En el mundo existen 25 millones de personas que trabajan como pequeños productores y trabajadores directos del campo cafetalero. En México los que disfrutamos de una taza de la bebida en nada beneficiamos a quienes cosechan este producto y hacen en su origen la riqueza del café.
Actualmente la República mexicana ocupa el quinto lugar de importancia a nivel mundial en el cultivo y exportación del café, el noveno lugar por su rendimiento, el primer lugar en la producción de café orgánico certificado y, además, es la nación productora con el menor nivel de consumo interno.
Por esta situación la industria cafetalera mexicana enfrenta una de sus peores crisis registradas en los últimos cinco años, y para salir de ella requiere de medidas drásticas que reduzcan la sobreproducción del producto mediante el incremento de su consumo en sus diversas presentaciones: grano, molido y soluble. Los pequeños productores son los más perjudicados al vender la cereza de café en la mayoría de las ocasiones a los intermediarios a menos de cinco pesos por kilo.
En la producción directa participan 500 mil personas, y su siembra se convierte en el sostén de más de tres millones de familias mexicanas procedentes de los estados de Chiapas, Veracruz, Puebla, Hidalgo, San Luis Potosí, Oaxaca y Guerrero, principalmente.
En la industrialización de este producto participan poco más de dos millones de personas desarrollando un mercado interno que genera un negocio millonario. Sin embargo, los productores viven en la pobreza, muchas veces extrema.
Además, la depresión a la que se ha sometido el precio del café en los últimos cinco años provocó que, en estas regiones del país, las comunidades que se dedican al cultivo del grano buscaran alternativas para salvar sus patrimonios.
Durante el periodo 2010 – 2015, las exportaciones del café generaron en México divisas por alrededor de 700 millones de dólares anuales.
Respecto a 2015, la producción total de café en México fue de cuatro millones 500 mil sacos de 60 kilogramos de café verde; de esa cantidad dos millones 900 mil se exportaron y generaron ingresos por 329 millones 200 mil dólares, pero, para la mayoría de los productores, con jornaleo fuera de la huerta (40 jornales al año) y algunos apoyos gubernamentales, una familia cafetalera (de cuatro a cinco integrantes) con un periodo de dos hectáreas, pudo tener ingresos equivalentes a un salario mínimo diario.
A pesar de que el café mexicano alcanzo recientemente su precio más alto en los últimos dos años (el 29 de diciembre de 2016 se cotizo a 128 dólares por quintal en el mercado de Nueva York), en el caso de los productores veracruzanos, ellos apenas reciben 400 pesos, precio que ni si quiera cubre los costos de cortar y llevarlo a vender, por lo cual los cafetaleros tienen que dejarlo pudrir en las matas.
Precios injustos
Según el Consejo Veracruzano del Café, el precio real del kilogramo del grano en cereza (fruto fresco) seria de ocho pesos 60 centavos, pero los intermediarios no pagan más de dos pesos 80 centavos y el precio del café pergamino (en grano seco y sin cascara) cae a 400 pesos por quintal (aproximadamente 47 kilos)
En entrevista con VOCES, Jenaro Hernández de la Mora, ex director ejecutivo de la Asociación Mexicana de Caficultores (AMEC), comenta que la crisis de la cafeticultora mexicana radica en que la producción actual del grano es superior a su consumo, lo cual produce la depresión de su precio en el mercado.
La Organización Mundial del Café, por medio de su convenio de 1989, estableció que el precio del café oscilaría entre un dólar 20 centavos y un dólar 30 centavos por libra para equilibrar el mercado mundial y obtener una remuneración con respecto a los gastos de producción.
Sin embargo, la acumulación del café redujo su precio hasta 48 centavos de dólar por libra, siendo que el costo de producción en México era de un dólar la libra, agrega el también catedrático de la Facultad de Economía en la UNAM.
Explica que aunada a esta problemática, la competencia desleal en el mercado se convirtió en otro de los factores que detonaron la crisis de la industria nacional, pues el 90 por ciento de las marcas colocadas en los principales puntos de venta provenían de empresas transnacionales, y tan solo el 10 por ciento restante de productos nacionales procedentes de los pequeños productores.
Subraya Hernández de la Mora que esta situación en menos de cinco años provoco la quiebra de muchos productores, los cuales fueron absorbidos por estos grandes oligopolios como Nestlé (entre una de las cuatro más importantes de México), al tiempo en que los caficultores no podían pagar la producción y los bancos negaban los prestamos debido a que las empresas exportadoras estaban cerrando.
