Lo que faltaba:
La Ley del Talión
Mal empieza la semana para quien ejecutan en lunes: Quienes, con toda razón y derecho, esperan que el cuadro de barbarie que señorea sobre la Patria nuestra se modifique en 2010, tienen pocas esperanzas de que así suceda: El balance de violencia de los tres primeros años de combate al crimen organizado, declarado por el presidente Felipe Calderón, se aproxima a las 20 mil víctimas, entre los cadáveres visibles y aquellos que yacen en las llamadas narcofosas que, más temprano que tarde, expulsarán los fiambres de los ejecutados, sin que sus muertes aparezcan aún en las estadísticas de esa guerra.
El fenómeno empieza a insertarse ya en la literatura del cinismo: En la improvisada “estrategia” del calderonismo para enfrentar el narcotráfico, el gobierno trató de forzar la rendición de los capos, persiguiendo indiscriminadamente a sus familias. Éstos, invocando los códigos internacionales de guerra, según consta en mensajes públicos escritos en las llamadas “narcomantas”, emplazaron repetidamente al Presidente a que no se cobraran represalias en sus “parientes inocentes”. Los capos, pues, se han asumido en un conflicto bélico. No hubo la respuesta exigida. El resultado más resonante en los últimos días de 2009 es que, después de la oscura operación en Cuernavaca contra el cártel de los Beltrán Leyva, se registró el múltiple homicidio en Tabasco de familiares de un marino que intervino en esa acción, muerto él mismo en la refriega. En términos sumarios, se trata de la Ley de Talión: ojo por ojo…
El dato aleatorio a ese macabro episodio -que suena a Venganza-, protagonizado por la Marina Armada de México, es que, después de aquella sórdida operación, el cadáver de Arturo Beltrán Leyva fue expuesto a los y en los medios semidesnudo y cubierto en billetes de dólares, un siniestro simbolismo que hizo recordar el comportamiento de tropas estaunidenses en la cárcel iraquí de Abu Ghraib. Hasta algunos diarios, identificados con el gobierno, cuestionaron ese despropósito.
El dato mayor, sin embargo, obliga a preguntar qué pasa en el gabinete de Seguridad Nacional. Antes de que la operación de Cuernavaca ocurriera, el Ejército mexicano, agente imprescindible en la guerra contra el narco, ya parecía haber sido desplazado en ese tipo de acciones por elementos de la Marina Armada, a cuya labor de inteligencia empezó a atribuirse el éxito de las últimas acciones, aunque agencias antinarcóticos de los Estados Unidos no dejaran pasar oportunidad de blasonar de su “colaboración” en tales éxitos.
Con independencia de boletines y conferencias de prensa gubernamentales, nos parece pertinente citar algunos textos de Javier Ibarrola, reconocido especialista en Fuerzas Armadas, según título acreditado en el diario Milenio, en el que con frecuencia, para enriquecer su comentarios, reproduce testimonios de miembros del Ejército en activo o retirados. “Esta guerra”, dice Ibarrola, “ha generado enormes capitales para los narcotraficantes, lo que ha dado paso también a la enorme corrupción en la que se han visto involucradas diversas autoridades, policía de todos los niveles, ministerios públicos, incluidos militares y algunos políticos, pues constantemente existe la sospecha de que, con consentimiento y en ocasiones sin percibirlo, sus campañas políticas se han apoyado en recursos del narcotráfico`. De acuerdo con elementos del Ejército, que han participado en esta lucha, se puede decir que las autoridades han perdido la guerra’” (9-XII-2009.)
En otro texto (16-XII-2009), Ibarrola informa que “generales y almirantes, agrupados en el Centro de Análisis y Opinión de Marinos y Militares, consideran que, ante el fracaso en la lucha contra la delincuencia organizada ‘es urgente y en verdad ya es necesario el cambio de estrategia, de dirección y mandos ante este tipo de operaciones. Durante los últimos ocho días, por lo menos, generales del Ejército y almirantes de la Armada, especialistas en diversos campos de seguridad e inteligencia, han elaborado una serie de análisis que plasman una realidad alarmante sobre la lucha emprendida por Felipe Calderón contra el narcotráfico desde el primer día de su gobierno (…) El verde olivo no se despinta de nuestra piel, pero es claro que el fracaso es obvio y se requiere un cambio. Sin embargo, consideran en sus trabajos que el hecho de intervenir decididamente causa resquemor en la clase política, por el temor de que se podría poner orden a la incertidumbre existente.
“Al marcar las diferentes caras del enemigo -delincuencia organizada, narcotráfico, bandas de delincuentes que ejecutan, asesinan y secuestran, y en general cometen actos de terrorismo- uno de ellos considera que estos elementos han dado paso a una guerra irregular o combate clandestino. El analista militar sostiene que la guerra es, si no una forma de política, si un medio de ella, porque la guerra es siempre lucha por el poder. Es en la guerra irregular que la conexión entre la guerra y la política aparece con mayor claridad: que la guerra irregular, y en el caso de México, esta guerra tan especial de contornos indefinidos es, de cierta forma, no la guerra del soldado, sino del político. Los narcos no son simples delincuentes, son combatientes. No es posible seguir actuando sin coordinación y sujetos a los avatares y decisiones viscerales o vaivenes de la política, maquillajes e intereses de los encargados civiles favoritos de manejarla”.
El 23 de diciembre Ibarrola escribió: “El gobierno subestimó la reacción violenta por parte de la gente de Beltrán Leyva. Al grado de que aún velaban en su casa al marino Melquisedet Angulo, muerto en el operativo para detener al jefe de jefes, cuando un comando llegó a la casa del marino y mató a balazos a la muerte de éste (…) pero más allá de esto hay muchas preguntas y pocas respuestas: ¿Por qué la misión no se encargó el Ejército, que después de todo fue quien desde el primer día de gobierno se hizo cargo de eso que dieron en llamar guerra? Los miembros del Centro de Análisis y Opinión de Marinos y Militares, todos relacionados alguna vez con el tema de la Seguridad Nacional y combate al narcotráfico, han señalado que lo que no les queda claro es si Felipe Calderón, durante los tres años transcurridos de su sexenio, se ha sentado a reflexionar sobre asuntos de capital importancia para el país, ajenos a perpetuarse junto con sus amigos en la cúpula del poder”.
En buen romance, hay que recordar que, cuando el tecolote canta… el indio muere. Grave asunto.
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