Circunstancias y perspectivas del cambio
Eduardo Pérez Haro
EL TRIUNFO DE ANDRÉS MANUEL LÓPEZ OBRADORrebasó toda expectativa, fue extenso y aplastante, no dejó margen alguno. Sus más acérrimos detractores se rindieron ante el hecho. El pueblo fue determinante en su decisión de cambio.
LOS ACTORES SE ENFILANen la expectativa del cambio comprometido, cada quien busca su lugar. La sorpresa todavía no se metaboliza. Aún no terminan los festejos y celebraciones en casas y colectivos que vieron prosperar a sus elegidos, otros se regodean entre grupos de amigos y familiares en un espacio más recatado, muchos han regresado a casa con serena satisfacción. Mientras tanto, el virtual presidente recibe las llamadas telefónicas de los jefes de Estados y de gobierno, a la vez que atiende una nueva agenda e inicia determinaciones propias de la transición del poder.
Una marcada preferencia
Hubo una eclosión electoral por la dimensión del triunfo de AMLO, y el INE y los tribunales, los conteos preliminares y la parafernalia electoral pasaron a segundo plano; los reconocimientos objetivos y sentimentales se tornaban, más que obligados, prácticamente redundantes, el triunfo popular y la presencia de Andrés Manuel llenaron el espacio. El pueblo pasó del hartazgo contra la tradición partidocrática a la preferencia por AMLO y de ahí saltó al entusiasmo y la determinación del cambio, pero regresa a las penas y fatigas del día a día con la esperanza del cambio, sí contra la corrupción, pero también por la seguridad pública y el mejoramiento del empleo y sus ingresos, mejores condiciones de acceso a la salud, la educación, la vivienda, el transporte y los precios de la alimentación y los bienes de consumo generalizado. La oferta social y económica ha sido parte de la opción determinante, porque ahí radica el engaño reiterado de todo tiempo por parte de la corruptocracia.
Más aún, esta súbita manifestación popular ha impactado el entorno fuera de todo cálculo. La suerte de los partidos pequeños se derrumba y varios de ellos perderán su registro. Los dos principales adversarios de la contienda –PAN y PRI–, se irán al rejuego de sus peleas intestinas para agarrar lo que quede. Sin embargo, su resquebrajamiento es profundo y no hay muchas posibilidades de hacerlos pervivir en el mediano plazo.
Los intereses de sectores sociales, gremiales, empresariales y políticos que ahí habitaban, habrán de someterse a la búsqueda y encuentro de nuevas estructuras organizativas y prácticas políticas. Después de sobreponerse al aprieto del momento, tendrán que reconocerse y ponerse en concordancia en una tarea de suyo complicada, que será mayor o menor, dependiendo de la fuerza y alcance de las determinaciones del cambio. Este es el punto.
Compromiso de cambio
No sólo hay un triunfo contundente. Ya están en curso los cambios de facto. Y rebasan con mucho el simple relevo en la administración pública. Se crea un momento paradójico, el cambio es un compromiso, una expectativa, una posibilidad, de dimensiones superiores de las que es preciso hacerse cargo no porque haya que copar toda función y espacio sino porque no hubo una derrota de los contrincantes electorales sino una crisis y colapso de la tradición política, sus prácticas y sus instituciones. Y, sin embargo, materialmente México es el mismo con sus problemas acumulados, su debilidad fiscal, su Suprema Corte y su Banco Central definidos con antelación al desenlace electoral, sus fuerzas castrenses, etcétera y, no obstante, se sobrepone una realidad sociopolítica muy diferente.
NADIE PUEDE DESESTIMAR el hecho y remitirlo a “la fiesta democrática”, al “triunfo de las instituciones”, a las “elecciones históricas”. Ganó Andrés Manuel López Obrador con la determinación popular; eso es y no se dice de otra manera, pero el desafío no se circunscribe a un gobierno exento de corrupción y mayor despliegue de la política social. Responder a la nueva circunstancia creada implica altura de miras para procesar cambios legales e instituciones correspondientes, sin perder de vista sus posibilidades reales en el marco internacional y en particular con relación a la intemperancia norteamericana.
El cuadro de condiciones que se enfrenta está cifrado por el crimen organizado y la delincuencia común que corroen y amenazan la vida diaria del espacio público, los negocios y la seguridad de las personas. Los poderes fácticos del empresariado, gremios y coyotes especulativos de grandes tamaños están atrincherados desde hace décadas (dominando trabajadores y circuitos de circulación de mercancías) y los grandes del sistema financiero internacional-nacional, amén del entramado estructural del mundo global que se filtra a todos los rincones a través de la formación de precios de cualquier consumo, el precio del dólar y el costo del crédito que resultan de la dinámica global sin concesiones al interés popular ni de las naciones.
