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Edición 378
Escrito por Eduardo Pérez Haro   
Miércoles, 05 de Diciembre de 2018 02:18

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El cambio comprometido

2018-2024

Eduardo Pérez Haro

T-MEC y desarrollo endógeno.

EL 30 DE NOVIEMBRE DE 2018 se suscribe el Tratado México, Estados Unidos, Canadá en relevo del Tratado de Libre Comercio que entró en operación el 1° de enero de 1994. Una consecución que en todo momento parecía expuesta a las veleidades del extravagante presidente estadunidense, y al eventual rechazo que pudiera perfilarse por parte del entonces presidente electo en México, sin embargo, ninguna de estas posturas tenía una base de posibilidad real. Habrían de imponerse las fuerzas reales del entramado comercial entre estas naciones. México cedió y Canadá también, Estados Unidos se impuso en lo fundamental.

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Mucho habrá que analizar y enjuiciar sobre las particularidades de cada capítulo, pero a reserva de ello, podemos advertir que el acotamiento que sufre la práctica de importaciones para la integración de productos hechos en México con vistas a su exportación al mercado norteamericano, como se sucede en la industria automotriz, donde el porcentaje de integración regional se eleva de 62% a 75% con el agregado de que esta porción de componentes y partes se hará por cualquiera de los tres países, siempre y cuando un mínimo de 40% provenga de empresas cuyos salarios se paguen a 16 dólares por hora. Y la exportación podrá ser de hasta dos millones 600 mil unidades vehiculares, con lo que México queda jaqueado.

Nuestro país no hizo la tarea tras la firma del TLC, pues el tiempo de desgravación, que para este caso fue de 20 años, no lo aprovechó para instalar capacidades propias de tecnología e infraestructura que a estas alturas le hubieran permitido enfrentarse en mejores condiciones a la competencia mundial y de Estados Unidos. En lugar de ello, optó por la ganancia fácil, prefirió descansar en la explotación de fuerza de trabajo barata, importaciones de partes y componentes y, conceder prebendas en servicios y tarifas para asociar a las firmas extranjeras con lo que México logró un crecimiento extraordinario de sus exportaciones, al grado de ganarle posibilidades a la empresa norteamericana. ¡Pero oh sorpresa!, Estados Unidos nos llama a la mesa de negociaciones y revierte las condiciones para los próximos 16 años que tendrá de vigencia el Acuerdo. Y aunque esto que decimos aplica para la industria automotriz, en general pauta la lógica del nuevo instrumento comercial.México no podrá integrar con partes importadas en un alto porcentaje del vehículo final y, a la vista, no tiene capacidades para producir esas partes internamente, mucho menos con salarios hasta diez veces mayores a los que paga y cuando lo haga será hasta una cantidad determinada de vehículos pues lo que sobrepase tendrá un impuesto para el comprador, que lo hace tan caro como inviable. Ante esas condiciones, gran parte de la industria automotriz podría salir del territorio nacional.

No hubo integración gradual

El modelo que había posibilitado “el milagro mexicano” daba de sí desde mediados de los años 60. A principios de los 90, el libre comercio ya era el código de intercambio que sobrevenía a nivel mundial y a cuya preponderancia nadie escaparía. Bajo el imperativo de la circunstancia, México se ajustó a la alianza propuesta en el marco del TLC, pero no hizo lo propio, tampoco Estados Unidos y ahí está este último, cascabeleando la máquina en una “guerra comercial” contra China, pero eso es harina de otro costal, aquí lo importante es reconocer que México se desentendió del proceso de integración gradual de un aparato productivo interno desaprovechando los ingresos por exportaciones y de la renta petrolera, y al no hacerlo ahora está desprovisto de capacidades para responder a las condiciones impuestas en el nuevo Acuerdo comercial.

