A río revuelto:
hipertrofia burocrática
En la explosión de estridencias desinformativas, generadas desde la burocracia pública y sus cajas de resonancia, hay datos duros que no se pueden disociar como explicación del estancamiento -si no del retroceso- que tiene a México en la encrucijada: De acuerdo con las cuentas nacionales procesadas por el Banco de México y la Secretaría de Hacienda para el primer semestre de 2010, la deuda, sólo del sector público federal, suma alrededor de cuatro billones 226 mil 457 millones de pesos. En términos relativos, desde que Felipe Calderón asumió el poder, el incremento del débito público ha sido de 70.8 por ciento, hasta alcanzar el equivalente al 32 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB).
Por lo que toca a la deuda pública interna, el alcance es de tres billones 658 mil 905 mil millones de pesos. En cuanto a la deuda externa, convertida en pesos, el monto es de 567 mil 552 millones de pesos. Respecto del primer concepto, el aumento es de 52 por ciento; respecto del segundo, 18.8 por ciento. Todavía el pasado 8 de julio se anunció una nueva emisión de deuda para el mercado europeo por 850 millones de euros, equivalente a unos mil 76 millones de dólares.
Cualquiera podría pensar que el endeudamiento calderoniano (que en el frente interno aumentó desde 2006 en un billón 251 mil millones de pesos; 200 mil 852 millones sólo en el primer semestre de 2010) ha servido para desarrollar políticas públicas en el campo social. Pero el más reciente reporte de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) informa, por ejemplo, que, entre los países asociados, México es el que menos gasta en salud, con apenas seis por ciento de su PIB.
Existe otro aspecto, sin embargo, igual de delicado: El gobierno de Calderón ha blasonado que -el suyo- es el sexenio de la infraestructura. Para apuntar sólo una referencia, baste retomar el dato dado a conocer recientemente por la Secretaría de Comunicaciones y Transportes en el sentido de que hay algunos proyectos del Plan Nacional de Infraestructura (PNI) que quedarán pendientes al término de la presente administración, debido a una serie de dificultades por las que ha atravesado el país. Se menciona específicamente el megapuerto de Punta Colonet, en Baja California, y la construcción de las líneas 2 y 3 del tren suburbano en el Valle de México (Milenio diario). Para efecto de ilustración sobre iniciativas incumplidas, bastarían esas dos. Pero ahí está también el de la refinería de Pemex, en Hidalgo, que despertó amplias expectativas.
Como ha ocurrido con los abundantes excedentes petroleros, la cuestión es, ¿qué destino han tenido los recursos de la nueva deuda pública?. Viene al caso el asunto, por las espantosas calamidades que está sufriendo la población del noreste mexicano a causa de la devastación provocada por la tormenta Alex, que dio al traste con infraestructura de utilería en zonas metropolitanas y rurales de aquella región, provocando muertes y daños a la economía productiva. En tales circunstancias -como en la destrucción sufrida por Yucatán y Chiapas por fenómenos meteorológicos en 2005, o en la posterior apocalíptica inundación que sufrió Tabasco-, la explicación escuchada en los últimos diez años es el desatino y la corrupción de “los gobiernos anteriores”.
Ya no convence esa poltrona salida por peteneras. A principios de junio pasado, en Mérida, Yucatán, el Consejo Empresarial Mexicano de Comercio Exterior (Comce) realizó su 17 Congreso anual. En ese foro, uno de los más conspicuos empresarios de Monterrey, Nuevo León, Eugenio Clariond Reyes-Retana, acusó que México padece una hipertrofia burocrática que las administraciones del PAN incrementaron. “Ahora que estamos en plena democracia”, denunció el magnate, “muchos pensábamos que Vicente Fox hubiese tenido un poco de inteligencia y valor para iniciar el cambio indispensable, pero le faltaron ambas cosas y el gobierno continuó incrementando la burocracia y la corrupción. El presidente Felipe Calderón tampoco parece haber entendido el enorme cáncer que agobia a México…”.
Se refería, Clariond Reyes-Retana, a la necesidad de reducir el aparato burocrático federal, desapareciendo al menos cuatro secretarías, la mitad de las subsecretarías y casi todas las delegaciones federales que operan en los estados. A las autoridades, dijo, les tembló la mano para liquidar las secretarías de Turismo, Función Pública y Reforma Agraria, según anuncio de 2009.
He ahí la pista de para qué han servido la deuda pública y los excedentes petroleros: Se han dilapidado en servicio de deuda para contratar más deuda y en puro gasto corriente para seguir alimentando a una acerdada burocracia, ociosa y rapaz, mientras que la urgencia de construcción y mantenimiento de la infraestructura productiva ha sido desplazada a un segundo plano en las prioridades panistas, como si esa infraestructura, sobre todo la hidráulica, no significara también seguridad para los mexicanos. La alternancia partidista en la presidencia, pues, resultó más enfermedad (hipertrofia burocrática) que remedio.
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