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Edición 410
Escrito por Héctor Chavarría   
Martes, 27 de Octubre de 2020 23:02

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(*)

Periodismo y divulgación científica

Héctor Chavarría

(1)

Dubitando enim ad inquisitionem venimus, inquirendo veritatem percipimus:Fr. Pedro Abelardo (S.XII).

Periodismo y ciencia, no siempre han ido de la mano.

Amén de las inexactitudes de editores irresponsables y reporteros ignorantes, poco serios o sensacionalistas, el divulgar los conocimientos científicos representa un reto que no siempre es fácil de asumir.

         Y, posiblementeel inicio de todo este aparente y contradictorio asunto esté en las diferencias entre la noble y cautelosa ciencia, y el igualmente noble, pero “aventado” oficio del periodista.

         El científico no abre la boca, o por lo menos no debiera abrirla, hasta no estar más allá del 100% seguro de lo que dice; tiene que respaldar sus asertos con pruebas... con experimentación y demostración.

De ser necesario, su exposición y demostración (en el caso de descubrimientos), deberá hacerse ante una audiencia escéptica por naturaleza que le cuestionará hasta el cansancio, así funciona la ciencia y, que bueno que sea así; con el método inductivo.

         El periodista, por su parte, tiene prisa por abrir la boca, y muchas veces lo hace antes de tiempo y cuando lo más sensato hubiera sido que la mantuviera cerrada: casi sellada.

         El periodista no necesita probar nada (salvo su fuente), antes de soltar la lengua; algunos de nosotros somos chismosos profesionales, andamos en pos de la noticia y a veces hasta nos pagan por hacerlo, estamos acostumbrados a “ganar la nota”, así que a veces no se pierde tiempo en la más mínima o elemental comprobación, la exclusiva es la reina.

         Lo cual es un error evidente de método, pero que en el competitivo mundo del periodismo es una “necesidad” por aquello de dar primero la noticia... en ese sentido un reportero sería capaz por una exclusiva, de vender su alma al diablo; suponiendo que un reportero tenga alma...

         Mientras la ciencia es cauta, el periodismo es osado, a veces imprudente... Así pues no son de extrañar las metidas de pata... en especial cuando la noticia es jugosa, o interviene el poderoso caballero don dinero.

         Y debe tomarse en cuenta también —detalle no menor—, que para divulgar la ciencia se debe ser o científico o tener una mínima preparación científica.

La mayor parte de los reporteros son cazadores de noticias, ven noticiarios, será muy difícil que vean algo tan simple como el Discovery Channel o lean el National Geographic, pedirles que se mantengan al tanto de las publicaciones científicas mas especializadas sería como solicitarle a un maussanita® o un trejoniano®, que tenga una idea inteligente... más bien que tenga una idea, a secas.

         Y la mención de los seguidores terrestres de los “Grandes Gurús” de todos los charlatanes del país, nos lleva a la consideración de lo que el vulgo cree que es “ciencia”: al analfabetismo científico que parece ser una característica en esta especie de país... en los EUM se tiende a creer que entre más confuso sea lo que se diga, será más profundo... que una diarrea verbal de terminajos “domingueros ininteligibles”, es lenguaje científico.

         De tal modo los charlatanes más burdos son aquellos que usan de manera más frecuente todo aquello que pudiera sonar a los oídos profanos como “científico”; cuéntese las veces que alguien contagiado de garridismo® usa la palabra “cuántico” y se tendrá una medida aproximada de su grado de ignorancia y de ser un nanocéfalo.

         Evidentemente si a un charlatán se le solicitan precisiones sobre su aserto, simplemente dará vueltas y vueltas sobre lugares comunes o idioteces medievales, si se siente acorralado recurrirá a la teoría de la conspiración, tan de moda en estos días o citará al santo oficio...

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         Y, es ese analfabetismo científico que nos aqueja, el que vuelve aún más difícil el reto de divulgar la ciencia.

         Desgraciadamente mucha de la culpa la tienen los sistemas obsoletos de enseñanza que privan en la mayoría de las escuelas, en especial en las de primera enseñanza; es una verdadera tragedia que muchos profesores parezcan empeñados en hacer correr lo más lejos posible a sus alumnos o en matarlos de aburrimiento, antes que enseñarles... De esta manera el joven no sólo es enseñado de manera deficiente sino que como pilón adquiere una especie de fobia hacia lo científico, sin una idea clara de lo fascinante que es la ciencia.