La mecánica de importar para exportar queda arrinconada a su menor posibilidad, por lo que el esfuerzo de reindustrialización se coloca en el centro de la estrategia del cambio que no puede ser concebido sin este eje ordenador. No obstante, este imperativo coincide con el sentido expreso del ahora presidente de la república de poner en el primer plano de la estrategia el desarrollo del mercado interior, empero no puede quedar atrapado en una idea meramente distributiva como motor del crecimiento. Todo acomodo distributivo tenderá a su agotamiento si no existe una estrategia basada en el ingreso competitivo desde la capacidad y desarrollo endógenos.

Una ecuación que parece simple, pero que no termina de mostrarse en el lugar preminente que tendría que ocupar con todas sus características y alineamiento de factores, sectores y arreglos políticos y legales. El proceso de reindustrialización en cuestión, por principio de cuentas, tiene que resolver el piso básico de educación, ciencia, tecnología e innovación, capacitación, aprendizaje socio-institucional, alinearlo al acoplamiento de nuevas tecnologías que crucen en el grado y pertinencia posible de cada sector, rama, producto, a efecto de integrar bajo esa premisa las redes de valor y desde la égida del Estado alinearlo a un patrón de producción-consumo concordante con la vida buena dejando de auspiciar productos nocivos a la salud, al medio natural y proclives a la inseguridad y la violencia.

Sin moralinas ni prohibiciones

Habrán de sucederse producciones contaminantes, afectaciones del medio natural, manipulaciones mediáticas y muchas formas del flujo dominante de ofertas y consumos nocivos, pero que, en principio, no corran con el auspicio del Estado, a efecto de canalizar las fuerzas y recursos públicos para posicionar o reposicionar patrones de ampliación del mercado como base de crecimientos con perspectivas constructivas que vayan desplazando la vorágine del mundo con dirección de la sobreproducción virtual de mercancías tradicionales y por consecuencia a la crisis, incluso, la guerra, que nadie advierte porque ahí están los maquillajes de la política, la economía, el discurso y las comunicaciones mediáticas, pero que en el fondo se alcanzan a escuchar los crujidos de su eventual eclosión.

La ecuación del desarrollo tiene pues, un principio de aprendizaje acorde a los umbrales tecnológico-productivos que dominan las condiciones medias de producción y por ende la formación de precios de todas las mercaderías a nivel del sistema-mundo, digamos que este es un requerimiento ineludible de la economía que habrá que concebir, mas no vuela por el hecho de concebirlo, es preciso que se convierta gradualmente en una discusión de las sociedades de base. La ecuación sin representatividad no es poder verdadero y poder sin ecuación para el desarrollo no tiene futuro.

La diferencia entre los países no desarrollados y los países desarrollados o en ascenso como los escandinavos o buena parte de los asiáticos, está en la conjunción del desarrollo endógeno y el concurso internacional, lo que no implica la sugerencia de una dicotomía simple. Cada país se resuelve en una vía específica en función de sus bases históricas, culturales, de localización geográfica, de instituciones y capacidades, con expresión reconocible en la correlación de fuerzas sociales y políticas.

La reindutrialización como eje ordenador y la educación, ciencia y tecnología son premisas del desarrollo interno, que implican más que mercado interno de consumo final promovido con el gasto público. Se precisa desagregar la vía y arraigarla en la conciencia de las sociedades de base con inclusión de roles o la correlación de fuerzas que se alcanzó el 1° de julio, tarde o temprano, puede revertirse ante el descuido de vertebrar la capacidad de competitividad-ingreso, más aún en el marco del nuevo acuerdo comercial con Estados Unidos y Canadá.

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Educación, reindustrialización y nuevo acuerdo comercial

Educación, reindustrialización y nuevo acuerdo comercial, es la ilación de términos con los que analizamos, el sustrato (sociedad participante) social inscrito en un proceso de aprendizaje capaz de involucrarse en el cambio tecnológico-productivo que media para superar el atraso, no sin enfrentar un entorno adverso que, ya ejemplificábamos con referencia al nuevo acuerdo comercial con Estados Unidos y Canadá. No obstante, el asunto exige más.

