La alguna vez conocida como La Ciudad de los Palacios, gobernada desde el ya lejano 1997 por el partido del Sol Azteca, sigue siendo a pesar de todo, una gran caja de resonancia de todo lo que sucede en el país.
Es un gigantesco crisol de todos los grupos sociales y políticos que existen en este México del siglo XXI. Por ello, la ciudad de México ha venido siendo gobernada por individuos del más diverso perfil, pero que, al menos de manera pública, se suelen asumir como parte de esa argamasa política llamada izquierda.
En esta coyuntura sociopolítica que estamos viviendo mientras que, al frente de Los Pinos está un representante del viejo régimen priista, encabezando el Palacio del Ayuntamiento del DF se encuentra un abogado que públicamente no ha asumido militancia política alguna.
La mejor opción
Miguel Ángel Mancera Espinosa, representando a la colación denominada Movimiento Progresista, obtuvo la jefatura de gobierno del DF con una cifra histórica. En el 2012 votaron por él poco más de tres millones de personas, lo que significó que casi el 64% de los electores lo consideraron la mejor opción.
Una cifra nunca antes vista en una elección a nivel local, misma que le dio a Mancera un triunfo a toda lid, sin margen alguno que se prestara a la polémica, caso muy diferente a la elección a nivel federal, que se desarrolló de manera un tanto accidentada.
Sin embargo, desde que obtuvo la postulación por parte del PRD a la jefatura de gobierno, Mancera se ha visto bajo la lupa por parte de los grupos de mayor raigambre en la militancia de ese partido. Tanto por no haberse afiliado formalmente a él, como por la percepción que genera su figura, la de ser una personaje de escasa carrera política que era ciento por ciento hechura de su predecesor Marcelo Ebrard.
Era tal la popularidad que Mancera Espinosa había heredado de aquél que las revistas del corazón le nombraron en ese entonces el soltero del año, nada mal para alguien que apenas en el año 2000 había ingresado al servicio público como un asesor más en la Asamblea de Representantes del DF.
Pero recordemos que en aquella famosa coyuntura del 1 de diciembre del 2012, el gobierno capitalino que aún no estaba a cargo de Mancera se vio ensombrecido por el uso excesivo de la fuerza en contra de los manifestantes que salieron a las calles a expresar su descontento por la toma de posesión de Peña Nieto.
Desde entonces, este tipo de prácticas que rayan en lo represivo se han vuelto frecuentes en muchas de las movilizaciones que se han presentado en este territorio gobernado formalmente por el PRD.
Vasallaje
Para reforzar esa percepción de colaboracionismo con el gobierno federal, a diferencia de sus dos predecesores, Mancera no tuvo empacho alguno en reconocer como legítimo al ocupante de Los Pinos. La ciudadanía fue testigo de cómo, desde los primeros días de su encomienda al frente del DF, acompañaba a Enrique Peña Nieto en algunas de la ceremonias que eran encabezadas por éste.
Así mismo, al paso de los meses eran muy evidente que las promesas de campaña del jefe de gobierno se estaban quedando en solo eso, meros ofrecimientos a la gente en pos de su voto. Promesas clientelares como la seguridad en todo el territorio del DF, el desarrollo de los programas sociales, la educación para todos, así como la atención a las demandas ciudadanas y a los derechos de estas, se fueron quedando en palabras huecas a los oídos de quienes habían pensado en Miguel Ángel Mancera como alguien que podía emular todo lo que el tabasqueño López Obrador había logrado en pro de los grupos vulnerables de la capital de la República.
El affaire Metro
Como a nivel federal, la inseguridad y la corrupción han sido dos de los más importantes reveses que ha tenido Mancera a lo largo de sus dos primeros años al frente de la ciudad de México. Caso paradigmático fue el de la multicitada Línea 12 del Metro, orgullo de la administración de Ebrard Casaubón, misma que unos cuantos meses después de haber tomado posesión, Mancera tuvo que cerrar varias de sus estaciones por la gran cantidad de irregularidades que se fueron descubriendo.