De tal modo el daño es doble pues sin noción de la ciencia y considerando ésta algo incomprensible o simplemente aburrido, será doblemente difícil que un joven se muestre interesado por conocerla aunque sea de lejitos.

         Un buen divulgador es aquel que vuelve, aún el tema más árido de la ciencia, en algo vivo y palpitante; varios jóvenes que hoy han terminado sus carreras me han mencionado que sólo se interesaron en la química, las matemáticas o la astronomía luego de leer a Isaac Asimov... o a Arthur C. Clarke, Stephen Hawking o a Carl Sagan, a veces creyendo que el libro era de cienciaficción...

         Nuestros divulgadores de la ciencia como: Mario Méndez, Rafael Fernández Flores, Julieta Fierro y Enrique Ganen, no se quedan a la saga, con la “pequeña” diferencia de que sus libros apenas si han tenido difusión gracias al malinchismo idiota de la mayor parte de los “editores” que se niegan a creer que un mexicano sepa de ciencia algo más allá de la fórmula del agua.

         Lo cual parece llevar a la confirmación —a menos que alguien demuestre lo contrario—, de que: el peor enemigo de un mexicano, es otro mexicano, con cierto poder...

         Ese criterio editorial se aplica también a la literatura, hay en los EUM excelentes escritores, jóvenes y no tanto, a los cuales no se les publica porque los “editores” prefieren comprar los derechos de obra de un extranjero en dólares, antes que publicarle a un nacional y pagarle en pesos, luego, aún se atreven a decir con todo el cinismo; que no hay escritores mexicanos...

El reto de combatir a la ignorancia

Y, a todas estas ¿qué nos ofrece la divulgación científica?, la respuesta debería ser obvia, la oportunidad de mitigar aunque sea un poco la ignorancia generalizada, dar a las pobres víctimas de maestros frustrados aunque sea una embarradita de conocimientos.

         Y, una manera es metiendose de lleno en los temas que los charlatanes usan más a menudo para esparcir más la ignorancia; extraterrestres, magia, fantasmas…, puede parecer fútil, pero una manera de enseñar muy directamente es poniendo en evidencia a los charlatanes, mostrando lo que una mente ordenada y con método puede hacer.

         Recordamos que hace unos 40 años, en el centro del país, se dio a conocer la noticia de que un señor —en un sitio llamado Valle de Santiago—, estaba cultivando legumbres gigantes, según él y su representante, gracias a una fórmula proporcionada por “agrónomos extraterrestres”... todos los reporteros de la fuente “fantástica” e “investigadores” de fenómenos para anormales, aterrizaron como plaga de langosta en Valle de Santiago...

Ni un solo científico, divulgador, técnico o experto de verdad llegó ahí para ver de qué se trataba. Ese desinterés científico dejó el campo libre a los charlatanes que se despacharon con la cuchara grande.

Se perdió de esta manera una oportunidad de oro de enseñarle a los profanos algo de agronomía de verdad, mediante una anécdota idiota pero que tenía fascinados a los lectores... era simple cuestión de analizar de verdad y sin “extraterrestres” maussanitas® o trejonianos®, cuál era el método de este hombre —o las características del terreno—, todo lo cual evidentemente nada tenía que ver con marcianitos, venusinos o jovianos, verdes, rojos o gris.

         Unos años después de este relajo, se comenzó a tener noticia de que en diversas partes del mundo se hacían cosas similares, que simplemente y para no perder la costumbre no éramos los primeros con ese asunto... los “agricultores” extraterrestres por supuesto, seguían sin aparecer; para entonces el agricultor de marras ya se había vuelto un conocido chaman y cobraba buenas sumas en dólares por hacer llover o florecer los cultivos en zonas del norte del país y las más atrasadas del sur de gringolandia, donde también se cantan bien las rancheras.