Mercado injusto
De acuerdo con las organizaciones consultadas por VOCES, la Coalición de Fuerzas Productivas para el establecimiento de una Red de Comunicación Autogestoras; La Unión Nacional de Productores de Café, de la Confederación Nacional Campesina; la Sociedad de Solidaridad Social Indígenas de la Sierra Madre de Motozitla (ISMAM), y la Red de Consumidores de Café; hay que decir que los pequeños productores obtienen solo seis centavos por taza de café que puede ser vendida en 10 pesos en México.
Relatan que el precio del café lo establecen las bolsas de valores de Nueva York, para el caso del arábigo, y de Londres en el caso del robusta. Posteriormente entra en el juego del libre mercado a través de estos indicadores de precios, aunque los corredores de bolsa son empleados de negociantes internacionales que actúan como intermediarios entre exportadores e importadores y compran y venden a comisión sin tener jamás títulos de propiedad del café que comercian.
Las grandes empresas multinacionales que bursátilizan el café son Nestlé y Philip Morris (propietaria de Kraft General Foods) y ambas tienen sus propios corredores de bolsa. Su gran poder de compra y venta les permite especular y ejercer una gran influencia en los mercados bursátiles.
Precisan que esta situación afecta a los pequeños productores, quienes en los pasados siete años han tenido caídas económicas de un 30 por ciento, debido al atraso en la entrega de los apoyos y a la falta de rentabilidad para el producto, repercutiendo junto con las bajas cotizaciones, en el declive en un 50 por ciento, de los ingresos de divisas por la venta de café, que hasta finales de la década de los 80 ocupo, junto el petróleo y el turismo, los primeros lugares en el ingreso de divisas.
Cuando el apoyo proporcionado por el gobierno se tornó obsoleto, los caficultores recorrieron a la asesoría dirigida de ingenieros agrónomos con la intención de mejorar la calidad del grano, explotar el cafetal como zona de policultivo y aprovechar los residuos del café para su composta.
De tal forma que, ahora, en la gran mayoría de los cafetales, el cultivo no es exclusivo del café, siendo que las características naturales de los arbustos y del suelo, permiten la presencia de árboles frutales.
La cascara del café (cereza) que, con anterioridad era desechada, actualmente es empleada para la composta (abono) de los cultivos y, como un producto más del café, se genera pimienta orgánica, la cual, también ya es comercializada.
Con sabor amargo
Para Fausto Cantú Peña, quien fue director del Instituto Mexicano del Café durante el gobierno de Luis Echeverría y parte del sexenio de José López Portillo, la crisis estructural del café es una amarga verdad, obra de los gobiernos federales en turno al proteger a las grandes corporaciones trasnacionales que dominan el mercado nacional e internacional, y constituyen la demanda y dan como resultado la miseria de miles de productores y trabajadores del campo cafetalero que conforman la oferta, quienes no son remunerados en sus costos de producción ni en salarios.
Por su parte los consumidores que disfrutan la bebida en nada se benefician de los bajos precios pagados a quienes hacen en su origen la riqueza del café.
Advierte Cantú Peña que la tendencia no se detiene, si no que continua con el deterioro en la planta productiva del cultivo mismo, con grave repercusión en los ecosistemas naturales y sociales.
El globalitarismo, el supuesto “libre comercio” y la biotecnología transgénica de manera gradual irán sometiendo todavía más al pequeño productor, se este no se organiza para competir en gran escala, con criterios sustentables en la montaña del trópico húmedo.
El también representante de CAF equidad por la Paz. Empresa Social Multinacional Global, detalle el diagnóstico de la cafeticultora mexicana y hasta donde las estadísticas y la realidad nos permiten conocer que es muy compleja, pero se resume en minifundismo y monocultivo; material vegetativo a veces deficiente; información y estadísticas incongruentes; descapitalización; financiamiento insuficiente e importuno; desaparición de organismos difusores de las técnicas de producción; y desaparición gradual de la cafeticultora.
Resalta Cantú Peña que a esto se suman las políticas contradictorias en comercialización; limitaciones culturales y educativas de los productores; líderes en su actuación discutibles; organizaciones productivas ineficientes; bajo rendimientos por hectárea y calidades defectuosas; oferta desorganizada y demanda organizada; ausencia de leyes adecuadas para protección; y apoyo de este sector.
