LA PENINSULA COREANA es un fenómeno de seguridad regional complejo y dinámico. Corea del Norte y Corea del Sur firmaron sólo un armisticio en 1953, por ello técnicamente continúan en guerra. Los cambios operados en el mapa político mundial, entre ellos, la disolución del bloque socialista, modificaron el esquema dicotómico de la Guerra Fría, no el status quo político-militar de la península coreana.
AL TÉRMINO de la II Guerra Mundial, ni los Estados Unidos, ni la Unión Soviética pensaron en la formación de dos Estados Coreanos independientes. Ya en la Conferencia de El Cairo, celebrada en 1943, Estados Unidos, Gran Bretaña y China acordaron que Corea tendría que ser una nación libre e independiente “a su debido tiempo”. Esta intención fue planteada en la Conferencia de Teherán. Se acordó entonces la organización de un protectorado —garantizado por cuatro potencias— y en donde a la vez la URSS y los EE.UU. formarían una comisión conjunta que vería por el establecimiento de un gobierno provisional en Corea. Estos países discutieron dichas propuestas, y fueron ratificadas en las Conferencias de Yalta, Potsdam y Moscú.
Sin embargo, el proceso tomó otro rumbo. A partir de la ocupación de las fuerzas soviéticas en Corea del Norte y de las estadounidenses en Corea del Sur, cada ejército permeó con su propia ideología política-económica su respectiva zona de influencia y reestructuró las fuerzas locales en consecuencia con sus idearios.
Ni vencedores ni vencidos
La Guerra de Corea, 1950-1953, confirmó que no hubo vencedores ni vencidos. Solamente se firmó un armisticio que no significó el fin de la Guerra. Ambos países desarrollaron esquemas de seguridad y alianzas estratégicas para salvaguardar su interés político y su propia existencia. Hoy en día, persiste esta situación así como la amenaza nuclear latente a la seguridad regional. Es un escenario en el que obviamente ambas Coreas no son los actores exclusivos, también participan las potencias regionales Rusia, China, Japón y EE.UU.
Para Estados Unidos es claro que la región del Pacífico asiático está sobrepasando a Europa como socio económico viable. Estados Unidos ha mantenido su presencia militar en esta región para proteger sus intereses económicos y políticos, considerando la importancia estratégica de la península coreana. De ahí su reticencia a dejar actuar solas a las dos Coreas ante una posible unificación. Así, EE.UU. se ha valido de las crisis económica-financieras en Asia Pacífico en general y de Corea del Sur en particular, del impasse en el diálogo intercoreano, de las presiones sobre Corea del Sur, y de una hábil estrategia diplomática para hacer parcialmente a un lado a Corea del Sur y poner de frente como su interlocutor directo a Corea del Norte, pero en los propios términos estadounidenses. Y al mismo tiempo poner como pretexto la contención de Corea del Norte, para en su estrategia limitar, cercar a China en su ascenso al rango de potencia mundial.
China ha estado profundizado sus relaciones con Corea del Sur y con EE.UU. Esto es muy importante en virtud de que China está actualizando, reajustando y reequilibrando sus intereses geopolíticos, geoestratégicos y geoeconómicos a la nueva arquitectura mundial y a su nuevo carácter como líder global hegemónico o como les gusta decir actualmente a los chinos, como potencia principal.
Por ello, es claro que la península coreana es un fenómeno de seguridad regional complejo y dinámico. Los cambios operados en el mapa político mundial, entre ellos, la disolución del bloque socialista, modificaron el esquema dicotómico de la Guerra Fría, no el status quo político-militar de la península coreana.
Corea del Norte y el mundo llevan décadas en una espiral de acción-reacción: el chantaje nuclear, la condena global, las sanciones, la distensión, las negociaciones y los acuerdos.
Liturgia recurrente que se ha repetido en múltiples ocasiones
En ese círculo vicioso Pyongyang explotó, el 6 de enero de 2016, una cuarta bomba, supuestamente de hidrógeno. Anteriormente ya había explotado tres bombas nucleares subterráneas en 2006, 2009 y 2013 y lanzado un misil en diciembre de 2012. Y, el 2 de marzo de 2016, nuevamente lanzó varios misiles de prueba. La ONU condenó los hechos y amplió las sanciones al régimen. Éste contestó con las habituales amenazas de aniquilación urbi et orbi.
