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Ingobernabilidad
electoral
CARLOS RAMÍREZ HERNÁNDEZ
Los procesos electorales del periodo 2009-2011 han dejado indicios claros de que el sistema electoral no resistirá las elecciones presidenciales del 2012. Sin embargo, los menos preocupados por los riesgos son los partidos políticos. El mejor indicio radica en la lucha legislativa por el retraso en la designación de tres consejeros electorales del IFE porque los partidos y el propio Instituto piensan sólo en repartirse un pastel.
El problema no se localiza en el respeto al voto, sino en la incapacidad de las autoridades electorales para controlar a los partidos y candidatos y para indagar irregularidades. El gran avance electoral está consolidado: los ciudadanos acuden a votar y ya no hay robos de urnas. Lo malo está en el activismo de gobernantes a favor de sus candidatos y en la falta de participación de la sociedad en las campañas, además de la debilidad del IFE.
En las elecciones para gobernador en Puebla, Oaxaca, Sinaloa y Guerrero los gobernantes estatales y federal metieron las manos para inducir el voto y para usar la guerra sucia en las campañas. Las autoridades electorales no pudieron garantizar la equidad y el orden institucional. Y las elecciones en 2009-2011 fueron en preludio de la disputa por el poder en el 2012.
El aparato electoral actual será incapaz de dar certidumbre y autoridad a las elecciones presidenciales:
--Las leyes electorales son incapaces de garantizar la democracia. --El IFE está atado por el dominio de los partidos. --La sociedad no puede participar en el proceso con su opinión pero es la pieza clave a la hora de las elecciones.
El país se encuentra en el centro de la ingobernabilidad electoral: la sociedad demanda cambios en las instituciones y prácticas electorales pero las posibilidades de modernización de las estructuras son casi nulas. Por tanto, el conflicto define justamente la ingobernabilidad electoral. Ante la urgencia de una gran reforma electoral que dé cu mplimiento al mandato constitucional de certeza en los procesos electorales, la respuesta de gobiernos y partidos es menor por la simple razón de que gobernantes y partidos no quieren la democracia sino que prefieren que las elecciones se decidan no en las urnas sino en los jaloneos de las campañas y las guerras sucias.
Lo malo de esta situación es que la ambición de partidos y gobernantes podría dar al traste con la transición decidida por la sociedad en la alternancia del 2000. Las estructuras electorales de hoy están más viciadas que las del 2000. Por tanto, el escenario más viable para el 2012 es el del conflicto poselectoral.
El punto central se encuentra en la inoperancia del IFE. En lugar de ser la garantía para elecciones democráticas, el IFE se ha convertido en un poder fáctico y ha sido rebasado por los partidos. El sistema electoral partidocrático ha anulado la funcionalidad del IFE. Por tanto, se re quiere tomar la decisión inmediata de disolver el IFE y crear un organismo electoral sin la presencia de consejeros electorales ni de partidos ni de representaciones legislativas. La actual composición del IFE responde a los partidos y no a los procesos electorales democráticos.
Lo que queda al final es la certeza de que los resultados electorales están muy lejos de consolidar la democracia y siguen estancados en las disputas de las élites oligárquicas de la política. Y ese modelo puede revertir el avance democrático del 2000.
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