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Edición 242
Escrito por JORGE SANTA CRUZ   
Lunes, 13 de Septiembre de 2010 10:29

PUNTO CRÍTICO

JORGE SANTA CRUZ

(Exclusivo para Voces del Periodista)

Festejos oficiales ilegítimos

La presente entrega, amigo lector, será dividida en dos partes. La primera versará de manera muy general, por razones de espacio, de lo que fue la lucha de independencia y de su poco eco en la historia oficial. La segunda tratará de justificar lo ilegítimo y oneroso de los festejos oficiales.

 

 

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I Luces y sombras

Es un hecho histórico incontrovertible que las logias francesas e inglesas trataban de apurar la descomposición y caída del imperio español, el cual les resultaba, además de incómodo, muy peligroso por su ideología fundamentada en el catolicismo.

Francia tenía el dominio sobre España desde 1808, año de la invasión napoleónica. El hermano de Napoleón, José Bonaparte, Pepe Botella, dio carta blanca a los masones de su país, para hacer y deshacer en territorio ibérico. Las colonias españolas eran un gran botín y Madrid bien valía una tenida y muchas más.

Inglaterra también quería hacerse de las posesiones españolas de ultramar. Poseedora de la verdadera armada invencible, Albión se frotaba las manos. Sus intereses apuntaban en tres sentidos:

1.   Convertirse en la súper potencia militar del siglo XIX.

2.   Ampliar sus intereses comerciales y hacer crecer, de manera exponencial, sus ganancias.

3.   Difundir la revolución liberal instaurada por Oliverio Cromwell desde mediados del siglo XVII.

Estados Unidos, por su parte, necesitaba crecer al sur, hacia Texas

Nuevo México y California, en una primera etapa de expansión imperialista. Sus jefes políticos, masones los más importantes, querían, a la vez, debilitar a la Nueva España, católica por excelencia, debido a que ésta representaba un dique para la aplicación extraterritorial de la Doctrina Monroe y del Destino Manifiesto.

La Independencia de México –para hablar sólo de nuestro caso- fue pues, una lucha internacional. Eso explica el insistente acoso de agentes franceses, ingleses y norteamericanos a Hidalgo, primero, y a Morelos, después.

El padre Miguel Hidalgo y Costilla no alcanzó a ver la dimensión geopolítica del movimiento. La vorágine de los acontecimientos, en parte por él producidos, le impidió darse cuenta de que la guerra planteada a base de saqueos y matanzas sólo debilitaba a la nación que aspiraba a la independencia.

Es cierto que Hidalgo llegó a mover contingentes de hasta 80 mil personas, sólo que la mayoría de ellas carecía de un verdadero sentido de nacionalidad y de patria.

Hidalgo se dio cuenta y por eso escribió en su celda el 18 de mayo de 1811: “Luego erramos y hemos andado por caminos difíciles, que nada nos han aprovechado… ¿Cuál será, pues, mi sorpresa, cuando veo los innumerables delitos que he cometido como cabeza de la insurrección? ¡Ah, América, querida Patria mía! ¡Ah, americanos, mis compatriotas, europeos mis progenitores!, Compadeceos de mí. Yo veo la destrucción de este suelo que he ocasionado; las ruinas de los caudales que se han perdido; la infinidad de huérfanos que he dejado, la sangre que con tanta profusión y temeridad se ha vertido”.

Hidalgo tuvo, entonces, la grandeza de reconocer que, de manera involuntaria, tal vez, se había equivocado. Como patriota que era pudo ver, con nitidez, que sí quería a nuestra nación libre, próspera, progresista, justa, sólo que sus métodos fueron los menos adecuados.

Fusilado Hidalgo, el 30 de julio de 1811, fue otro sacerdote católico, José María Morelos y Pavón, quien tomó las riendas de la lucha de Independencia. Morelos no movió grandes masas. Nunca tuvo contingentes mayores a los 12 mil hombres, pero su genio militar, indiscutible, puso en jaque al gobierno y al ejército virreinales.

Morelos, a diferencia de Hidalgo, tuvo claros los conceptos de Nación y de Patria y, en consecuencia, decretó la Independencia de México, formó el primer gobierno mexicano independiente, con el primer Congreso y la primera Constitución, la de Apatzingán, de 1814.

