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Nueva decena trágica en México
Traición y corrupción,
credo del PAN-gobierno
“¿Cuando has visto que una puerca
suelte la mazorca que trae en el hocico?”
Manuel de Jesús Clouthier del Rincón
En dos ediciones recientes, para no remitirnos a números más “viejos”,Voces del Periodista anunció en sus portadas su contenido central: “Al grito de guerra” y “2011: México en guerra”. Algunos lectores que nos siguen -que los tenemos, falsa modestia sale sobrando-, suelen, en son de broma, acusarnos de hacer periodismo kaibil.
El 8 de febrero pasado, La Jornada presentó en su carátula la siguiente “cabeza”: Contempla EU envió de tropas a México en contra del narco. Mando del Ejército lo revela. (El subsecretario del Ejército de los Estaos Unidos, Joseph Wesphal). El día 9 del mismo mes: EU, en alerta ante una alianza zetas-Al Qaeda. En una de las “bajadas”: La respuesta sería muy vigorosa, dice la funcionaria. (La secretaria de Seguridad Interior de los Estados Unidos. Janet Napolitano.)
En no pocas ocasiones, en este mismo espacio, hemos hablado mal de Caspar Weinberger. Éste fue asesor en materia de seguridad de Ronald Reagan y de los Bush. Se le atribuye el megaproyecto Guerra de las galaxias. Pero aquí nos hemos referido a él como secretario de la Defensa, jefe de El Pentágono, pues, del propio Reagan. Abandonado el cargo, Weinberger escribió un ensayo prospectivo: La guerra que viene (o la Próxima guerra), que fue puesto en circulación pública a fines de los noventa. En el mismo inserta un capítulo titulado Operación azteca,
En su no tan imaginaria, el guerrerista gringo anuncia una nueva invasión armada estadunidense en México, ésta vez a principios del siglo XXI. La trama es simple, pero no simplista. En lectura libre: México, para no variar, vive tiempos de borrasca, cuyo factor principal es el narco, a causa de la cual se derroca a un presidente tecnócrata y en su lugar se coloca a un mandatario populista, obviamente vinculado a los jefes de los cárteles. La “revolución” pone en alerta a las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos, pues la tumultuosa emigración de mexicanos amenaza la seguridad nacional (USA). Los primeros contingentes norteamericanos entran por Matamoros, Tamaulipas, y la ocupación se generaliza hasta que se encumbra a un presidente amiguo.
Después se diría que el ejercicio estratégico-literario de Weinberger fue un recurso para presionar al Congreso de los Estados Unidos a fin de que abriera las exclusas presupuestales para conservar al Coloso, ya transformado en potencia unipolar, como líder del mundo. Nosotros advertimos en ese momento, que el asunto no era para tomarse a broma; que los estadunidenses no dan paso sin bota. Recordamos que la literatura inflamable divulgada en la Unión Americana aún antes del movimiento de insurgencia iniciado en 1810, era preparatoria de fines anexionistas inmediatos, La Doctrina Monroe, del Destino manifiesto, confirmó la hipótesis.
Efectivamente, a principios del siglo XIX, empezaron a ser más visibles expediciones gringas encargadas del mapeo de los territorios septentrionales de la Nueva España. En una de ellas, se identificó al topógrafo Zachary Taylor. A partir del 25 de abril de 1846, puesta sobre rieles la guerra de despojo territorial contra México, en unos cuantos meses tropas norteamericana se posesionaron de Monterrey, Nuevo León, y de Saltillo, Coahuila. El comandante en jefe era Zachary Taylor. Simultáneamente, otros contingentes bajo el mando de Winfield Scott atacó Veracruz, penetró el interior y se puso a las puertas de la Ciudad de México. Lo demás, hasta la década de los treinta del siglo XX, es historia conocida. Ay, si los gobernantes “mexicanos” dedicaran un poco de su tiempo que ocupan en sus apariciones fashion en las pantalla de la televisión, otro gallo nos cantaría.
Retomando el principio de esta entrega: el subsecretario del Ejército de los Estados Unidos, Westphal, participante en un foro sobre seguridad en la Universidad de Utah, declaró, como ya lo había hecho en septiembre de 2010 la secretaria de Estado, Hillary Clinton -nada es casual-, que en México hay una forma de insurgencia encabezada por los cárteles de la droga que, “potencialmente”, podrían tomar el gobierno, lo cual implicaría una respuesta militar estadunidense. Explicitó: uno de los flancos estratégicos más preocupantes para los Estados Unidos, más allá e Irak y Afganistán, es América Latina, y particularmente México.
