{vozmestart}
2011:
¿año de más
frustraciones?
CARLOS RAMÍREZ HERNÁNDEZ
Las expectativas que se perfilan para el 2011 no son las mejores. El cierre político del año 2010 dejó ver que las prioridades de los partidos y los liderazgos políticos son ajenas a la realidad del país.
Por tanto, el próximo año se adivina como el año de la disputa adelantada del poder.
Lo malo de todo es que el 2011 no va a determinar el saldo electoral del 2012. Por tanto, tampoco va a prefigurar al partido y candidato que gobernaría el próximo sexenio a pesar de lo que estén asumiendo los liderazgos políticos. En el 2012 apenas podrían definirse las pre candidaturas presidenciales y algunas tendencias electorales.
En todo caso, los partidos seguirán ciegos ante la realidad del agotamiento del modelo de desarrollo nacional, el estrechamiento de movilidad del régimen político y la acumulación de rezagos sociales en todos los niveles. Pero en lugar de buscar el consenso electoral en función de propuestas para salir de la crisis, los partidos y suspirantes presidenciales le están apostando al control electoral y no al equilibrio democrático.
Los liderazgos políticos no han querido entender las lecciones de las transiciones: México se va a debatir en el cortísimo plazo de un año en el dilema de optar por una transición a la soviética -el fracaso de Gorbachov y la restauración de Putin- o una transición a la española -a pesar de la polarización maquiavélica actual. La primera no condujo a la democratización sino al refortalecimiento de los sectores pretorianos del poder y la segunda permitió la alternancia del poder entre dos fuerzas polares en el discurso pero no en las ideas ni en los modelos de desarrollo.
La alternancia partidista en México ha dejado los mismos escenarios del desarrollo: tasas bajas de crecimiento económico por falta de reformas estructurales y rezagos sociales acumulables. Agobian las mismas cifras de siempre: el actual modelo de desarrollo sólo permite tasas tendenciales de crecimiento de 3.5 por ciento anual porque la estructura productiva generaría cuellos de botella inflacionarios arriba de esa cifra, pero con la necesidad de PIB anuales de 7.5 por ciento para atender la demanda anual de 1.3 millones de empleos para la nueva población económicamente activa que exige trabajo formal cada año.
Ahí se localiza el gran debate nacional que partidos y liderazgos debieran atender en el 2011 antes que el de los precandidatos presidenciales y las tendencias de las encuestas. Y está también la agenda de la transformación del régimen político y las reglas del juego, pero se ha visto cómo el Congreso decidió desdeñar al IFE y convertirlo en rehén de las fuerzas políticas dominantes.
De ahí que el 2011 se perfile como otro año de frustraciones sobre el futuro de México. De nueva cuenta se van a archivar la reforma del Estado, la reforma económica, la reforma del modelo de desarrollo agropecuario, la reforma de la política industrial, la reforma laboral y, entre muchas otras, la reforma de justicia. Y sin esas reformas asumidas de manera integral, las expectativas de crecimiento, desarrollo y bienestar para el país seguirán siendo mediocres, para salvar el año, sin recuperar lo perdido y sobre todo sin expectativas de mejoramiento real.
Lamentablemente para las mayorías mexicanas el 2011 será otro año de disputa por el poder en las élites. Nada más.
{vozmeend}
Normal 0 21 false false false ES-MX X-NONE X-NONE MicrosoftInternetExplorer4
2011: ¿año de más frustraciones?
CARLOS RAMÍREZ HERNÁNDEZ
Las expectativas que se perfilan para el 2011 no son las mejores. El cierre político del año 2010 dejó ver que las prioridades de los partidos y los liderazgos políticos son ajenas a la realidad del país.
Por tanto, el próximo año se adivina como el año de la disputa adelantada del poder.
Lo malo de todo es que el 2011 no va a determinar el saldo electoral del 2012. Por tanto, tampoco va a prefigurar al partido y candidato que gobernaría el próximo sexenio a pesar de lo que estén asumiendo los liderazgos políticos. En el 2012 apenas podrían definirse las pre candidaturas presidenciales y algunas tendencias electorales.
En todo caso, los partidos seguirán ciegos ante la realidad del agotamiento del modelo de desarrollo nacional, el estrechamiento de movilidad del régimen político y la acumulación de rezagos sociales en todos los niveles. Pero en lugar de buscar el consenso electoral en función de propuestas para salir de la crisis, los partidos y suspirantes presidenciales le están apostando al control electoral y no al equilibrio democrático.
Los liderazgos políticos no han querido entender las lecciones de las transiciones: México se va a debatir en el cortísimo plazo de un año en el dilema de optar por una transición a la soviética -el fracaso de Gorbachov y la restauración de Putin- o una transición a la española -a pesar de la polarización maquiavélica actual. La primera no condujo a la democratización sino al refortalecimiento de los sectores pretorianos del poder y la segunda permitió la alternancia del poder entre dos fuerzas polares en el discurso pero no en las ideas ni en los modelos de desarrollo.
La alternancia partidista en México ha dejado los mismos escenarios del desarrollo: tasas bajas de crecimiento económico por falta de reformas estructurales y rezagos sociales acumulables. Agobian las mismas cifras de siempre: el actual modelo de desarrollo sólo permite tasas tendenciales de crecimiento de 3.5 por ciento anual porque la estructura productiva generaría cuellos de botella inflacionarios arriba de esa cifra, pero con la necesidad de PIB anuales de 7.5 por ciento para atender la demanda anual de 1.3 millones de empleos para la nueva población económicamente activa que exige trabajo formal cada año.
Ahí se localiza el gran debate nacional que partidos y liderazgos debieran atender en el 2011 antes que el de los precandidatos presidenciales y las tendencias de las encuestas. Y está también la agenda de la transformación del régimen político y las reglas del juego, pero se ha visto cómo el Congreso decidió desdeñar al IFE y convertirlo en rehén de las fuerzas políticas dominantes.
De ahí que el 2011 se perfile como otro año de frustraciones sobre el futuro de México. De nueva cuenta se van a archivar la reforma del Estado, la reforma económica, la reforma del modelo de desarrollo agropecuario, la reforma de la política industrial, la reforma laboral y, entre muchas otras, la reforma de justicia. Y sin esas reformas asumidas de manera integral, las expectativas de crecimiento, desarrollo y bienestar para el país seguirán siendo mediocres, para salvar el año, sin recuperar lo perdido y sobre todo sin expectativas de mejoramiento real.
Lamentablemente para las mayorías mexicanas el 2011 será otro año de disputa por el poder en las élites. Nada más.
More articles by this author
|