2010: ahora sí
la última oportunidad
CARLOS RAMÍREZ HERNÁNDEZ
AUNQUE LAS ÉLITES POLITICAS no quieran verlo, el año de 2010 será decisivo. Y no en la lógica de las maldiciones centenarias sino en el hecho de que en el 2010 se darán las condiciones históricas para dar por terminado el viejo modelo de nación y construir uno nuevo. Si no hay visión histórica en las élites, entonces México ingresará este año en el espacio de la mediocridad social.
El principal problema de México es la mezquindad. Habrá que regresar a Samuel Ramos y a Octavio Paz para identificar ese virus heurístico porque su capacidad de mutación tiene que ver con la forma de neutralizar los antivirus: es preferible que las cosas salgan mal con tal de negarle la razón a los demás y con ello no perder los pequeños espacios de poder.
El 2010 será de acumulación de muchas crisis. Pero todas pueden centrarse en una sola: el agotamiento del modelo de desarrollo de la nación. La Independencia terminó con la invasión francesa. La Reforma restauró la república y modernizó al Estado. La Revolución terminó con el modelo de explotación del porfirismo. La globalización demostró el fin de la propuesta de desarrollo de la revolución. Y la crisis de 2009 acortó la vida de la globalización. Y el país se quedó sin destino histórico.
Ahora el 2010 habrá de decidir el gran dilema nacional: reencontrar el camino de un desarrollo nacional o continuar por el camino de un desarrollo mediocre que profundice la desigualdad social. No hay más. Las características del 23010 serán cinco:
Las necesidades: Encontrar el modelo productivo para crecer anualmente seis por ciento sin inestabilidades ni crisis. El actual modelo sólo garantiza una media de tres por ciento. Y se requiere crecer a seis para dar empleo a la población económicamente activa. Si no, seremos una nación de ambulantes, subempleados y braceros.
Los objetivos: Empleo, bienestar y expectativas para todos los mexicanos. La estabilidad económica es condición para la estabilidad política y social. Y no hay más que una estabilidad económica: crecer en función de la demanda de empleo y sin desequilibrios.
El camino: El modelo globalizador ya no garantiza el cumplimiento de los objetivos sociales. Se necesitan cuando menos cinco objetivos estructurales: un nuevo modelo de desarrollo, un nuevo sistema político, un nuevo Estado, un nuevo pacto constitucional y una nueva política de bienestar.
La encrucijada: O la clase política y gobernante decide debatir lo serio que tiene que ver con el destino nacional o en el 2010 veremos jaloneos por pequeñeces políticas y microscópicos espacios de poder. O se debate el proyecto nacional de desarrollo o regresamos a la disputa por la silla presidencial.
El horizonte histórico: Aunque suene demagógico, lo que está en juego es un dilema filosófico: o la grandeza o la mediocridad. Los grandes cursos históricos de la nación lo definieron los estadistas: independencia, reforma, revolución, globalización. El 2010 mostrará si nuestros dirigentes políticos son estadistas o burócratas del poder.
La crisis nacional no es de coyuntura o importada o de fácil arreglo con mayores impuestos. Es una crisis de proyecto nacional, de modelo de nación. La propuesta nacional de la Revolución Mexicana ya no sirve. Y no habrá un estallido social para una nueva revolución que lleve a un nuevo modelo. Por eso el 2010 planteará la última oportunidad para una transición histórica o para quedarnos en la maldición histórica de la mezquindad social.