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Edición 355

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Dentro de la ceremonia de entrega del Premio Nacional e Internacional de Periodismo efectuado en este 2017, en su oportunidad intervino el Presidente Ejecutivo del Club de Periodistas, Mario Méndez Acosta, quien en su alocución hizo observaciones puntuales acerca de la situación indefensa que viven diariamente quienes ejercen la noble profesión de informar.

           A continuación, se presentan las palabras de nuestro distinguido compañero periodista:

          Amigos y estimados colegas. Como siempre en cada año, les damos la bienvenida a este Club. A este templo de la libertad de expresión, fortaleza y refugio de quienes la practican. Esta es, quizá, la justificación de la existencia de esta institución que, por fortuna, en estos largos años, se ha convertido en un auténtico refugio. Es tribuna para aquellos que sufren de persecución y de acoso, en sus regiones y en diversos medios que han renunciado al deber de la información.

          La situación de desamparo de los periodistas en México se hace día con día, año con año, más acentuada e intolerable. El reciente y cruel asesinato de la periodista Miroslava Breach, en Chihuahua, al cual aludió Celeste, corresponsal de La Jornada y conductora de su propio e influyente medio informativo en la localidad, así como la muerte y la agresión a otros comunicadores de primera importancia a lo largo de los últimos días -todavía ayer tuvimos noticia de agresiones gravísimas contra periodistas de primeras líneas-, muestran a nuestro país como una nación irremediablemente hundida en la anarquía e ingobernabilidad, así como en un estado de violencia de la que nadie, literalmente nadie, está a salvo. Lo anterior nos debilita mortalmente ante la llegada de la barbarie personificada al gobierno de nuestro vecino del norte.

          El efecto de estos crímenes, de los cuales se nos informa que en un 56 por ciento son causados por autoridades corruptas que desean silenciar cualquier denuncia, ese efecto es inmediato en su entorno local. Se suspende toda información en cada localidad sobre las actividades del crimen institucional y organizado. Esa suspensión afecta hasta la médula la marcha de la economía de esos lugares y subyuga a la población a la exigencia de estos nuevos amos que llegan a tocar a las puertas.

          Las excusas usuales de la autoridad de esos sitios y del país entero ya no son creíbles, ya no surten efecto en nadie. Los crímenes más hirientes no son efecto de “pugnas entre jerarcas de los cártelesâ€, las famosas “líneas de investigación†de las distintas policías que apuntan hacia razones triviales o personales o que involucran la vida privada de los asesinatos, no son otra cosa que estratagemas de la autoridad para evadir su responsabilidad y obligaciones omisas.

          Por fortuna la vocación de los periodistas jóvenes, esta nueva generación que llega a esta profesión, que va surgiendo, esta vocación no amaina y realizan trabajos realmente prodigiosos de investigación y con una calidad integral, como lo vamos a poder atestiguar en los trabajos enviados para participar en este certamen. El ánimo sigue vivo, pero la desazón no se alivia, la desazón generalizada. Periodistas honrados y sus familias siguen en la mira de los criminales. Y hoy conocemos los que han sido asesinados o agredidos. ¿Quiénes lo serán el día de mañana? Algo inevitable.

          Se crean organismos para, supuestamente, proteger a los comunicadores y otros grupos amenazados. Todo en vano. Membretes que nos cuestan fortunas, mientras que los crímenes contra los comunicadores continúan día con día, así como relojito.

          En el ámbito de los que se dedican a la actividad política no hay reacción más allá que un lamento que no oculta, hay que decirlo, un dejo de indiferencia, ya que el periodismo siempre es percibido, por algunos de ellos, como un elemento de incomodidad, de intromisión, en la libre actividad de los que nos gobiernan prácticamente en todo nivel, muchos de ellos.

          La mera exigencia de acción justiciera no parece dar resultado. Año con año se ha exigido. Es la acción unida de los comunicadores, que decidan hacerle la vida imposible a políticos y administradores, y hacerles probar de su fama pública y, sobre todo, la visión que puede tener ante la posteridad, lo que puede hacer que se materialicen actos que de veras nos lleven a la solución de este drama nacional. Que es un crimen y una preocupación pública, y que finalmente todo queda oculto en una bruma de indiferencia. Debemos de luchar en contra de esto.

          Todos los caídos tienen que estar presentes en nuestra memoria, en nuestra actividad y nosotros tenemos la obligación permanente de ponérselos, de recordárselos, de restregárselos a quienes, tanto local como nacionalmente, tienen la obligación de hacer frente a este terrible drama.

          Muchísimas gracias, amigos míos. Espero que obtengan algo de interés de esta entrega de los premios de 2017.

Muchísimas gracias.

 

*Presidente del Club de Periodistas de México



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