Hacienda La Gavia
ENRIQUE CASTILLO-PESADO
Hoy, hablaré de La Gavia. Y puedo decir que “ésta historia es una obra de amor”. Josefina Zoraida Vázquez (léase: Colegio de México) apunta que “no he podido saber si fue a primera vista, aunque creo probable que haya sido el largo contacto del autor con el casco de la hacienda y la búsqueda de sus vestigios, lo que lo despertó y lo convirtió en obsesión”. Ella confiesa que por experiencia los historiadores (sí, como ella misma) son víctimas de un proceso que los lleva “a convertir en pasión el objeto de los desvelos”.
Uno viaja en el tiempo de la fascinante historia de nuestro país, donde han alternado la guerra y la paz, las divisiones y las negociaciones, la alegría y el odio, la vida y la muerte.
 
Y también he visitado las más bellas haciendas de México (San Juan Tlacatelpan, de la familia Sánchez—Navarro Redo; la de Javier Sordo, las de Jimmy Goldsmith, etcétera; bueno, lo que les quedó a las familias propietarias, después de la promulgación de varias leyes agrarias que autorizó Lázaro Cárdenas para expropiar latifundios y miles de hectáreas de infinidad de haciendas y predios ubicados a lo largo de la República Mexicana). Doblando la hoja, queridos lectores, les diré que apenas daba comienzo la organización de lo que sería el virreinato más rico del imperio español, cuando nació la hacienda de Nuestra Señora de la Candelaria gracias a una merced “para ganado mayor” otorgada al conquistador Alonso de Ávila. El desarrollo de esta hacienda que luego cambió su nombre al de La Gavia, fue lento, “a pesar de cambalaches y compras”, pues la mano de obra escaseó ante la reducción de indígenas debida al despoblamiento ocasionado por la conquista, no sólo por la guerra sino también por la introducción de nuevas enfermedades.
Pablo González Carbonell y Gaby Vargas coordinaron un grupo (Ricardo y Ana Rovira; Hugo Villalobos y Mónica Hayes; José Antonio Valdés y Paulina Stieglitz; Tony Scheffler y Gaby Gomitas; Dominique Berthelot y este columnista) para que recorriéramos una bellísima hacienda, que –sin duda alguna-- podría ser el sueño para que una firma hotelera lograra realizar un convenio para tener un hotel--boutique de 12-14 suites, un Spa a todo lo alto, cabalgatas a caballo, clases golf, de remo y de yoga, etcétera. Me sumo a lo que subraya Josefina Zoraida Vázquez en el sentido de que hay que agregar que junto al cariño del autor por la historia de La Gavia (tenemos un libro en nuestras manos
que habla de la historia), he visto crecer la amistad entre Pablo y la autora del texto, quien comparte la misma pasión por el lugar y él, como moderno hacendado, se dio a la difícil tarea en develar su historia, fomentar la investigación y darlo a conocer.
González Carbonell me dijo que figuras como José López Portillo y Carlos Fuentes visitaron La Gavia cuando su dueño era José Ramón Albarrán, pero yo sé que también fueron propietarios de la hacienda familias de apellidos de prosapia como Gorozpe, Echeverría, y don Antonio Riba Cervantes y doña Dolores García Pimentel (tip para Casilda García Pimentel, matrimoniada con Samuel Solórzano Pesado). Finalmente, nuestros anfitriones prepararon una exquisita comida mexicana y volvimos a México mientras caía una tormenta.
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orale aunque necesitaria mucho dinero para que una marca lo quiera trabajar y una de esas de mucho cahe como la four season y la santa regis o de esas, así si voy,, ja, ja el lugar esta padre pa una fogata