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         Luego de la difusión sensacionalista y el silencio de la ciencia, el turismo naco invadió Valle de Santiago y aportó un poco más de basura a sus ya contaminadas “luminarias” —siete bonitos cráteres volcánicos—, habiendo partido el chaman ya no hubo lechugotas y los extraterrestres —que parece son muy tímidos—, siguen sin aparecer para desilusión de maussanitas®, vigilantes (?), trejonianos®y fauna afín.

         Más recientemente, el señor general secretario de la Defensa Nacional, tuvo a bien enviar al inefable Jaime Maussan Flota, unos videos donde aparecían unas lucecitas, a las cuales el señor secretario de verde les vio cara de ser “naves extraterrestres”.

Por supuesto el eximio —que conste que ahora no le dije ex simio—, Jaime Maussan, ayudado por su mascota “científica” un tal R. Garrido quién a veces se pintaba el cabello color zanahoria —ese que usa más a menudo el término “cuántico”—, les vio a las luces no sólo las placas de circulación —de las Pléyades—, sino hasta las calcomanías del “hoy no circula”, con lo que determinó que necesitaban nuevas placas, películas antirrobos, alarmas en las puertas y, que estaban circulando en fecha prohibida, por lo cual deberían ser infraccionadas... Aparentemente esa fue su recomendación a la Sedena.

Las risas de la gente normal no se hicieron esperar y con seguridad llegaron hasta las Pléyades, porque las lucecitas del video eran quemadores de Pemex en la sonda de Cantarell, tomadas por una cámara defectuosa, material militar de desecho comprado barato a EUA... as usual.

         La justificación del señor general secretario que vestía de verde, fue que le había dado el material a Jaime Maussan y no a la UNAM, el Politécnico o a la Prepa Pop, porque él no conocía científicos... sólo a Maussan, quien, habría que aclarar, tiene de científico lo que yo tengo de musulmán chiíta o “budista” tibetano. Si ese elevado nivel de ignorancia enciclopédica caracteriza al mero-mero de la Sedena, ya podemos imaginar como andarán los sargentos, los cabos y los rasos... viendo al general de cuatro estrellas que los comandaba entonces. Así que si ese señor de verde va a “defendernos” de algo, mejor que no lo haga, pues sospecho que el señor general ese debe creer que la Caperucita Roja es una peligrosa agente comunista, o una diputada alborotadora del PC... o del partido del moreno López, hoy presi. Quizá —horror—, una feminazi y hoy en el bendito S. XXI…

Con la homilía mañanera nos hemos topado, Sancho amigo.

Como contraste con lo anterior, en 1977 nos cayó encima un artefacto proveniente del espacio; miles de personas lo vieron, fue filmado en 35 milímetros, se dijo de inmediato que era una nave espacial, aquello se estrelló o por lo menos una parte, en la Sierra Norte de Puebla.

Teníamos entonces el escenario perfecto para hacer reportaje sensacional: caída de “algo”, rumores de presencia militar, personas en la sierra que afirmaban haber visto “extraterrestres”. ¡Perfecto! Todo listo para hacer periodismo fantástico. Los amarillistas se lanzaron con todo y hasta entrevistaron a un ET, caravanas enteras de capitalinos y de otros lares, sin nada mejor que hacer, se derramaron por la sierra.

Después de una serie de visitas a la sierra sólo dos reporteros lograron llegar al sitio verdadero de la caída y recuperaron un fragmento de aquello.

El metal fue analizado: era acero, una aleación “rara” de gran resistencia, pero perfectamente lógica en términos de metalurgia. Los resultados fueron publicados a su debido tiempo y sólo años después, prosiguiendo con la investigación, se tuvo el panorama completo: el fragmento de metal pertenecía a un cohete ruso-soviético que había puesto en órbita un satélite espía militar. Si venía del espacio, si era parte de un artefacto espacial fruto de una tecnología avanzada, pero era completamente terrícola.

El Caso Puebla marcó la diferencia entre hacer periodismo-fantástico-chafa e investigar de verdad, no tanto con el afán de ganar la nota sino de esclarecer un misterio.

Entre otras cosas se aclararon algunos puntos de cómo era la guerra fría de aquellos años y como influía en un país como los EUM, que no era participante (2).