“Como todos saben, hay una forma de insurgencia en México, que está justo sobre nuestra frontera. Esto no se trata sólo de drogas e inmigrantes ilegales. Esto es, potencialmente, sobre la toma de un gobierno por individuos que son corruptos”, dijo el funcionario. En el expediente relacionado, desde hace meses el Departamento de la Defensa de los Estados Unidos había concluido una evaluación sobre México, provocando un debate público bilateral sobre si nuestro país “podría volverse” un Estado fracasado.
El tema, pues, está latente en la orden del día de la Casa Blanca. Por eso resulta casi irrelevante que Westphal, obligado a retractarse, se haya limitado a aclarar que no habló en nombre del Presidente Obama, del asesor de Seguridad Nacional, del secretario de la Defensa o de cualquier otro funcionario encargado de establecer y articular la política de Washington.
Y punto: Nadie busque recovecos o pliegues en supuestas ambigüedades en el discurso desde las orillas del Potomac referido a México. El otro clavo lo martilló la secretaria Napolitano, responsable de Seguridad Interior de los Estados Unidos. Desde su visita primaveral a México en 2010, consta en nuestro archivo editorial, trascendió que Napolitano, indiscreta, había soltado la versión de que el gobierno de Felipe Calderón había solicitado la intervención estadunidense en territorio chihuahuense, a través de un centro de inteligencia que opera desde Texas. Es intercambio de colaboración, se dijo entonces.
Ahora, bajo el rubro especial México en Wikileaks, el diario La Jornada recicla el asunto, con base en nota desde Washington de su corresponsal David Brooks, quien reportó que en audiencia del Comité de Seguridad Interna de la Cámara de Representantes del 9 de febrero, Napolitano comentó que “durante un tiempo hemos pensado qué podría ocurrir si, digamos, Al Qaeda se une con los Zetas de la droga en México.
Su interrogante, escribió Brooks, logró hacer aún más ominoso el ejemplo de aquel vínculo potencial, por lo que se excusó de seguir hablando de la cuestión en audiencia abierta. El emplazamiento a Napolitano provino del representante republicano Blake Farentthold, quien expuso la pregunta sobre si terroristas podrían emplear la muy efectiva red de distribución de drogas, e indicó que la disponibilidad de estupefacientes en el país indica que no se tiene el grado de control deseado sobre esas redes. Napolitano dejó asentado: “Estamos altamente concientes de la cantidad de violencia en México, el número de muertes asociadas con esa violencia. Estamos trabajando con el gobierno de Calderón sobre ello. Tenemos individuos en México trabajando sobre estos temas. Y estamos muy, muy vigilantes acerca de que esa guerra no sea llevada a través de la frontera a los Estaos Unidos. Pero tenemos que trabajar con México para llevar al final esa guerra”. Más claro, ni el lodo.
El jinete, ¿en la tormenta?
En el patio trasero mientras tanto, después de instruir al secretario de Gobernación, Francisco Blake Mora, y a la secretaria de Relaciones Exteriores, Patricia Espinosa que se encargaran de dar respuesta rápida a las inquietantes declaraciones del subsecretario del Ejército norteamericano Westphal, el comandante supremo de las Fuerzas Armadas mexicanas, Felipe Calderón, se fajó la banda presidencial y saltó a un manso cuadrúpedo para encabezar, frente a las cámaras de televisión, la Marcha de la lealtad con la que los cadetes del Colegio Militar acompañaron a su muerte a Francisco I. Madero, hace 98 años.
Antes del equino montaje televisivo, en el Castillo de Chapultepec el secretario de la Defensa Nacional, Guillermo Galván Galván levantó la voz para denunciar actos de marcada deslealtad de quienes viven en el mundo de la ilegalidad y exigir lealtad a civiles y militares, para alinearse al interés nacional. “No puede ser ciudadano o esposo, padre o hijo leal a la familia, si se cruza la puerta para envenenar a sus semejantes con drogas, privarlos de la libertad o asesinarlos. No cabe en el hombre lealtad alguna cuando coopta familiares, amigos o personas ingenuas y encauza la vida de éstos al margen de la ley”.
Y, ¿qué pasó con Madero y el cuartelazo usurpador del general Victoriano Huerta, cuya vesanía desembocó en la invasión armada de los Estados Unidos en abril de 1914? El petróleo andaba al garete. Los pozos ocupados por el desleal general huasteco N. Peláez.
Vaya usted a saber. De lo más reciente que sabemos sobre el Apóstol de la democracia, es que la maledicencia rumorea que, en alguna ocasión del centenario de la Revolución, el ex senador y ahora jefe nacional del Partido Acción Nacional, Gustavo Madero Muñoz se disfrazó de su antepasado, provocando el regocijo de quienes lo vieron en esas fachas.
