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Edición 227 | |||
Jueves, 11 de Febrero de 2010 11:57 | |||
![]() México y Haití en un mar PINO PÁEZ
EN BRAZADAS DE HISTORIA los pueblos quedan a un buche de sal, cercanas de líquidos azulejos las fronteras; el caribeño solar se halla a la distancia de un sorbito; Haití está aquí más acá de cualquier ripio, México también le es próximo en distancia y sentimiento. Uno y otro se desplazan en parangón, con los sismos que abren cicatriz y cuarteadura después del cascajo y las paredes, con su imperioso batallar contra los imperios, con el estereotipo a cuestas endilgado por el discriminador que contempla todo desde el arsenal de sus chinguiñas... Humano banquetazo en equivalencia uno
Antaño Hernán Cortés en sus garabateadas Relaciones “testimoniaba” incansables glotonerías de antropófagos, tlaxcaltecas almorzándose mexicas y viceversa en “apuntes” no irrumpidos del delirio, pero sí de la patraña para “justificar” el genocidio cometido por los hispanísimos representantes de Su Canija Majestá.
Antaño, en 1940, el jesuita Joaquín Martínez Montiel, casi se desbarata la sesera en su libro Genética mexicana, al afirmar que es “La raza cobriza, por regla general, apática e indolente”, en tanto es “La raza negra (...) rencorosa, poco franca, levantisca...”, anotó el clérigo en una oración sin rezo ni sujeto, con el (im)puro verbo cosificar. Hogaño, pocas semanas atrás, en TV Azteca, Javier Alatorre y otros periodistas de la misma cadena, advertían que los haitianos “Deben aprender” a hacer cola, no a sirenarse una retaguardia de pez, sino a serenarse en las esperas de la fila, aprendizaje formal en la formación, cacofónicos y magisteriales recomendaban con fondo musical de guitarritas bien chillonas. Coludo coludido en equivalencia dos
Antaño -siglo XVI- el sacerdote Tomás Ortiz durante su estancia en el Caribe primero y luego en lo que intitularían Nueva España, veía al coludo Lucifer coludido con los naturales, azuzando indios al “pecado”. Escribió este Tomás que nada tenía de santo y que ocupara un relevante cargo en Hogaño, hace bien poquito, en canal 4, en un dúo bien acopladito durante el programa Matutino Express, el invitado Jaime Maussán -avistador de marciana llegada con todo y ricachá- y el conductor Esteban Arce -connotado orador de homofobia, misoginia, antichavismo, contracastrismo...- dijeron al aire sin desairarse que el pavoroso temblor fue un “Anuncio divino por la pérdida de valores”. Sodoma y Gomorra remasterizadas. A fin de apuntalar sus exotéricas disquisiciones añadieron que el sísmico castigo lo divulgó “ Antaño, en la decimonónica centuria, Madame de Staël cuestionaba en memorias manuscritas que Napoleón haya pactado con un endemoniado y “feroz negro” (Jacques Dessalines) y Francia se quedará sin Haití, sin plantaciones, sin remolacha, sin la fructífera mano de obra esclava, la más redituable del continente enterito. Desde luego que la muy conservadora escritora sabía que Bonaparte no hizo pacto alguno, ni siquiera con Satán, fue derrotado, el ejército galo sucumbió ante la rebelión combinada de la guerra frontal y la innovadora guerrilla que surgía y resurgía cual silencio y voz agazapados entre la espuma. Hogaño el “pastor” Patrick Robertson fusiló extemporáneamente a la señora de Staël al plagiarle la racista diablura aquélla de todos los diablos. La descomunal tragedia que padecen los haitianos es una maldición, señaló el telenovelero “evangelista” estadounidense, producto de una negociación con el Chamuco bajo el meneador sello del vuduismo. Pacto compacto en un impacto, argüía el plagiario “predicador”mientras en la cámara acurrucaba su mejor perfil. Lo cierto es que las religiones (el vudú es una religión con aportación teológica, organigrama, protocolo, jerarquías humanas y divinas...) algunas veces son también terrenalmente liberadoras, antiimperialistas: el Islam en Palestina o en la negritud de Malcom X en Portones sin aldabas en equivalencia tres
Antaño, en la triunfal independencia haitiana de 1804 y varios años posteriores, no había cerrojos ni la menor aldaba o barcas atravesadas sobre el agua a guisa de valladar: Haití tenía para otros anticolonialistas abiertas las puertas en la inmensidad de un abrazo. Allí se asilaron muchos, allí estuvo Simón Bolívar, quien además del hospedaje recibió armamento y recursos pecuniarios, sin más condición que decretar desde el fragor mismo pro independentista el fin de la esclavitud. En tal sentido, asimismo fueron atendidas las peticiones de Ignacio Rayón y Vicente Guerrero, el cual ya en su calidad de presidente de Hogaño, antes del salinato que en la embajada mexicana de Ecuador negara asilo a guerrilleros de Alfredo Vive, Carajo (no es enojo del retobador, esa era la denominación de la guerrilla), México poseía igualmente el prestigio de una política de portones sin aldabas, hasta el grisáceo neoliberal De Antaño, 1985, en Hogaño en Haití, sobre todo en Puerto Príncipe, hiere a todos tanto desplome, tanto prejuicio, tanto zopilote marine, tanta ONU emparentada a la carabina de Ambrosio... Empero el mar no rumia desmemoria: allí están las protestas y las arengas contra el invasor su disfraz de “altruista” . Allí está otra vez la imagen multiplicada del gran Charlemagne Peralte con más de una semejanza al grandioso Zapata. Allí está Haití a pesar del escondrijo que quiere imponer el prejuicio y la hecatombe.
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