Cabe recordar también, como en diciembre de 2013 Mancera tuvo que salir a dar la cara, ya que públicamente defendió el incremento al precio del boleto del Metro. Como siempre el anzuelo a la ciudadanía fue que, con ese incremento, el servicio iba a mejorar un ciento por ciento pero, a la fecha, más de un año después de esta medida los millones de usuarios de este transporte público siguen esperando que el ejecutivo estatal honre su palabra.
Simultáneamente, el ejecutivo prometió que de los vagones del Metro desaparecerían los miles de vendedores que habían hecho de sus instalaciones su base de trabajo. Se crearon programas de apoyo económico para brindarles sustento durante algunos meses y, también, se prometió capacitarlos para su posterior reinserción al mercado formal.
De la misma manera, como millones de usuarios han podido constatar este último ofrecimiento se quedó en solo eso, una promesa para mejorar un servicio, un boleto más caro con lo que tan solo se logró irritar a la población.
Seguridad ciudadana
Pero qué podemos decir en el ámbito de la seguridad, durante dos años hemos escuchado la retahíla de argumentos de Miguel Ángel Mancera y de sus subalternos en torno a que en el DF no operan los cárteles de la droga, y de que día con día se mejora la seguridad para los habitantes de la metrópoli. Pero más allá del discurso oficial la ciudadanía difícilmente puede sentirse segura en esta capital, mucho menos ante la cada vez más creciente oleada de extorsiones que deben afrontar buena parte de los comerciantes y empresarios afincados en el DF.
Aunado a lo anterior, ante la gran cantidad de manifestaciones sociales que se han presentado en el DF, la respuesta de los cuerpos policiacos a cargo de Mancera no ha sido bien percibida por los defeños. Por el contrario, diversas organizaciones han acusado que la policía capitalina no solo reprime a los ciudadanos que participan en las marchas, sino que también ha arremetido indiscriminadamente en contra de los personas inocentes.
Igualmente, las críticas que se le hacen señalan que sus operadores policiacos se han dedicado a infiltrar a sus integrantes, y de hacerlos pasar como anarquistas violentos para desacreditar las expresiones de protesta ante los ojos de la opinión pública.
Peón federal
A pesar de que Miguel Ángel Mancera ha intentado reconquistar el apoyo ciudadano que lo llevó al poder en el 2012, con guiños como su propuesta para incrementar el salario mínimo a los $82 diarios. A ésta habrá que sumar la estentórea declaración, de que todos los miembros de su gabinete tendrán que difundir su declaración patrimonial so riesgo de perder el empleo.
Pero ambas han sido propuestas que la ciudadanía ha visto como un mero formulismo de cortesía, la gente sigue percibiendo a Mancera Espinosa como un hombre que dista mucho ser de izquierda. Lo ven como un arribista que se trepó al PRD. Y lo que resulta peor es que, desde ahí, se ha vuelto un servil funcionario a la disposición del gobierno federal.
Por ello si no hay súbitos cambios en el timón del gobierno capitalino, los ciudadanos del DF seguirán percibiendo al Dr. Mancera como un mero subordinado de Enrique Peña Nieto, y también como un feroz represor de las manifestaciones sociales que, semana a semana, tienen a la ciudad de México como escenario.
Por lo tanto, los escenarios para los próximos cuatro años ya están trazados para Miguel Ángel Mancera, son tres, a saber. El primero, seguir siendo un empleado al servicio irrestricto de Los Pinos; el segundo peor aún, un flagrante represor de la ciudadanía, un burócrata con un discurso usufructuario de la ley que con ella someta a las organizaciones sociales.
Por último, un verdadero jefe de gobierno que siendo garante de las leyes, haga de éstas instrumento para el beneficio de toda la población de la alguna vez llamada, la región más transparente. Por ende, Cronos tendrá la última palabra.
More articles by this author
|