La cuestión es que el complejo de educación-ciencia y tecnología, precisa de enfoque y método, recursos presupuestarios que se tornan limitados y además debe sortearse a adversarios de dentro y de fuera. La reindustrialización no se reduce al consabido tránsito a la gran industria como se nos presentaba el asunto en los años del desarrollo estabilizador a principios de los 60´s, pues ahora, presupone del cruce informático-electrónico en todos los procesos productivos, amén de construir la capacidad de producción de medios de producción sobre esa base y con ventaja comparativa basada en la especialización, a efecto de darle pertinencia de realización a la producción nacional en el marco de la guerra comercial de la que el nuevo acuerdo comercial con EE.UU. y Canadá es sólo una expresión regional.

Estados Unidos amenaza con desencadenar un problema de proporciones que pueden ir de una atonía en el crecimiento económico a una recesión global. A últimas fechas, se atraviesa una tendencia bajista del mercado bursátil en el plano internacional, que advierte una mala perspectiva del comercio y la producción mundiales, donde la Reserva Federal como Banco Central de la Unión Americana se cubre con el incremento recurrente de las tasas de interés, a efecto constreñir el crédito y el consecuente flujo de dinero que se les convierte en presión inflacionaria, pero más allá de este efecto no deseable en la ortodoxia neoliberal de la política económica, lo que preocupa es que las políticas de ayuda monetaria no se han traducido en crecimiento económico expansivo y sí, en un riesgo de alcanzar deudas impagables que terminarían por colapsar al sistema financiero.

Donald Trump, no comparte estas cautelas de la FED (como se le nombra informalmente al Federal Reserve System), pues el presidente norteamericano considera que su gobierno está articulando una economía de crecimiento a partir de la disminución de impuestos por ingresos con que se favorece la inversión, cosa que resulta verdadera cuando se observa que la tasa de crecimiento del PIB se colocó por encima del 4.0% al cierre del segundo trimestre de este año, sin embargo, lo hace en medio de un creciente déficit comercial y de la balanza de pagos, un crecimiento del nivel general del endeudamiento que se propicia por las bajas tasas de interés, que por lo demás se financiariza en el mercado bursátil, revelando un trasfondo de fragilidad en la producción y el comercio norteamericanos.

En otras palabras, se pide prestado a tasas bajas para especular con la expectativa de tasas altas en las bolsas de valores, pero las bolsas de valores que representan las acciones de las empresas no se incrementan por una mejoría en la perspectiva de mercado para los bienes y servicios que representan sino por la oferta y demanda de las acciones per sé, esto es lo que se llama una financiarización especulativa. De manera que crece la deuda al lado de ganancias bursátiles sin amparo en la producción y comercio de bienes y servicios con riesgo de entrar en declive, como se viene dando a últimas fechas.

La parte fea del asunto

El problema es que estas contradicciones entre el crecimiento y los desequilibrios, que se traduce en una discusión entre el presidente de los Estados Unidos y el Banco Central (FED) de la primera economía del mundo, al resto de las naciones les representa un incremento en las tasas de interés en el crédito (incremento tácito de la deuda), un encarecimiento del dólar (incremento tácito de insumos, refacciones, partes y maquinaria de importación) y el endurecimiento del comercio exterior del que toda nación depende en grado alguno y con especial acento en el comercio con los Estados Unidos (mayores dificultades de acceso a los mercados de exportación), o sea que nos complica los costos del desarrollo interior antes de imaginar cambios de cualquier índole.

El asunto se redimensiona cuando las dificultades del vecino país del norte se dan en un contexto donde las secuelas de las crisis de hace una década no sólo se expresan como dificultades para engranar un crecimiento sostenido en Estados Unidos y la asunción de medidas beligerantes contra el resto del mundo sino que naciones importantes de Asía, Europa, África y América se empantanan en la acumulación de distorsiones que les colocan ante la imposibilidad de servir de contrapeso frente a una desaceleración del crecimiento, un colapso financiero o una recesión en la principal economía del planeta, con lo que se presentaría una precipitación en caída libre configurando una complicación de dimensiones y características inéditas.