Corea del Norte declaró que Estados Unidos, Corea del Sur y Japón serían los objetivos de sus misiles nucleares, tildándoles de ser siervos de Washington. Y que el ensayo nuclear y el lanzamiento de cohetes sólo habían sido unas medidas a la que seguirían otras de mayor magnitud.
Lo que Corea del Norte busca es negociar con EE.UU. desde una posición de fortaleza, como negoció Pakistán, y no de debilidad como lo hizo Libia. Por ello, Corea del Norte ha rechazado y seguirá rechazando las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU que exige el fin de su programa nuclear. Pyongyang ha planteado siempre, en tono desafiante, que perseguirá su objetivo de convertirse en un Estado con pleno derecho a tener armas nucleares.
En este contexto, el Consejo de Seguridad de la ONU, aprobó resoluciones condenatorias y prohibicionistas en 2006, 2009, 2012 y 2013. En ellas, se prohibió cualquier transferencia a Corea del Norte de vehículos blindados, artillería de alto calibre, helicópteros de ataque, naves de guerra y misiles. Las resoluciones también sancionaron las actividades ilícitas del personal diplomático norcoreano, las relaciones exteriores de sus bancos, las transferencias ilícitas de dinero en efectivo, y endureció las restricciones de viaje a funcionarios norcoreanos.
Sin duda, la adopción de la resolución 2270, unánimemente aprobada el 2 de marzo de 2016, por los 15 miembros del Consejo de Seguridad, fue más rígida. En esta ocasión, las sanciones afectaron a varios sectores de la economía Norcoreana. Se trató de un mensaje inequívoco al régimen de Corea del Norte. Por primera vez en la historia todos los buques de carga que salgan o entren a Corea del Norte (RPDC) están sujetos a inspecciones obligatorias. Se prohibieron las exportaciones de armas pequeñas y armas convencionales. Se impuso sanciones financieras dirigidas contra los bancos y los ahorros de la RPDC.
Todos los artículos nucleares y de misiles de doble uso fueron prohibidos por la resolución. Se impusieron sanciones sectoriales, limitando y en algunos casos prohibiendo las exportaciones de Corea del Norte de carbón, hierro, oro, titanio y minerales naturales raros. Asimismo, se prohibió el suministro a la RPDC de combustible de aviación, incluido el combustible para cohetes. La resolución 2270 emplazó también a los 193 países miembros de la ONU a proceder al cierre de todas las instituciones financieras norcoreanas que operasen en su territorio y se prohibió en paralelo la colaboración en la formación técnica en los ámbitos relacionados con el programa nuclear, incluido el espacial.
Desnuclearización de la península
Con dicha resolución se busca alcanzar las metas de la desnuclearización de la península coreana, la paz y la estabilidad regional y mundial. Y convencer a Corea del Norte para que regrese al proceso de negociaciones sobre la necesaria desnuclearización.
Además, en esta ocasión, Estados Unidos también impuso sanciones unilaterales contra Corea del Norte incluyendo en la lista negra, ya existente, a la Comisión de Defensa Nacional y altos cargos del régimen norcoreano. La Comisión fue incluida en la lista con 11 funcionarios y 5 entidades ya añadidas a las sanciones estadounidenses. Las otras cuatro entidades fueron la Academia Científica de Defensa Nacional, el Ministerio para la Industria de la Energía Atómica, la Administración Nacional para el Desarrollo Aeroespacial y la Comisión Militar Central del Partido de los Trabajadores de Corea del Norte.
Lo anterior trajo como consecuencia una fuerte escalada de tensiones en la península coreana debido además a la celebración anual de los ejercicios militares conjuntos que se desarrollaron entre Corea del Sur y EE.UU. desde el 7 de marzo al 30 de abril. Queda claro que las amenazas nucleares no son un juego. La retórica agresiva y el posicionamiento militar sólo generan reacciones y alimentan el temor y la inestabilidad. El problema es que cualquier evento en esta zona podría salirse del control y modificar el orden político y la balanza de fuerzas regionales.