Estos referentes de la realidad se revelan como espectro fantasmal que cobran realidad frente a la celebración del triunfo que aún no termina. Además de que el desafío se agranda por el desplome de la tradición política y gubernamental del PRIAN, la paradójica pervivencia de los poderes fácticos y la fuerza imperante del mundo global, se atraviesa por las inercias del triunfo en este espacio que se llama México, gobiernos, administración pública, Morena, etc. Los ganadores hacen fila y, en grado alguno, ya se arremolinan en el inevitable reclamo de medallas y la capitalización de sus desgastes e inversiones, acciones concomitantes con la legítima esperanza popular del cambio. Entre tanto el virtual presidente inicia el ajuste de sus compromisos políticos y sociales a la realidad.
La cultura política de muchos de los actores, perdedores y ganadores se ha sacudido, pero aún no se acomodan en la nueva circunstancia y el cambio ya esboza sus primeras definiciones. Morena es un primer y gran asunto pues, su condición y desempeño como fuerza de promoción y organización electoral queda atrás y ahora se precisa de un partido que habrá que construir por el bien de todos. El gobierno lo requiere y el pueblo también. Se torna imprescindible para el cambio comprometido.
No es cosa de suerte
Morena tendría que apuntalar su cumplimiento. El pueblo habría de adquirir formas organizadas desde su segmentación en sociedades de base y colectivos de distinto ámbito y carácter, el bono democrático de la elección no pende de elevar la ayuda a grupos vulnerables, esa no es la determinación social tomada y la lección del sí se puede de la sociedad nacional desvela mayor disposición que no puede abandonarse a su suerte espontánea.
Morena tiene una responsabilidad, pero claro tiene que empezar por transformarse de maquinaria electoral en partido democrático, con representantes y vida asamblearia, con discusión interna, definiciones acordes al compromiso de cambio y una relación estrecha y permanente con las sociedades de base de todo el país y todos los sectores.
Sin este factor de ayuda se fragiliza el gobierno para dirimir los intereses encontrados que ahora le representa la política de alianzas de la que echó mano en vías de la elección y, asimismo, merma su capacidad de enfrentar determinaciones en materia de seguridad y contra el desmantelamiento de monopolios en el terreno de la economía, pues de quedar limitado en estos renglones empezará a ceder quemando tiempos y condiciones que en la política del cambio no están concedidos.
Todos estaremos expectantes
Mientras México se acomoda en la transición, el mundo sigue dando vueltas. La nube de oxigeno que cubre el escenario de las determinaciones con dirección al cambio verdadero deja respirar con singular esperanza.
Los adultos mayores, los jóvenes y los campesinos del sur que serán beneficiarios de apoyos económicos y con precios de garantía están pendientes del 1° de diciembre en que se tomarán las riendas del gobierno, los 43 no perderán de vista el momento de arranque, y los mexicanos todos estaremos expectantes del deseado descanso frente a la violencia y la inseguridad, sin quitar el dedo del renglón en la corrección de las condiciones de empleo e ingreso.
No obstante, por ahora estamos viviendo un momento de efervescencia, agitación de ánimos como burbujas que se alzan y revientan incesantemente sin orden alguno, opiniones y juicios que aún no se sosiegan, pero el mundo sigue su curso y la ley de la gravedad no se inhibe ante el júbilo y el enojo. El factor dominante es el optimismo que bien merece ser acompañado, lo que no implica festinar cuentas o adelantar ascuas. Con todo, lo que viene se antoja complicado.
Para los votantes no hay distingo, entre la expectativa de ayuda material, mejoría en la práctica de gobierno, el funcionamiento tenaz, ordenado y transparente de las instituciones, la seguridad pública y el crecimiento económico esperado, todo será mejor y pronto. Así se siente, así se deja ver en las consultas poselectorales. Y sin embargo…
La población votante se reconoce en el cambio esperado mientras serena sus ímpetus y organiza sus expectativas, aún no se hace presente el momento en el que eventualmente habrá que salir en defensa del cambio más allá de la esperanza, pues ya hay indicios de que será necesario y entonces se verá de qué está hecho el movimiento Regeneración.
Ya decíamos que Morena, como maquinaria electoral tendría que procesar su transformación en partido democrático y, el gobierno del cambio, mandar señales sobre la forma en que habrán de deshacerse los nudos gordianos del mercado de trabajo, la desintegración productiva entre el campesinado y la ciudad, la diferenciación socioeconómica entre el norte y el sur del país, los monopolios de la industria, el comercio y los servicios financieros, no sin tomar en cuenta la debilidad tecnológica, productiva y financiera del país, el peso de la dependencia con Estados Unidos y el estado de conflicto en la guerra comercial que recién sorprende al mundo globalizado.
