una opción real para los votantes de perfil progresista que busquen transformar a nuestro país a través del proceso de sufragar en las urnas.
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