Por supuesto, esa investigación no atrajo los grandes titulares y sólo interesó a los involucrados de verdad en la investigación OVNI-FANI (3), los cuales nada tienen que ver con los enloquecidos que andan buscando “marcianitos” de colores.

Si se puede hacer investigación seria, con bases científicas, aún en los casos que pudieran parecer más fantásticos, cuando hay algomaterial, real, que investigar como en el Caso Puebla,no simples anécdotas, simple basura, como en el 99% de los demás casos.

         Afortunadamente vivimos en el siglo XXI, no en el XI, ahora se vale pensar sin temor a la hoguera, pero la ignorancia regresa por sus fueros, es persistente. Así mientras exploramos el sistema solar, descubrimos planetas fuera de él y hurgamos en los misterios del cosmos, proliferan todo tipo de orates como cartomancianas, “psíquicos”, adivinos, chamanes, astrólogos, “contactados” por extraterrestres con evidente síndrome de Down, pero; la ignorancia se niega a morir.

         Y, la ignorancia ha sido la causa de los mayores males sufridos por la humanidad, por ignorancia se asesinó gente en la hoguera o en los campos de exterminio nazis, por ignorancia hay atentados suicidas contra gente inocente; guerras religiosas y conflictos étnicos. La mayor parte de la gente en este planeta, vive en la más abyecta ignorancia, creyendo en deidades absurdas y aplicando la superstición a su vida diaria... Ejemplo: Donald Trump; los nazis con Herr Hitler a la cabeza, que achacaban a los “judíos” todos los males de Alemania, Mr. Trump le achaca lo mismo a los mexicanos respecto a EE.UU.

Entonces quienes hemos tenido el privilegio de recibir una educación; nosotros los habitantes del siglo XXI, tenemos el deber ineludible de combatir a esa ignorancia por todos los medios.

Declararle la guerra al mayor de los males de la humanidad; la ignorancia. Porque, terrible y epidémica como es, tiene cura. Lo incurable es la estupidez, como recortar presupuestos para investigación.

         Hacer divulgación científica no es necesariamente publicar ecuaciones o usar términos técnicos; el reto real es desacralizar a la ciencia, ponerla al alcance de todos, que no le tengan miedo los poco enterados; decir como el doctor Rafael Fernández —un doctor en física de la Universidad de Toulouse—, “la ciencia es un juego de niños”, hacer divulgación es enseñar a la gente a pensar con método, a usar la cabeza para algo más que usar un sombrero. Divulgar el pensamiento escéptico, base de la ciencia, es hacer el trabajo de la ciencia. Sin escepticismo no puede haber investigación.

Uno de los más recompensantes placeres de la mente humana es resolver un problema usando la lógica, encontrar la certeza de algo sin ideas mágicas; eso es lo que ha hecho crecer a la especie humana... no las creencias.

La creencia, la gnosis —el “conocimiento” proporcionado por la búsqueda de una deidad—, es estática, inmóvil... está muerta. El escepticismo la agnosis, proporciona conocimiento humano, nada “sacro” y bien real; vivo.

Y, como algo vivo, es palpitante, siempre cambiante, siempre está moviéndose, siempre está aprendiendo.

         Y, es esta negación de la idea de un “conocimiento” proveniente de una improbable deidad, lo que ha hecho crecer a la sociedad humana, creó los métodos de pensamiento, la ciencia, latecnología y como consecuencia todo aquello manufacturado que nos rodea y nos sirve cotidianamente.

         Fuera de unas bonitas catedrales góticas, y otros monumentos la creencia no ha dejado gran cosa. Gracias a la ciencia y la tecnología, el hombre dejó de ser un juguete de la deidad y se volvió un demiurgo capaz de cambiar su entorno. La inteligencia mató a la deidad. Aunque los espasmos se prolonguen un poco, pero cesarán. La inteligencia, el escepticismo y el método inductivo, han llevado a la humanidad de la oscuridad de la caverna hasta el brillo atómico; en la lista siguen las estrellas.

         Quienes estamos comprometidos del lado de la razón seguiremos difundiéndola, no importa que sea a nivel especializado o peleando con los charlatanes en público, sabemos que serán pocos los que recibirán el mensaje, pero con uno que lo reciba es suficiente y válido el esfuerzo.

