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Edición 256 | |||||
Escrito por GUILLERMO FÁRBER | |||||
Jueves, 14 de Abril de 2011 09:46 | |||||
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¡¡¡Especuladores!!! Es el cuento de siempre: los gobiernos arruinan todo (con la careta capitalista) y de inmediato se ponen la careta socialista y hacia otro lado apuntan su índice flamígero, culpándolos de todo. Es la misma viejísima historia cada vez que se desatan los aumentos de precios (que no son la inflación, sino el resultado de la verdadera inflación, que son las creaciones excesivas de dinero circulante, provocadas por los mismos gobiernos): amenazar con imponer controles de precios y con castigar a los “especuladores” de productos básicos como el maíz y la tortilla. Esa fue la cantaleta cansina con los priístas durante sus 82 años (desde Carranza) en el Olimpo, y que los panistas criticaban con el argumento de que “no dejaban trabajar a las libres fuerzas del mercado”. Hoy, regresa el mismo fenómeno de ayer, causado por los mismos excesos gubernamentales de ayer, y la respuesta es la misma: desviar la culpa y querer convertir al victimario en salvador. Ay, qué aburrido es todo esto… Burocracias de la salud A propósito de las diversas instancias de la medicina socializada me dice un queridolector: “Sugerencia: entrar en la página del IMSS y reportarla. Increíble pero como que funciona. Mi hijo tiene que ir a consulta una vez a la semana. Terminada la consulta le dan su receta que presenta ante el encargado de la expedición de las medicinas. La receta prescribe cuatro dosis. El encargado le dice que solamente le puede surtir dos porque no tiene más. Mi hijo, al principio, pues aceptaba, con la idea ingenua de que en la siguiente semana le proporcionarían las dos faltantes, cosa que no se daba ya que el encargado ya había ingresado al sistema la receta pero con entrega de cuatro dosis. Para la siguiente ocasión en que el médico le extiende la receta con cuatro dosis y el encargado le comenta que solamente tiene dos, regresa con el médico solicitándole que le reexpida la receta pero indicando solamente dos dosis (porque son las únicas en existencia). El médico, extrañado, se la vuelve a hacer y le comenta que no es posible que solamente queden dos dosis. Aquí mi hijo entra en la página del IMSS reportando el hecho de que no suficientes dosis y ¡oh sorpresa! en la siguiente visita, con una receta de cuatro dosis, ya hay cuatro dosis. Para mal pensados ¿será capaz el encargado de llevar las otras dos dosis al mercado negro? En inventario el presenta la receta con cuatro dosis y no hay una manera infalible de demostrar que no las entregó completas. En cuanto al celular, ¿cuándo dejaremos de ser esclavos de todos esos chismes técnicos? ¿Cuándo aprenderemos a verlos como lo que son: ¡SIMPLES HERRAMIENTAS!? Es increíble la dependencia que hemos desarrollado a esos adminículos. Que tengas un fabuloso fin de semana (y así lo es sin celular).”
La vaca del convento En un convento de Irlanda, la Madre Superiora de 98 años yace en su lecho de moribunda. Las monjas rodean su cama en respetuoso silencio. Varias veces han intentado que acepte tomar un traguito de leche tibia, pero la ha rehusado. Una de las monjas lleva de regreso el vaso a la cocina, cuando recuerda una botella de whiskey, regalo de la Navidad pasada. En un rayo de inspiración destapa la botella, echa una generosa cantidad en el vaso de leche, vuelve a llevarla a la celda de la agonizante y la acerca a sus labios. La Madre Superiora olfatea aquello, le da una levísima probada, luego otra más larga, luego otra más y pronto se termina el vaso. Al ver que sus ojos han recuperado de pronto cierto brillo, las monjas consideran que es una buena oportunidad para tener una última conversación con su líder espiritual. “Madre”, le preguntan suavemente, “¿podría usted darnos un consejo final antes de dejarnos?” La Madre Superiora levanta trabajosamente la cabeza y en un esfuerzo supremo les dice: “Nunca vendan esa vaca.”
Tentaciones marítima (y de otras) Un queridolector casi setentón opina: “¡Ah, viajar! En este tema, mi estimado Guillermo, no encontrarás dos personas que estén de acuerdo: para unos es lo máximo; para otros, lo peor. Lo que yo he constatado es que para algunos el hecho de salir de su país les causa una sensación de alivio que les impide ver todas las incomodidades por las que tienen que pasar. Otra cosa es cuando se es joven; entonces sí se debe viajar para conocer lo que hay más allá de las trancas del corral. Pero a partir de cierta edad viajar resulta una gran incomodidad que redunda en poco provecho (más allá de la ilusión, o de la pretensión de decir: ‘Subí a la torre Eiffel’, que en términos estrictamente materiales sería lo mismo que decir ‘Subí a la torre Latinoamericana’. En cuanto a mi experiencia personal viajar significa estar en continuo trato con taxistas, choferes, porteros, meseros, boleteros, sobrecargos, aduaneros, etcétera, que no son en general la gente con el mejor trato, y que si no les hablas en el idioma que ellos puedan entender no consigues nada (bueno, sí: mucha frustración) Pero en fin, como dicen los franceses chacun son goût, cada quien su gusto.” Y un paisano me recomienda: “Sí, el terrible miedo al terror es terrorífico. Eso muestran los gringos con su actitud. Y tú los odias con odio de sicario sinaloense. ¿Y? Mi tía chona diría: ‘Denle al Memo un té de cuacia pa’ que se le baje el berrinche’.” Repito uuuuuuuuuuna vez más: yo no odio a nadie, ni siquiera a ciertos burócratas; y menos a los gringos en general, pueblo al que admiro por muchas razones gringos. Simplemente, me cambio de banqueta si veo aproximarse ciertos especímenes; prefiero evitarme agruras. Por otro lado, recuerdo al Tony Haas: gran viajero en su juventud, acabó detestando moverse demasiado de lugar (especialmente alucinaba los actuales aeropuertos inacabables, fríos, impersonales, todos iguales.)
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