Héctor de Mauleón. Palabras en el Certamen Nacional e Internacional de Periodismo 2017. Editadas.

Gracias.

El año pasado, cada mes asesinaron a un periodista en México. En el último mes, en una espiral de plomo cada vez más delirante, a otros tres les arrebataron la vida en lugares tan alejados entre sí como lo son Guerrero, Chihuahua y Veracruz.

El periodismo ya no es el mejor oficio del mundo, como lo definió en 1996, en una conferencia ante la SIP (Sociedad Interamericana de Prensa), uno de los mejores periodistas del mundo, el entrañable Gabriel García Márquez.

El periodismo se ha convertido en el oficio más peligroso del mundo, por lo menos aquí, en México. Todos podemos ser la foto de una persona que está tirada en la calle escurriendo sangre. Lo peor es que nadie sabría quién los habría hecho posar para esa foto, porque en el caso de los periodistas asesinados en México la tasa de impunidad es de 99.75 por ciento.

Las organizaciones defensoras del gremio afirman que en 2016 se detectaron unas 500 acciones en contra de periodistas. Pudo comprobarse que esas acciones vinieron de diversos sectores de la política y el gobierno, de grupos del crimen organizado e incluso del supuesto bando bueno, activistas de todas las causas y todos los colores a quienes no les gusta lo que los periodistas escriben algunas veces y se dedican a denostarlos para restarle credibilidad a su trabajo.

Esas acciones vinieron también de las redes sociales que, entre muchas otras cosas, son también instrumentos, o pueden convertirse en instrumentos de acoso y hostigamiento, cuyo fin consiste en tres cosas: atemorizar, acallar y silenciar.

En estos días de plomo, estos verbos: atemorizar, acallar, silenciar, persiguen a los periodistas de México.

En algunas zonas del país, el periodismo ya no existe. Ha sido asesinado, silenciado. En esas zonas, la mayor parte de los medios ha dejado de informar. Ahí, ha triunfado el silencio de las tumbas.

La oscuridad cubre el mundo cuando las cosas dejan de ser nombradas. Hoy, más que nunca, las palabras son necesarias para vencer la barbarie, la oscuridad y la muerte.

Estamos en el filo, en la hora más negra. Todos podemos ser la foto de alguien tirado en la calle escurriendo sangre.

Le agradezco al Club de Periodistas la existencia de este premio porque es un reconocimiento a las palabras, a la necesidad de aferrarnos a las palabras, a la obligación de hacer que las palabras no se vayan y sigan sonando y hagan lo que han hecho siempre: iluminar el mundo.

La palabra contra el silencio no es otra cosa que la civilización contra la barbarie.

Muchas gracias.