El Sol y la Luna

HACIA FINES DEL SIGLO XIX, EL periódico The Sun (El Sol) de Nueva York, publicó la sensacional noticia de que en Sudáfrica se había construido el telescopio más grande del mundo, el cual halado por verdaderas hordas de hotentotes podía ser enfocado hacia la Luna. Los hallazgos habían sido espectaculares; resultaba que la Luna estaba habitada por unos etéreos seres con alas, similares a las hadas de Sir Arthur Conan Doyle, que se dedicaban a todo tipo de lunáticas actividades, mismas que fueron detalladas por el periódico en sucesivas entregas...

         Como era de esperarse, la circulación de “El Sol” se elevó hasta la Luna.

         También, como cualquiera sabe ahora, todo el asunto de los selenitas y sus adorables actividades era una falsedad, comenzando por la noticia del telescopio de marras. ¿Por qué tuvo tal efecto esa noticia? Para empezar, los lectores de entonces no se cuestionaron acerca de la verdad o falsedad del asunto; el periódico lo publicaba, entonces debía de ser cierto. La gente era entonces más ingenua, pero sobre todo sentía un respeto, a veces irracional, hacia aquello que estuviera en blanco y negro... como si lo escrito fuera la palabra de la deidad, una especie de ente sagrado.

         Esa tendencia persiste hasta la fecha aunque buena parte de esa veneración se ha trasladado hacia la televisión y, peor a las redes sociales, donde cualquiera hace “periodismo” sin el mínimo atisbo a la ética profesional.

         No hubo demandas contra “El Sol” por haberle tomado el pelo a los lectores, pero el asunto inició la malhadada costumbre de los editores de publicar lo que fuera, con tal de hacer crecer la circulación. A la larga esta pésima costumbre resultó más dañina que benéfica —salvo en las ventas—, y obligó a las asociaciones de periodistas a emitir códigos de conducta en pro de la seriedad de sus medios, uno de ellos era y es, el de confirmar la fuente, antes de teclear la nota.

La ciencia no es creencia

Hacer divulgación científica en México es muchas veces parecido a predicar en el desierto, sin embargo, cada vez son más los que parecen estar dispuestos a escuchar, en especial cuando la difusión se hace mediante la confrontación directa con la ignorancia, a la gente le gusta, lo siguen como si fuera un encuentro de lucha libre. Y, hay otros signos de mejoría. El Club de Periodistas de México instituyo en el Premio Nacional de Periodismo, uno a los trabajos dedicados a la divulgación científica, eso es un estímulo que esperamos haga crecer el número de los divulgadores.

Y, por otra parte, resulta muy alentador ver que el número de trabajos presentados y propuestos, ha sido mayor de lo que se esperaba.

El país necesita con urgencia que tanto sus logros científicos como el método de pensamiento lógico sean difundidos cada vez en mayor escala y al mayor número de personas, por todos los medios de los que dispone el periodismo moderno.

         En lo personal uno de mis mayores placeres consiste en hacer trizas en público a uno o varios maussanitas®, trejonianos® o lo que aparezca esta semana en el panorama de la charlatanería. Porque cada vez que eso ocurre, alguien se da cuenta de que vivió en la ignorancia y echa a caminar sus neuronas dormidas y, eso siempre es alentador, ese momento cuando una o varias personas se dan cuenta que; la ciencia no es creencia.

Después de todo, a pesar de lo dicho en contra y, los pronósticos agoreros: La especie humana si es inteligente, aunque a veces no se note...

(*) Charla dada en la Universidad de Chapingo.

(Actualizada)

(1) Porque dudamos preguntamos, inquiriendo percibimos la verdad.

Fr. Pedro Abelardo (S.XII).

(2) Para información sobre el Caso Puebla; ver el libro-reportaje IMPACTO, la verdadera investigación sobre el “ovni” caído en la sierra.

(3) El término OVNI –Objeto Volante No Identificado— fue acuñado por militares, antes y durante la “guerra fría”, dado que no ha sido posible probar que lo avistado sean “objetos”, se ha buscado el término FANI —Fenómeno Aéreo No Identificado—, mucho más correcto y descriptivo.



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