EN SEPTIEMBRE DE 2003, en esta columna de Vértigo se publicó el texto “Salinología”, una revisión completa no del particular -Beatriz Paredes Rangel dixit- Carlos Salinas de Gortari. sino de algo mucho más complejo y estructural: el proyecto salinista, es decir, la propuesta del modelo de desarrollo del ex presidente de la República como la del PRI.
AHORA, COMO en la ,película Tiburón Salinas vuelve a atacar para posicionarse en los medios. A partir del 2003 Salinas regresó por el poder, después de andar huyendo por el mundo -como el juego estadunidense de Carmen San Diego- con la presión judicial de Ernesto Zedillo pisándole los talones.
Zedillo, ahora se encuentran explicaciones, nunca quiso encarcelar a Salinas o juzgarlo. La acusación y encarcelamiento de Raúl Salinas de Gortari fue una especie de ruptura necesaria. Zedillo llegó a la presidencia de la República como el beneficiario del asesinato de Luis Donaldo Colosio. La complicidad de la sangre iba a marcar su sexenio. Al encarcelar a Raúl y provocar el exilio de Carlos, Zedillo marcó su distancia de los Salinas.
El regreso del nunca ido Salinas tiene tres razones concretas: la orfandad interna del PRI, la neurosis del poder de Salinas y la ausencia de un proyecto de gobierno en el PRI. Ningún liderazgo del PRI tuvo la suficiente fuerza como para asumir el control del partido: gobernadores, legisladores y jefes corporativos resultaron mediocres para conducir al PRI. Inclusive, dicen al interior del PRI, los gobernadores priístas traicionaron al partido para impedir la victoria presidencial de Roberto Madrazo. Salinas se fue colocando como la fuerza mediadora en el PRI. En los últimos seis años, asumió la tarea del gran conciliador de las pugnas entre los diferentes grupos, corrientes y alianzas internas. Pero paralelamente, Salinas convenció a los priístas de la necesidad de reconstruir su proyecto de gobierno. El PRI había regresado paulatinamente al populismo anterior al neoliberalismo De la Madrid- Salinas-Zedillo, aunque con los mismos vicios presupuestales.
El proyecto de desarrollo de Salinas tuvo la habilidad de no cuestionar el populismo pero sí de meter al PRI en la continuación de las reformas estructurales. Lo malo fue que la propuesta de desarrollo del PRI quedó en un híbrido: un populismo neoliberal o un neoliberalismo populista. El único capaz de desentrañar los misterios de la alquimia de ideas priístas fue Salinas. Al final, el PRI simplemente quería recuperar el poder y Salinas buscaba reconfirmar la vía de la modernización neoliberal. Lo malo para el PRI fue el lastre que significa Salinas como piedra atada al cuello del partido. Las revelaciones del libro de Carlos Ahumada Kurtz y el radioescándalo de las declaraciones de Miguel de la Madrid mostraron que los pasivos de Salinas son mayores que las posibilidades del PRI. Al final de cuentas, luego de las derrotas del 2000 y del 2006, el PRI estaba obligado a una gran reforma interna: de liderazgos, de estructuras, de proyecto de desarrollo, de lenguaje y de imagen. Salinas representaba exactamente lo contrario en esos cinco rubros. En lugar de dar la cara y explicarle a la nación todos los hechos, Salinas salió huyendo a Londres a esconderse de la exigencia pública. El PRI no supo explicar el Salinas priísta en el libro de Ahumada y en las acusaciones de De la Madrid. Bastaron sólo estos dos empujoncitos para descobijar al PRI y a los priístas y para evidenciar que la tabla de salvación del PRI no era la gran reforma como partido sino Carlos Salinas. Por tanto, la conclusión fue muy clara: el PRI que quiere retomar el poder es el mismo PRI de siempre, el PRI del Caudillo Salinas.
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