¿La dictadura (im)perfecta?
“Las instituciones viven momentos difíciles”.
Valentín Rodríguez, general del Ejército Mexicano, director de la Escuela Superior de Guerra.
I LOS "MOMENTOS DIFÍCILES" a los que alude don Valentín en un discurso dicho en la graduación de 151 mandos castrenses en la Escuela Superior de Guerra no son los mismos que el grueso de la ciudadanía vive y que ésta no siempre verbaliza. No. La ciudadanía, piénsase, registraría el aserto del general Rodríguez de otro estilo: la descomposición del Estado mexicano en una etapa incipiente, pero clara e inequívoca, de desintegración. Las instituciones de éste viven, sin duda, días de dificultades.
Los momentos difíciles ya han arribado al umbral de la institución militar, como bien confirma el general Rodríguez. Pero su dificultad es estratégica y logística, de magritud táctica y filosófica-estructural. La filosofía de simular es causal inherente de crisis.
Simular que se sirve al pueblo para mal ocultar que en realidad se sirve al interés político de un civil que representa, a su vez, intereses ajenos a los populares es, preciso sería subrayarlo, el vector central de los momentos difíciles de la nstitución castrense.
Y, así, obvio presumiríase que desintegrarse es la dificultad extrema. Empero, es de advertirse que ni el general aquí citado ni otros mílites de su jerarquía y muchos otros jefes y oficiales y hasta los soldados rasos coincidirían en el diagnóstico
vero del caso.
Algunos militares -generales, coroneles, mayores, capitanes y tenientes, entre otros- discreparían, sabido es, del director de la ESG. El Ejército Mexicano y la Armada de México libran una guerra contra un enemigo elusivo y fantasmal.
¿Por qué es elusivo ese enemigo? Porque no ha sido identificado objetivamente, sino subjetivamente, como un pretexto.
El narcotráfico es el pretexto y, como tal, una ambigüedad. El enemigo es, paradójicamente, el mismo pueblo.
II EL PUEBLO SE SIENTE aterrorizado porque se ve agredido. Y naturalmente, ese sentir deviene en parecer, lo cual es el blindaje verdadero del enemigo pretextado de las Fuerzas Armadas: Ese blindaje es el apoyo social del narcotráfico.
¿Apoyo social? ¡Por supuesto! Hasta el propio Felipe Calderón lo reconoció así, insólitamente, en público, en un discurso, hace días.
Un enemigo que tiene apoyo popular -reconocido por el jefe mismo de sus adversarios- es en teoría imbatible. Ante ese reto, los momentos difíciles de las Fuerzas Armadas su comandante supremo, el señor Calderón, quiere ampliar su fuero, darle un alcance al suporte jurídico de la violencia legal, adicional y simultánea a otros medidas al parecer desesperadas.
Esas medidas desesperadas son las de que las Fuerzas Armadas contemplan echar mano de los cadetes de las escuelas militares (las navales incluidas) y hasta de los conscriptos -los de 18 años- y endeudar más al pueblo adquiriendo nuevo “matèriel”.
Como sabríase, el titular de facto del Poder Ejecutivo, el ya mencionado señor Calderón, ejerce esa investidura -que para millones de sus compatriotas es ejercida espuriamente- bajo guisas de excepcionalidad recursiva. Y brutal.
Así, ejerce esa investidura por decreto, invocando, paradójicamente, a la mismísima Constitución Política, cuya letra y espíritu interpreta con arreglo a una cosmovisión peculiar de vena fascistoide, no distinta de la de Hitler, Mussolini,
Franco y Pinochet.
Empero, esa recursividad de la que hace gala don Felipe es ajena a filigranerías y virtuosismos políticos. Es grotesco su estilo personal de ejercer el poder al que accedió en 2006, soslayando el imperativo democrático de recuento de votos.
III DESDE EL PRIMER DÍA de ejercicio de su investidura, hace 30 meses, don Felipe ordenó como comandante supremo de las Fuerzas Armadas que los soldados saliesen de cuarteles -donde debieren estar- y los lanzó a las calles, a invadir y ocupar al país.
Y a aterrorizar a la población. Ese fue el mensaje a la ciudadanía: ejercer el poder -que no gobernar- con las Fuerzas Armadas. Y, así avisada, esa ciudadanía sabría, ya sabe, a qué atenerse. Soldados y marinos están en guerra.
Y en la guerra todo es válido. Desmanes, atropellos, violaciones de garantías individuales y derechos humanos y potestades
colectivas.
La violencia pseudolegal tiene un tufillo hediondo a ilegal: usar a la Constitución para violarla; pedirle permiso a la víctima para ultrajarla.
De ello escribió prolíficamente Emilio Krieger. Ese mensaje epiceno tiene, sin embargo, destinatarios particulares y concretos: no sólo el narco, sino también los descontentos, disidentes y discrepantes organizados. Y, acusadamente, a las dirigencias locales, desde gobernadores hasta alcaldes.
Tal acción, bajo la suerte de combatir a la “delincuencia organizada” –eufemismo referido exclusivamente al narcotráfico-- tiene efecto corrosivo que, en tanto vector activo, contribuye al proceso de desintegración del Estado mexicano.
Esa desintegración es dramática, por espectacular; deviene de la acción de catalizadores concurrentes al de ejercer el poder con las Fuerzas Armadas, mediante decretos que facultan a don Felipe a allanar moradas y ampliar el fuero militar.
Otro agente de catálisis es la crisis económica, política, social y hasta cultural. Crece el desempleo y decrece el subempleo atenuante.
Aumenta la pobreza y la miseria. Se intensifica el quehacer delincuencial. La barbarie asoma. Signos de desintegración.
En ese decurso, don Felipe ha incurrido en acciones orientadas a crear un andamiaje jurídico- sofista de conculcación legaloide -más no legal en sentido moral- de garantías individuales y derechos humanos. En éste sexenio, lo antisocial es legal.