Los pequeños productores
Para el investigador de sociedades rurales y desarrollo sustentable Francisco Aguirre Saharrea, la mayor parte de los pequeños productores de café no están organizados, viven en zonas aisladas, no disponen de infraestructura para vender directamente su producción en los mercados locales y desconocen los mecanismos de fijación de precios del café. “Este hecho provoca que dependan completamente de intermediarios locales”.
Explica que los intermediarios en México reciben el nombre de coyotes, en Perú el de pirañas y en Indonesia se conoce como tiburones, afortunadamente desde los años 80 del siglo pasado, los pequeños productores de café se han estado organizando con esfuerzo propio y gracias al apoyo de organizaciones han impulsado propuestas como las del Comercio Justo, que están en proceso de construcción de estructuras organizativas, productivas y comerciales capaces de influir positivamente en las condiciones de vida de sus comunidades y hacerse un espacio en las redes internacionales de distribución de café.
Explica Aguirre Saharrea, que detrás del petróleo, el café es la materia prima que mueve más volumen de negocio en cualquier parte del mundo.
La totalidad de los beneficios que genera este negocio van a parar a empresas multinacionales del Norte. Solo cinco de ellas (Kraft, Suchard, Nestlé, Procter and Gamble, Sara Lee y Tchibo) compran casi la mitad de los granos de café que se consumen en el mundo y generan beneficios de billones de dólares que establecen las bolsas de valores.
Las ganancias de este negocio, advierte el también colaborador de proyectos rurales e inversión, se reparten de manera injusta y desigual.
Las grandes corporaciones pagan a los agricultores unos precios, muy a menudo, por debajo del coste de producción. Son una cantidad tan escasa que no cubren las necesidades básicas de los pequeños propietarios, los jornaleros y sus familias.
Sentencia como los corredores de bolsa tienen acceso a una red ultramoderna de información. Por ejemplo, si un estudio de satélite permite prever un problema climatológico en un país como Brasil (primer productor mundial de café), su precio en los mercados mundiales aumentará.
Si, por el contrario, la cosecha se anuncia excelente, los precios mundiales bajaran. Los rumores y otros factores psicológicos ejercen gran influencia en la determinación de los precios del mercado.
Establece Francisco Aguirre que casi el 50 por ciento del mercado mundial del café es controlado por cuatro transnacionales: Philip Morris, Nestle, Procter and Gamble y Sara Lee, y a medida que la globalización avanza, participan en el control mundial los consorcios Maxwell House, Tchibo, Sanka, Kraft, Nabisco, Kool-Aid, Tang, Jell-O, Velveeta, Oscar Mayer, chocolates Cote d´Or, Milka, Suchard, Toblerone, Marlboro, Benson and Hedges, Players, Miller, Lowenbräu, High Life, Folgers, Nescafe, Clasico, Taster´s Choice, Dolca, Ristreto, Diplomat, Moka Mezcla de origen y 40 marcas más.
Para alguna de las empresas mencionadas el volumen anual de sus ventas resulta mayor que el producto nacional bruto de muchos de los países productores de café.
Frente a los grandes oligopolios extranjeros, asevera Francisco Aguirre que los pequeños productores organizados han logrado que existan en el mercado ocho organizaciones certificadas bajo el Sello Mexicano, que ofrecen 10 marcas de café y que son: Fertil, Tosepan, Usiri, Café Directo, Café Museo, Café Cesmach, Majomut, Toyol Witz, Café Mam y Educe.
Gabriela Ejea, representante de la Red de Consumidores de Café, comenta como en México, “se tiene prevista la realización de ferias interactiva sobre el café en las cuales los consumidores no solo entren en contacto con los productores para la compra de este producto, sino que, también, conozcan el proceso de la elaboración del café, sus diferentes etapas de maduración, su procesamiento y finalmente, su catación”.
De acuerdo con la también miembro de SERVIMEX, es importante lanzar una campaña publicitaria en los medios masivos de comunicación para que el consumo del café de los pequeños productores se difunda y cambie la forma de pensar de los consumidores con respecto al café, primero; desmitificando que este es nocivo para la salud; segundo, enaltecer que el café que se produce en México es de excelente calidad; y tercero, fomentar que el consumo del producto debe extenderse a todas sus presentaciones, pues el café soluble (producto de las transnacionales) acapara el 67 por ciento del mercado.
*Reportero y profesor en la UNILA
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