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Edición 234 | ||||
Escrito por Mouris Salloum George | ||||
Sábado, 15 de Mayo de 2010 14:20 | ||||
Recordando la muerte del Cardenal Posadas Ocampo
El 24 de mayo es una fecha memorable para el catolicismo mexicano, porque se cumplen 17 años de la muerte del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo en el aeropuerto de Guadalajara, Jalisco, en donde el prelado se presentó aquel día a recibir al nuncio apostólico Girolamo Prigione. Sin embargo, de creerse en la hipótesis sostenida hasta ahora por el gobierno federal, la fecha marca la inauguración de la coartada del fuego cruzado, que ahora mismo se esgrime para tratar de justificar los daños colaterales, bajo la cual se arropa en la impunidad el sacrificio de víctimas inocentes de la guerra contra el narco. De ser así, ¿quién pide (o merece) castigo por el múltiple homicidio de Pedro Pérez, Martín Aceves, Francisca Rodríguez, Juan Manuel Vega, José Ramón Flores y José Beltrán, que cayeron también al lado de Posadas Ocampo, pero permanecen condenados al anonimato?
Todavía hace tres años, a unos cuantos meses de instalado en el gobierno Felipe Calderón, y en
La visita de esos tres personajes a Roma dio pie al recalentamiento de la especulación: la autoría de aquella muerte fue obra “de fuerzas del gobierno, vinculadas a los sectores más radicales de la masonería mexicana”. Más contundente: Se trató de un crimen de Estado, en la misma línea de acción que un año después cobró la vida del candidato presidencial del PRI, Luis Donaldo Colosio.
Hace unas semanas, de su puño y letra (en realidad pudo ser de los mencionados Guzmán Pérez Peláez y Ortega), el gobernador de Jalisco, Emilio González Márquez -el tercer mandatario panista remiso a la hipótesis oficial-, dirigió a ”Si el Ministerio Público se corrompe, los gobernadores no podemos quedar a merced de esta traición, no podemos permitir que se dañe a las personas o comunidades de nuestro pueblo; por ello, es urgente la intervención de nuestro máximo Tribunal para preservar el ejercicio de una justicia pronta y expedita, imparcial y comprometida con la sociedad...”, había escrito en un comunicado de prensa el gobernador González Márquez. Fuego cruzado. Uno de los soportes de esta especie, que Al tiempo, el hoy difunto Jesús Blanco Ornela, director del semario Zeta, de Tijuana -creible, porque él mismo fue objeto de repetidas amenazas y agresiones de parte de las mafias-, consideró preciso, para esclarecer en verdad el crimen, el testimonio del manfioso Humberto La rana Rodríguez Bañuelos, convenientemente muerto en prisión antes de conocerse su testimonio público en un caso en el que proliferan los alias implicados en las pesquisas: el propio Popeye, El CH, El Zigzag, El Lalo Reyes, El Cougar, El Tarzán, El Paisa, El Pato, El Puma, etcétera. La naturaleza de ese atentado -sobre el que figuras de Los feligreses deben seguir el ejemplo de expiación y generosidad “de Rafael Caro Quintero y Amado Carrillo Fuentes” (dos de los capos más afamados). Canónigo de Con esa clase de benevolencia pastoral, ¿se puede esperar que algún día se conozca la verdad histórica de la muerte
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