Puede parecer catastrófico, mas no decirlo dentro de los escenarios posibles en alguna forma relaja el cambio posible o le expone en mayor grado frente a las expectativas sociales que se comprometieron el 1° de julio. Será menester, darle seguimiento al entorno que aquí se esboza y retomar, el sentido de nuestro trazo reflexivo, a propósito del complejo de educación-ciencia y tecnología y la reindustrialización que vienen aparejadas como el cigüeñal del motor de cambio en las capacidades productivas donde guarda importancia la ecuación tecnoproductiva o modelo que subyace a la política económica y de gobierno.

Claramente dos cuestiones; dar seguimiento a los riesgos de la economía mundial y adentrarnos a la discusión del qué se produce y el cómo se produce, cuánto se produce y para quién se produce, aspectos que ya hemos planteado como las cuestiones que nos permiten organizar un primer plano de la discusión y las definiciones por alcanzar y socializar, sin que esto suponga la cancelación de las determinaciones en curso y sin que el hecho de dar esta discusión implique detener proceso alguno en la economía y la política del cambio, incluso el cambio jurídico. Pero no dejar de discutir las cuestiones fundamentales.

El sentido del cambio con una perspectiva de mayor consideración sobre los segmentos de población tradicionalmente marginados y procurarlo sin corrupción es un asunto de la mayor importancia que fue consignado por el voto popular y no está a discusión. No obstante, la ecuación socioeconómica del cambio, se percibe inacabada.

Sobre el qué se debe de producir, arriba hemos expresado nuestra coincidencia con la revisión crítica del patrón de consumo como referente para asumir el patrón de producción desde una óptica sin complicidad de Estado con los bienes y servicios de la destrucción y erosión cultural sin prohibiciones y moralinas, pero eso no es todo, pues se requiere dirimir el proceso de reindustrialización de mediano plazo con referencia al entorno de competencia@, a fin de librar el salto de las manufacturas a los medios de producción asegurando no el apoyo de la población sino su involucramiento debidamente organizado en áreas productivas y territorios, o de lo contrario quedaremos expuestos a un intento voluntarioso con brújula, pero sin el mapa de ruta.

Recomposición política y alcances del cambio comprometido

El 1° de diciembre se formalizóel relevo en la Presidencia de la República. Un evento de singular importancia por cuanto presupone no sólo el cambio de nombre en el titular del ejecutivo, sino un cambio en el proyecto de gobierno. Desde 1° de julio a la víspera de la toma de posesión hemos visto un desvanecimiento súbito de Enrique Peña Nieto y la emergencia protagónica de Andrés Manuel López Obrador. La fuerza social del evento electoral así lo permitió.

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En la víspera, no había sucedido nada aún, y, sin embargo, ya se habían tensado las fuerzas políticas. Los empresarios se mostraron inconformes, inquietos y convergentes con el presidente electo o con los legisladores. El presidente electo se reafirma en la consulta y en las encuestas, difiere de empresarios y legisladores y concilia hacia lo que viene. Los legisladores opinan y promueven iniciativas que granjean reconocimiento popular, contraposiciones empresariales incluso, diferendos con el presidente electo. Para los días que precedían la asunción del mando en la jefatura del poder ejecutivo, aún no había sucedido nada, pero ya se advertía el reordenamiento de fuerzas, roles y cambios en grado alguno sobre la perspectiva del próximo sexenio.

Habrá cambios sin duda. No obstante, su alcance y extensión dependerán de reacomodos en la correlación de fuerzas que se procesan en el exterior y en el interior. Los reacomodos que mencionamos en el párrafo anterior sólo son el prólogo de una obra no escrita sobre el juego de fuerzas internas que son muy importantes en el proceso nacional, pero las condiciones sobre las que se acomodan no dependen plenamente de su voluntad, pues el peso de las condiciones externas se torna con mayor fuerza de determinación cuando resultan adversas o francamente críticas. Con lo que el análisis nos recomienda no sacar conclusiones generales al observar solamente la trama del interior en sus escenas preliminares o primigenias.

