El University Club Reforma parece construido hace unas semanas. ¿Por qué?: el edificio que se construyó en 1902 está impecable, y es un gozo observar sus decoraciones, muebles, tapices, cuadros, vajillas, etcétera.
Recibí una invitación de Elvira Baranda García (directora general) y de Magdalena Carral Cuevas (imagen pública), para ir a comer y constatar la conservación de este hermoso icono de la Ciudad de México.
El Club ha sido testigo de momentos trascendentes y continúa siendo un importante espacio de referencia, toda vez que entre sus miembros destacan personajes que reflejan la vida de la capital mexicana e inciden en ella. En la privacidad de sus salones se siguen escribiendo páginas de la historia, que a veces se vuelve pública, precisamente porque influyen en el devenir colectivo. Su imponente casona de Paseo de la Reforma 150 ha sido y es, en efecto, sitio privilegiado de convivencia y encuentro, de celebración e intercambio de ideas, de eventos significativos y memorables.
La edificación de la casa que compró el club y que actualmente es su sede principal fue iniciada por Juan Urquiaga y Rincón Gallardo. Urquiaga la vendió el 31 de julio de 1901 a José Gargollo y Garay, que terminó su construcción. Don José también adquirió la casa colindante sobre la calle de Fuentes Brotantes, la cual pasó a ser parte del jardín de la casa. Finalmente, el día que visité el Club comí sopa de tortilla, crema poblana, fideo seco, ensaladas, salmón ahumado, Rib Eye al vino tinto, y otras delicias.
La tarde fue inolvidable, escuchando a don Pedro Plascencia, que interpretó –al piano—música de todas las épocas-- y agradecí al chef Guillermo Rogell y a la brigada (comandada por José Luis Morales y Rodrigo Reséndiz) sus finas atenciones, así como a mi amiga Elvira Baranda. Me despido con la frase “Nunca es tarde para reverdecer viejos laureles”.
El University Club está en pie y ¡como nunca! Paseo de la Reforma 150. Tel. 5566 2266. Y hasta la próxima, ¡abur!
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