Hasta donde nuestra memoria nos alcanza, uno de los últimos recuerdos que tenemos sobre don Ignacio I. Madero, visto desde el interior del Partido Acción Nacional, nos lo trasmitió su sobrino Pablo Emilio Madero Belden, ex candidato presidencial y ex jefe nacional de ese partido. En un escrito, Las mentiras del PAN, elaborado después de renunciar al mismo, Madero Belden retorna a un capítulo cuyo desenlace causa urticaria entre los neopanistas.
Debemos recordar, dice Madero Belden, que alrededor de 1909 se había organizado en México el Partido Católico Nacional, y que éste logró triunfos que le permitieron tener algunos diputados en la Cámara. Pero se dio el caso de que, cuando Victoriano Huerta traicionó y asesinó a Francisco I. Madero y se hizo de las riendas del poder, los diputados del PCN siguieron en la Cámara, a pesar de la oposición de algunos de ellos, y esto significó dar un espaldarazo a quien había traicionado a la Revolución
El 10 de octubre de 1913, Huerta “cerró transitoriamente el Congreso”, mientras lo integraba con incondicionales. Estaban en preparación las elecciones presidenciales con las cuales buscaba legitimarse en la silla presidencial. La elección tuvo lugar el 26 de octubre, y vale transcribir, dice Madero Belden, párrafos del libro que en 1914 escribiera Eduardo J. Correa. “El resultado de la referida elección debió ser la prueba más palmaria de que no había ligas entre el Partido Católico Nacional y el usurpador; pero ya éste, por su lado, procuraría seguir desorientando la opinión, y por otro, los que estaban incrustados en el gabinete, teniendo puestos destacados, al no renunciar ellos cooperaban con la política tortuosa de aquél.
“Supónese entonces que con el único objeto de seguirnos coludiendo con el Gobierno se dejaría que contadísimos diputados entráramos al Congreso, procurando darnos curules por los distritos distingos de los que nos habían elegido, para que se viera que las debíamos al Presidente, como ya se había hecho con las credenciales de los licenciados Eduardo Tamáriz e Ignacio Pérez. La maniobra del general Huerta fue muy clara: Buscaba utilizar el PCN como su aliado y lo logró, a pesar de la oposición de algunos miembros del mismo. En sesión del 18 de noviembre de 1913, el licenciado Eduardo Tamariz fue electo presidente de la Cámara, presidió la sesión de apertura, y poco después se le designa titular del Ministerio de Agricultura y recibe la banda verde de general brigadier, sin haberlo consultado con el Partido. Este apoyo que le dieron al traidor, significó un grave error de este Partido, y sirvió de argumento a los anticlericales que buscaban pretextos para atacar a la Iglesia Católica, y con ello hicieron un daño muy grande al país”.
Memoria de la Decena Trágica que se manosean en estos días, pero memoria también de la alianza estratégica que el PAN firmó con el usurpador Carlos Salinas de Gortari para tratar de legitimarlo. Ya corriendo su propio lápiz, Madero Belden se lanza contra quienes se escudan en una organización que aparenta vivir de acuerdo con la doctrina de la Iglesia Católica, a la vez que tienen estructura secreta, y una conducta que no se detiene ante la mentira, el engaño y la traición, para sacar sus planes adelante. El pragmatismo no es lícito, porque no todo se vale para alcanzar un fin. Los medios deben ser honestos, transparentes, sin mentiras y sin engaños, independientemente del objetivo que se busca alcanzar”. Qué pedrada al tejado de Los Pinos.
“Y otro aspecto que me parece inmoral”, continúa Madero Belden, “es el hecho de que miembros de estas organizaciones se hayan acercado al Partido Acción Nacional, simulando ser simpatizantes para que, una vez reconocidos como tales, actúen dentro del mismo, con el propósito de llevar a cabo los acuerdos que previamente habían tomado en el seno de sus organizaciones de origen (…) esto ya no es afiliación, sino simple y sencillamente infiltración, lo cual no es correcto. Y esto es lo que sucedió en Acción Nacional”. Qué mandarriazo en el rostro de El Yunque.
Un testimonio acusatorio de ese calibre, ¿les quita el sueño a los calderonistas? Qué va. Nada que recomiende una honesta autocrítica les conmueve. Hacen planes triunfalistas para conservar el poder malhabido. Ya lo decía Manuel de Jesús Clouthier del Rincón: ¿Cuándo has visto que una puerca suelte la mazorca que traen en el hocico? {vozmeend}
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