La Bolsa Mexicana de Valores (BMV) y el tipo de cambio (pesos por dólar), han tenido una pérdida de valor que tiene implicaciones sobre la dinámica de la economía mexicana, queriéndolo imputar a la determinación sobre el aeropuerto de Texcoco y, recientemente, a la iniciativa de eliminar las comisiones por algunos servicios bancarios que resultan excesivas en opinión de los legisladores, dado que son superiores a lo que los bancos cobran en sus países de origen, sin embargo, esta es la manera en que las vocerías empresariales y sus panegiristas en los medios de comunicación han querido promover y vender la idea, cuando la verdad de estos problemas debe explicarse como parte de un fenómeno que no es exclusivo de México.

La apreciación del dólar y el declive en las bolsas de valores se presentan en el plano internacional. El índice dólar que emite Bloomberg Markets alcanzó un nuevo máximo respecto de una canasta de seis divisas: Euro, Yen japonés, Libra esterlina, Dólar canadiense, Corona sueca y Franco suizo, con lo que el resto de las divisas y monedas nacionales se ajustan a la baja. Las bolsas de valores caen en Euro Stoxx 50 (Unión Europea), FTSE 100 (Inglaterra), Dax Deutsche Boerse AG (Alemania), Nikkei 225 (Japón), Shanghai Stock Exchange Composite (China), y así mismo las bolsas en América Latina y las bolsas en Estados Unidos, Nasdaq, Dow Jones y S&P. El trasfondo se localiza en la tendencia alcista de la tasa de interés por parte de la Reserva Federal de los Estados Unidos y el deterioro de las condiciones del comercio internacional provocado por la guerra arancelaria abierta por el gobierno de Donald Trump.

En este contexto los hechos nacionales tienen un peso relativo de orden menor, aunque tenemos que aceptar que no son inocuos con lo que al presentarse como reacciones del sector empresarial acentúan los signos negativos tanto del tipo de cambio como del capital accionario de las bolsas de valores, pero colocados ante esta dualidad de factores habremos de entender las causas nacionales dentro de una normalidad propia de los cambios en la administración de gobierno, más aún cuando Andrés Manuel López Obrador representa explícitamente una idea de cambio en grado alguno de la forma y contenido de gobierno de algo más de tres décadas.

No obstante, lo que no resulta del todo ordinario es la tendencia bajista de las bolsas de valores en medio de una guerra comercial y teniendo como contrapartida una tendencia alcista en la tasa de interés, pues estos son los indicadores básicos que preceden el estallamiento de las crisis marcadas por la recesión de las principales economías que en la práctica juegan como locomotoras de la dinámica económica internacional, en este caso prefigurada, desde esta lectura, por los Estados Unidos, pero igualmente se tiene una problemática amplia y de profundidad no menor en la economía China que está amenazada por una eventual crisis inmobiliaria de características semejantes a la que estalló en 2008 por los créditos subprime.

Es en este plano del escenario internacional donde también hay una controversia sobre los criterios de política económica para destrabar la baja tonalidad del crecimiento económico mundial, y reencontrar posibilidades expansivas y de desarrollo en las economías nacionales, se procesan cambios en la correlación de fuerzas como lo ejemplifican las recientes elecciones en Estados Unidos con el reposicionamiento del Partido Demócrata en la Cámara de Representantes que coloca en otra condición al gobierno de Donald Trump frente a los términos de la guerra comercial con China, México, Canadá y la Unión Europea, o la disposición de China en favorecer sus términos de relación comercial con occidente.

El FMI por su parte se incomoda con las alzas en las tasas de interés y no gusta de cambios en la ortodoxia neoliberal configurando una postura extravagante que no alcanza a acomodarse en la discusión abierta entre oriente y occidente, entre el libre comercio y los nacionalismos, entre la ayuda monetaria y el endeudamiento excesivo. La globalización se complica y los nacionalismos carecen de un horizonte definido. Se prefigura una sobreproducción de facto en contrapartida con un abatimiento de los consumos, una disminución en la generación de nuevos productos aunado a una saturación de mercados bajo control monopólico. En otras palabras, desde los distintos ángulos se prefigura una condición complicada para el futuro próximo inmediato que en el informe de octubre del FMI se advierte como disminución del pronóstico de crecimiento económico en Japón, la India, Vietnam, Inglaterra, Alemania, Francia, Brasil, Argentina y México con excepción de los Estados Unidos, pero según nuestro análisis, en este caso, aún está por verse. Todo lo cual se ratifica en el informe de noviembre.