EE.UU. está preparado con el sistema THAAD que es capaz de interceptar misiles a gran altitud. Por eso, a ese despliegue, añadieron dos destructores AEGIS antimisiles ya posicionados en el Pacífico occidental. En este contexto, es claro que la presencia militar estadounidense en el noreste de Asia es un elemento de equilibrio disuasivo frente a Rusia, China y Japón, que han tenido, desde siempre, intereses históricos en el área, y más concretamente hacia la península coreana.
Sistema de defensa antimisiles
Rusia y China han denunciado el despliegue del escudo antimisiles de Estados Unidos en Corea del Sur. Moscú y Beijing están preocupados porque Estados Unidos planea aprovecharse de la situación en la península coreana para instalar un sistema de defensa antimisiles en la región. Hecho que podría poner en peligro la seguridad de Rusia y China.
El argumento de estas potencias es de que EE.UU. realmente busca afianzar su presencia militar en la región e introducir nuevas armas, incluso las más sofisticadas tecnológicamente, desproporcionadas con respecto a la realidad de la amenaza. Rusia y China piensan que las instalaciones antimisiles de Estados Unidos no apuntarían a Corea del Norte, sino hacia Rusia y China.
En ese entorno hay que destacar que Corea del Sur y Estados Unidos tomaron la decisión, el 14 de abril pasado, de implementar un acuerdo bilateral de energía nuclear que abra el camino para que Seúl desarrolle tecnologías clave y consiga un suministro seguro de combustible nuclear. Sin duda, ese acuerdo es la zaga del pacto de cooperación nuclear firmado por ambas parte en el año de1974.
El acuerdo de energía nuclear permite a Seúl ampliar su actividad nuclear pacífica a través de la investigación sobre una nueva tecnología de reprocesamiento nuclear, conocida como “piro procesamiento”, que plantea menos riesgos de proliferación que la tecnología de reprocesamiento convencional, dado que no produce plutonio puro que pueda ser empleado para fabricar armas nucleares. Además, EE.UU. acordó también continuar las discusiones sobre el permiso a Corea del Sur para fabricar uranio de bajo enriquecimiento.
Por su cuenta, Corea del Norte desplegó un misil balístico Musudan, de alcance medio cerca de la ciudad portuaria oriental de Wonsan, para su lanzamiento en conmemoración del 104 aniversario del nacimiento del fundador del país, Kim Il-sung. Se trató de la primera prueba de lanzamiento de Corea del Norte de un misil balístico de alcance medio, conocido como BM-25. Este tendría una autonomía de hasta 4,000 kilómetros. Sin embargo el intento fue fallido. Por ello, el Ministerio de Defensa de Corea del Sur está observando de cerca la posibilidad de una quinta prueba nuclear o de nuevos lanzamientos de misiles balísticos.
Política del riesgo calculado
De todo lo anterior se desprende que no se puede seguir utilizando la política del riesgo calculado y de llevar al límite la posibilidad de un conflicto, pues esa tiene sus límites, al igual que el bluff. Sabemos los internacionalistas, por la historia, que siempre se corre el peligro de que se calcule de más y se llegue a un punto sin retorno.
Concuerdo plenamente con Kim Dae-jung, expresidente de Corea del Sur y Premio nobel de la Paz, quien dijo en el año 2000: “Corea del Norte no cambiará hasta que crea que lo puede hacer de manera segura. No confían en nadie [...] ven lo que Estados Unidos hizo contra Serbia, que no tenía armas nucleares. Ven a Pakistán, que adquirió armas nucleares, a pesar de advertencias internacionales, ahora es un aliado de Estados Unidos. Ellos piensan que necesitan esas armas como disuasión ante cualquier ataque. Sin amenazas, debemos convencerlos que las amenazas no funcionan. Siguen cometiendo los mismos errores, una y otra vez”.