Morelos rechazó la aplicación de un extraño plan llamado de Tierra quemada, que se basaba en el concepto de la guerra total, es decir, en la destrucción de haciendas, graneros, minas, campos de cultivo. Ese programa subversivo hubiera dejado inerme al naciente país, indefenso ante Estados Unidos, Inglaterra y Francia.

El padre Morelos, en su proclama del 13 de octubre de 1811, fue muy claro al respecto: “No hay motivo para que las que se llamaban castas quieran destruirse unos con otros, los blancos contra los negros, o éstos contra los naturales, pues sería el yerro mayor… Que no es siendo como no es nuestro sistema proceder contra los ricos criollos, ninguno se atreverá a echar mano de sus bienes por muy rico que sea; por ser contra todo derecho semejante acción, principalmente contra la ley Divina, que nos prohíbe hurtar”.

En el punto 12 de sus Sentimientos de la Nación, Morelos apuntó lo siguiente: “Que como la buena ley es superior a todo hombre, las que dicte nuestro Congreso deben ser tales, que obliguen a constancia y Patriotismo, moderen la opulencia y la indigencia, y de tal suerte se aumente el jornal del pobre, que mejore sus costumbres, aleje la ignorancia, la rapiña y el hurto”.

El fusilamiento de Morelos, el 22 de diciembre de 1815, en San Cristóbal, hoy Ecatepec, pareció ser el fin de la lucha independentista. Sólo algunos líderes, con Vicente Guerrero a la cabeza, llevaban a cabo ataques furtivos, sin ningún peso táctico y estratégico.

La alianza de Agustín de Iturbide y el propio Vicente Guerrero, basada en el concepto de la unidad nacional, puso fin, pues, a 11 años de lucha y sentó las bases de un Estado mexicano católico y, por ende, contrario a los postulados liberales de la masonería, a la doctrina Monroe y al puritanismo del Destino Manifiesto. Eso explica la caída de Iturbide, a quien se le priva del reconocimiento en la historia oficial, a pesar de ser uno de los consumadores de la independencia de México.

Se debe hacer notar que tanto Hidalgo, como Morelos e Iturbide, fueron muy claros en expresar su obediencia y respeto al credo católico. La masonería nunca ha podido probar que alguno de ellos haya militado en la logia. De haber sido así, la Inquisición hubiera tenido una evidencia contundente contra los dos primeros. Pero el Santo Oficio los acusó de otras cosas, menos de ser masones.

II Festejos oficiales ilegítimos

Cayó en suerte a una casta política nada patriota y nacionalista conmemorar el bicentenario del inicio de la guerra de Independencia, que no su consumación, ocurrida el 27 de septiembre de 1821. Políticos de todos los partidos, funcionarios de todos los niveles, hacen demagogia barata, con discursos huecos y carentes de fervor cívico.

Ellos nada tienen qué festejar. Aportemos algunas pruebas en abono de lo aquí expuesto:

a)   El 62.9 por ciento de los niños de tercero a sexto de primaria sabe lo elemental de la gesta independentista y el 16 por ciento no conoce nada del tema. Fuente: Prueba ENLACE 2010, de la SEP.

b)   Cerca del 40 por ciento de los estudiantes de secundaria tiene un conocimiento insuficiente del español. Fuente: Prueba ENLACE 2010, de la SEP.

c)   Nueve de cada 10 alumnos de secundaria tienen un conocimiento precario de las matemáticas. Fuente: Prueba ENLACE 2010, de la SEP..

A todo lo anterior agregue usted el creciente problema de la pobreza, del desempleo, de la deficiente seguridad social, de la concentración de la riqueza, de la corrupción, de la delincuencia organizada, de la pérdida de los valores patrios y nacionales.

Los políticos y sus cómplices en los ámbitos empresariales, sindicales y sociales, nada tienen qué festejar. Sus eventos son ilegítimos, burdos, sarcásticos.

Los mexicanos, por nuestra parte, bien haríamos en celebrar mediante el conocimiento de nuestra historia y la práctica de los valores que nos enseñaron los héroes de la Patria. Hoy, como lo expusieron Morelos e Iturbide, nuestra salvación está en la genuina unidad.

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