Cuestión del apremiante tiempo
Podría mantenerse el respaldo popular a través de una extendida ayuda social y dejar a Morena como herramienta electoral o no modificar los criterios e instrumentos de la política económica en tanto arraiga la forma del gobierno alterno, se despeja la inseguridad y se apacigua el clima de violencia, pero el tiempo se erige como espantajo terrífico cuando, a la par, hay que salirle al paso a las determinaciones de la debilidad cifrada por las insuficiencias tecno-productivas, el peso de la intemperancia estadounidense que arremete con una negociación adversa de toda condición en el TLC, amén de los disparos de la guerra comercial y las aciagas implicaciones sobre la macroeconomía global que incluye a México sin escapatoria.
El Fondo Monetario Internacional (FMI), advierte de pronósticos a la baja en el crecimiento económico de Japón y la India, el Reino Unido y la Eurozona, Brasil y Argentina, y pérdida de dinamismo en el crecimiento industrial de los Estados Unidos con presiones inflacionarias y por tanto dos alzas adicionales en las tasas de interés para este año y tres más para el 2019 por parte de la Reserva Federal (FED), lo que significa apreciaciones continuas en el dólar respecto a otras divisas y por ende, incremento en las tasas de interés de las economías nacionales y devaluación recurrente de las monedas de estas mismas economías como ha venido sucediendo en México. “La balanza de riesgos se inclina a la baja”, “las medidas (comerciales) actuales pueden tener un impacto de 0.5 puntos (de caída) del PBI global en 2020, señaló Lagarde”, directora gerente del FMI, durante la reciente reunión del G20 en Argentina.
Vinculado a ello, los precios del petróleo y el gas se han venido incrementando en el mercado internacional, haciendo presión sobre los precios de los bienes de consumo final, provocando un repunte en la inflación (que se había aflojado ligeramente después de haber cerrado el 2017 con la inflación más alta de más de tres lustros), lo cual, no está demás decir que se resiente con particular severidad en los hogares mexicanos.
¿Posible baja de precios?
“SIN EMBARGO —reporta el reciente informe del FMI—, los mercados de futuros indican que los precios probablemente bajen en los próximos cuatro o cinco años (en parte debido al aumento de la producción de petróleo de esquisto en Estados Unidos); a fines de junio, los precios de los futuros a mediano plazo rondaban $59 el barril (es decir, 20% menos que los niveles actuales)”. Con lo cual habría base firme para concretar el compromiso de bajar los precios de la gasolina y el gas, sin perder de vista la consecuente disminución de los ingresos por la exportación de petróleo y el peso de los costos de inversión en las nuevas refinerías y la rehabilitación de las que así, están ya comprometidas por el gobierno del cambio.
“La balanza de riesgos se inclina más a la baja, incluso a corto plazo”. Enfatiza el FMI. “… las represalias de los socios comerciales han incrementado la probabilidad de medidas comerciales crecientes y sostenidas -lo que traería- recrudecimiento de la incertidumbre y daño a la inversión, la estabilidad de los mercados financieros -léase bolsas de valores- podría cambiar rápidamente.”
“La constricción de las condiciones financieras también podría trastocar las carteras, sacudir con fuerza los tipos de cambio y reducir más las entradas de capital en los mercados emergentes, sobre todo los que tienen fundamentos más débiles o están expuestos a más riesgos políticos.”
Como eco inmediato sobre estas advertencias macroeconómicas del FMI, Donald Trump amenaza con ponerle impuestos a todos los productos chinos que ingresen a los Estados Unidos y a los autos europeos, con lo cual se alejarán los compradores norteamericanos. Se complicarían las ventas externas de estos países provocándose una artificiosa sobreoferta con caídas secuenciales sobre sus ingresos como punto de entrada a una condición recesiva. Mas no parece que Trump se atemorice. Considera que el proteccionismo indiscriminado lo reconstituye y nadie debe desestimar que cuenta con un importante apoyo social a pesar de la prensa y los políticos demócratas, incluso republicanos, que no lo respaldan y lo combaten.
Nada indica que vaya a tener éxito en el mediano plazo, pero, entre tanto, se atrinchera en la perspectiva de las elecciones de noviembre próximo donde se renovará el Congreso de los Estados Unidos. Y desde ahí se enfila a la negociación del TLC contra México.
Las medidas que toma Donald Trump se encaminan a resarcir el desfasamiento y el rezago que la economía de los Estados Unidos tiene respecto al dinamismo chino y oriental en general, y se apoya en lo que puede significarle la economía de sus principales socios comerciales entre los que están Japón, el Reino Unido, la Eurozona, Canadá y México, sin tener reparo o consideración sobre los daños que puede significarles. Es un asunto muy grave pues con la ayuda de Estados Unidos el mundo ya encaraba las extensiones de la crisis de 2007-2008, pero con Estados Unidos en contra se torna doblemente complicado.
¿Qué significan en este contexto el TLC y el TPP para México y qué le significa la contracción del mercado mundial al proyecto del desarrollo nacional de cambio?
De ello habrá que reflexionar en nuestras próximas entregas.
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