El 1° de diciembre no tiene por qué suponerse como una fecha fatídica para los mercados, el relevo responde a una votación amplia y clara, la transición ha sido articulada sin sobresaltos, las controversias hasta el momento sólo prefiguran un prólogo de los reacomodos que se derivan del cambio en la correlación de fuerzas en curso, no obstante, México está inscrito y forma parte de una discusión y reacomodo internacional sobre las vías recomendables para el desarrollo que le habrán de significar un punto de vista fundado en la teoría y la práctica. Ningún pragmatismo sin fundamento, ni voluntad en relevo de la ciencia.

El cambio comprometido y el desarrollo recomendable

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El 1° de diciembre, Andrés Manuel López Obrador recibió de manos del presidente Enrique Peña Nieto la banda presidencial como representación simbólica que lo invistió como Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos. Un lugar que fue buscado en dos ocasiones anteriores y alcanzado en el tercer concurso por determinación de más del 50 por ciento de los votantes que participaron el 1 de julio pasado. Triunfo indiscutible de particular significación por tratarse de una opción no alineada en el contubernio de los partidos tradicionales (PRI, PAN, PRD).

El cuestionamiento de la corrupción y la ausencia de resultados de esa partidocracia, crearon un terreno fértil a un compromiso de honradez y atención a las necesidades sociales. No se requirió mucho más. Los que no votaron a favor de la opción de Morena (Movimiento de Regeneración Nacional, partido político que postuló al candidato ganador) se dividieron y salieron pulverizados, disminuidos en medida tal, que ahora se pelean internamente sin perspectiva clara de conformar una oposición digna, que bien le hubiera venido a la llamada pluralidad democrática.

Lo que quedó de esa corruptocracia es un archipiélago de intereses adulterados, cuya condición es debilitada no sólo por la fragmentación sino por el desarmado de sus ideas que han sido reducidas a su ausencia con destellos individuales que al no tener respaldo deviene retórica inservible para todo efecto. La oposición y la democracia no podrán encontrar ahí su mejor posibilidad. Podría desarrollarse a partir de Morena, de los movimientos sociales, y del análisis objetivo que vaya oxigenando la gobernanza.

El gobierno del cambio comprometido tiene, además del respaldo del voto emitido, la honestidad del próximo jefe del Ejecutivo que asegura progresos de alto contraste con los regímenes de la corruptocracia. No quiero imaginar falla en ello; actitudes de mejor talante en la administración pública, mayor pulcritud en el manejo de recursos públicos, desmantelamiento factual de contubernios y pandillas burocráticopolíticocriminales, etc. Nada que haya que desestimar. Empero, también hay limitaciones de distinto orden que de no superarse podrían ser determinantes en el despliegue y desenlace del nuevo gobierno y, por ende, la frustración del cambio comprometido.

En el marco más amplio de la discusión sobre las formas del desarrollo recomendable se encuentra como premisa la vía de un crecimiento económico con empleo bien remunerado, en segundo lugar, que se produzca bajo formas democráticas y respeto a los derechos humanos y, en tercer lugar, dentro de un proceso en favor de la salud, la naturaleza y la equidad de género. Una ecuación de alta complejidad no ya por el número de variables sino por su entrelazado en el tiempo y espacio dado que todo indica que cada una de estas variables es condición de la otra. Un proceso que por lo demás no depende de la idea-ingeniería y la voluntad, que, por supuesto tendrían que ser punto de partida, sin embargo, dependerá de la conjugación de condiciones socioeconómicas y políticas, internas y externas determinadas.

