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2010-2011:
agenda pendiente… o archivada
CARLOS RAMÍREZ HERNÁNDEZ
El año de 2010 fue el año en que vivimos realmente el peligro: la ofensiva gubernamental contra el crimen organizado para imponer la soberanía del Estado quizá tuvo exhibiciones espectaculares, pero el verdadero peligro se localizó en la acumulación de certezas de que la clase política dirigente pareció negarse definitivamente a la negociación de un acuerdo político para la reconstrucción del país.
La impresión que quedó en la sociedad no fue nada grata: las élites asumieron la crisis no como la oportunidad de las reformas sino como el espacio para la disputa de parcelas de poder. Lo grave de todo se localiza en la certeza de que los hombres del poder, la política y el gobierno no parecen tener conciencia que la actual crisis podría conducir a un colapso económico, social, político, gubernamental y sobre todo de gobernabilidad en el 2012.
Si se revisa la agenda de pendientes, la conclusión no podría ser más sombría: la última oportunidad para las reformas ya pasó, fue en el 2010. Y que el 2 011 será nada más de reposicionamientos políticos para la gran disputa por el poder, El escenario está listo: las próximas elecciones presidenciales podrían ser ganadas por cualquiera de los tres grandes partidos, pero el que gane tendrá escaso margen de gobierno y de gobernabilidad porque tendrá que quemar los puentes de cualquier negociación para conseguir la victoria electoral.
Los cambios necesarios no sólo son de fondo sino de una situación más grave: quizá como no se veía desde 1982 -casi el tiempo de una generación-, lo que está en peligro es la viabilidad de México como nación. El actual modelo de desarrollo no puede crecer más de 3.5 por ciento sin causar estragos inflacionarios, pero esa tasa apenas podría crear en la realidad -no en las míticas cifras oficiales- más del 40 por ciento de los nuevos empleos anuales que exige la nueva población económicamente activa. Y sin empleo, el país entraría en la zona de turbulencia de la inestabilidad social.
Los tres puntos decisivos de la crisis están localizados: modelo de desarrollo, régimen político y acuerdo constitucional. Es decir, que el proyecto de nación surgido de la Revolución Mexicana ya se agotó y no es suficiente para atender las demandas de bienestar de los mexicanos. Si acaso, ese proyecto apenas podría hoy servir para atender a menos del 40 por ciento de los mexicanos. Y no hay que olvidar que toda exclusión del desarrollo produce inestabilidad permanente y estructural.
El 2010 fue la última oportunidad para cuando menos plantear la agenda de las reformas. Pero partidos y élites miraron hacia otro lado y se mostraron pequeños ante la exigencia del cambio. Las mezquindades del poder dominaron las pasiones de los actores políticos. Se vio con claridad en la casi imposibilidad para un acuerdo para designar tres consejeros del IFE y el egoísmo político en el tema de la lucha contra el crimen organizado.
Lo que viene en el 2011 es nada más la defensa de trincheras y de intereses aislados. El pesimismo político ha estado animando el desánimo social. En este contexto, el 2011 será apenas el espacio de preparación para el 2012 como la madre de todas las batallas políticas. No se ve que el 2011 sea el año de la transición general del país a un nuevo proyecto nacional n i menos aún se dejan ver las voluntades de búsqueda de un acuerdo nacional para la gran transformación nacional.
Así, el 2011 servirá sólo para preparar el 2012. Nada más. Lamentablemente.
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