Es necesario emprender una hazaña como la ejecutó Alejandro Magno y deshacer el nudo gordiano con gran imaginación y una enorme voluntad política de todas las partes involucradas en la península coreana, de China, EE.UU., Rusia, Japón, Corea del Norte y Corea del Sur; y retomar el diálogo de las seis partes a fin de estabilizar la región del noreste asiático y del mundo en general.
La crisis permanente en la península coreana es una oportunidad para medir la capacidad conjunta de Estados Unidos, China, Rusia y Japón en el manejo de los asuntos globales. Es un verdadero tablero internacional dinámico y regional que nos permite ver la actuación de todos los intereses de las potencias globales en asuntos regionales en beneficio de sus intereses. Pero también nos permite observar los asuntos regionales con implicaciones globales. De ahí pues la importancia estratégica de la península coreana.
Una reflexión sobre la oportunidad
A pesar de lo delicado de toda esta situación, ello nos debe llevar a una reflexión sobre la oportunidad que se presenta para fortalecer la confianza estratégica entre China y Estados Unidos, actores fundamentales que pueden solucionar las tensiones.
Si las dos partes colaboran de manera constructiva para el establecimiento de una paz aceptable para todos, no solo la península coreana, sino la región y el mundo, será un lugar más seguro y estable. Estamos viviendo un desorden mundial que se mueve entre la busca angustiada de un orden y el caos que acecha a cada esquina del mundo. Por ello, si China y EE.UU. logran que Corea del Norte no las empuje a un rumbo de colisión, cuentan probablemente con un máximo de cuatro a cinco años para impulsar una estrategia conjunta.
Este cronograma estaría determinado por el momento en que Corea del Norte poseyera la tecnología necesaria para cargar cabezas nucleares en miniatura en cohetes de gran alcance de 10 mil km., que pueden llegar a la costa oeste de EE.UU. y cerca de Tijuana.
Nadie desea hoy por hoy una guerra en la península coreana. Donde para el régimen del Norte, supondría su suicidio. Y, para el Sur significaría miles de muertes innecesarias, precisamente en un momento de grandes oportunidades económicas.
Ante las incertidumbres descritas, China no desea comprometer su estabilidad política en la región y su despegue económico y social. Estados Unidos, justo cuando su economía empieza a remontar y en pleno giro hacia el Pacífico, prefiere explotar las oportunidades económicas de Asia a verse envuelto en un conflicto de consecuencias imprevisibles.
Corea del Norte, independientemente de su régimen, es hoy un valioso activo estratégico para China. Le sirve como Estado tapón que le asegura que las tropas estadounidenses no estén en su frontera. Para China, lo mejor es mantener el status quo combinado con una progresiva apertura del vecino coreano. De esta manera, el Norte iría cambiando poco a poco y se evitarían pasos traumáticos como conflictos o la implosión del régimen. El colapso del régimen de Pyongyang provocaría una avalancha de millones de refugiados, con un enorme costo social y económico para China.
Búsqueda de soluciones
El ascenso de China como potencia regional despierta muchos recelos en Asia Oriental, por lo que China busca comprometerse con la estabilidad y la paz en la región.
Por ello, el hecho de que China y Estados Unidos hayan aprobado la última Resolución (2270) del Consejo de Seguridad de la ONU juntos y se hayan involucrado en la búsqueda de la resolución de la crisis. Estados Unidos debe dejar claro que ningún cambio en la península coreana será una pérdida estratégica para China y Rusia, y China debe continuar unida a los esfuerzos de la comunidad internacional para detener el programa nuclear norcoreano y presionar para lograr la apertura del régimen. Es la única garantía para evitar que la tensión se repita de manera periódica en una espiral acción-reacción ad infinitum.
No hay duda que Estados Unidos y China persiguen un objetivo común: lograr una península libre de armas nucleares y una vía en la región para garantizar una paz estable. Requieren de una confianza estratégica bilateral mutua.
Finalmente queda claro que EE.UU. utiliza la retórica y acciones belicistas y la mala imagen de Pyongyang para justificar su presencia militar en la región y así ejercer presión sobre Rusia y China.
*Autor del libro: Las grandes potencias en la Península Coreana. México, AMEI, 2015.
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