Se trata de un proceso cuya línea de realización presupone un desdoblamiento de mediano plazo que debe afianzarse desde un inicio en este caso I) conformando la fuerza sociopolítica responsable de base, la avanzada y la retaguardia, las cambiantes alianzas bajo la preponderancia del enfoque del cambio, II) procurando la adecuación recurrente a las determinantes externas de la economía y la política que en este caso se advierten adversas por el empantanamiento estructural de la globalización (lo he explicado en otras entregas), la coyuntura marcada por la tensión de fuerzas entre oriente y occidente encabezadas por China y los Estados Unidos (guerra arancelaria y descapitalización en el mercado bursátil) y los Estados Unidos particularmente con todo lo que nos significa, amén de colocar a primera vista y atención III) las insuficiencias estructurales acumuladas en la capacidad de producción y comercio, fiscal-presupuestales y financieras propiamente dichas, que convergen internamente en la fase de desarrollo que caracteriza actualmente a México.

La concreción de lo arriba expuesto prefigura una vía determinada donde los importantísimos activos de honestidad y voluntad política con que se cuenta y el fortalecimiento de los apoyos sociales aunados a un plan de infraestructura y energía cifrados por los ferrocarriles y la refinería apuntan correctamente, pero todos sabemos que son insuficientes, más aún, si no están protegidos, por una estrategia educativa y de aprendizaje (que incluye ciencia y tecnología), como base del aumento de capacidades tecnoproductivas (con dirección a la competencia dentro de los parámetros internacionales por cuanto la formación de precios no distingue el mercado interior del exterior) y la erradicación de la violencia y la inseguridad que a estas alturas pueden erosionar todas las condiciones y esfuerzos donde se pierde toda perspectiva.

Así, fuerza política, educación e infraestructura en una expresión amplía además de la probidad en los desempeños de gobierno, pueden articular una ecuación de cambio siempre que las condiciones de la economía y la política del exterior no eclosionen con repercusiones devastadoras, frente a lo que no hay que estar expectantes sino blindar con lo ya expresado en el plano interno y una política exterior concordante en la construcción de tácticas y estrategias diplomáticas, comerciales, financieras y políticas concordantes con la dicotomía trazada e impuesta entre el nacionalismo globalizado y la globalización contracturada.

Como puede observarse, medio siglo (no 30, ni 40 sino 50 años) de marasmos, errores y corruptelas en el Estado-gobierno, generan insuficiencias, debilidades y complicaciones en la sociedad que no le aniquilan ni extinguen su voluntad de ir por lo propio, pero le colocan en un proceso muy difícil, sí es que se asume desde abajo como habría de ser, pues, está claro que las formas inducidas desde el gobierno no enraízan entre la población como lo advierten el mismo proceso nacional y los recientes virajes conservadores de los países sudamericanos como Chile, Argentina, Ecuador o Brasil donde los juegos de la razón progresista se implementaron dejando a la población como mera beneficiaria sin abrir los espacios para su acción como sujeto activo del proceso, error que ahora así lo señalan los movimientos sociales sobrevivientes y analistas críticos de esos países y otros lugares del mundo.

Está claro que haber desplazado a las fuerzas corruptocráticas por el cuestionamiento electoral de los amplios sectores de la población, que así se expresaron hace cinco meses, es de suyo un cambio de importancia histórica. También es claro que la ecuación de una transformación de las estructuras económico-productivas y socio-institucionales sobre la base de insuficiencias acumuladas y un marco adverso de condiciones externas, implica un proceso doblemente complicado donde el contenido y forma de lo que nos ha dejado ver el presidente electo y el equipo de transición es bueno en gran medida, pero insuficiente respecto de la ecuación expuesta y no exento de errores. Honestidad valiente y voluntad política son de la mayor importancia, pero enfoque y método en la práctica conforman la ciencia de la experiencia.

Estaremos presentes en el proceso y muy atentos. Pondremos lo que nos corresponde desde donde estemos y lo procuraremos con fundamento en el análisis objetivo distantes de filias, fobias y creencias y lo observaremos con filosofía, cerca de los movimientos sociales y sin concesiones.

Bienvenido sea. Enhorabuena. Y que pase lo que ha de suceder para bien de los mexicanos todos y lo que de aquí sirva para el mundo. Y si no fuere, que la nación lo demande.

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@eperezharo



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