Viernes, 27 de Mayo de 2011 13:51 | 
Author: ABRAHAM GARCÍA IBARRA | 
| Edición 259 |
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No son gladiadores, pero parecen
El pasado atardecer del 23 de mayo -con motivo de la presentación del informe del consejo directivo de la Asociación Mexicana de Derecho a la Información (Amedi) ante la XI asamblea general de este organismo- sufrimos un shock de doble impacto: un súbito desaliento espiritual que, horas después, se tradujo en un reacción de entrañable admiración y solidaridad a imbatibles combatientes por el Derecho a la Información y la Libertad de Expresión.
Después de un temporal y azaroso retorno a Sinaloa en 1974, se nos convenció amistosamente de regresar a la Ciudad de México cuatro años después, si bien no sin resistencia. Hombre de tinta, oficiante en la bohemia pero gloriosa era del sistema caliente en la industria editorial, la resistencia la explicábamos entonces porque Virgilio Dante Caballero nos invitaba a participar en un proyecto televisivo para Canal 11, gesto un tanto sorpresivo y desconcertante porque en lo personal Virgilio y yo no habíamos entablado previamente ninguna relación personal, y una experiencia en medios electrónicos me parecía inaccesible y difícil de acometer. Cuando todavía en nuestra actividad primaba el rubro Periodismo, Enlace y Del hecho al dicho se ofrecían como periodismo alternativo.
Al cuerpo operativo de esas dos seminales iniciativas en Canal 11 -el noticiario, diario; el análisis y la opinión, dominicales- le apoyaba un grupo de profesionales -periodistas, preferimos identificarlos- de avanzada y acreditada trayectoria, con los que nos tocaría departir gozosamente después -como eventual invitado, no “socio de número”- en el insólito e irreverente Ateneo de Angangueo.
Tres décadas de tentativas fallidas
En efecto, nuestra participación en el proyecto de Canal 11 sería lo que se denomina de debut y despedida; no fue tan efímera, sin embargo, como para no lograr cultivar lazos afectivos y coincidencias doctrinarias con el resto de los colaboradores. Reinstalados en El Día, desde esta trinchera observamos el surgimiento de una nueva generación de periodistas acreditados sobre todo por la UNAM en la novedosa carrera de ciencias de la comunicación. Al tiempo, compartimos con algunos de ellos el espacio de diversas publicaciones impresas y con otros -desde 1982- la mesa en los primeros foros de consulta convocados por el gobierno de la República para tratar ¡desde entonces¡ la relación medios-Estado y la legislación secundaria del artículo sexto de la Constitución, que en la Reforma Política 1977-78 estableció como responsabilidad del Estado la de garantizar el Derecho a la Información. Cada nuevo Presidente sacó de su morral o-tra iniciativa de reforma electoral y el tema aquél volvía a desempolvarse.
El decaimiento moral que experimentamos aquel 23 de mayo, nos lo infligió la revisión de un paquete de literatura que compendia incesantes y prolongados años de lucha-gestión por dotar a la comunicación social, en principio, y a las industrias de la radio y televisión y de telecomunicaciones en su amplio espectro en consecuencia, de un marco jurídico operante, acorde con la tan publicitada postmodernidad de la que con tanta convicción o con sobrado cinismo ha hablado la tecnoburocracia.
Y sin embargo de mueven
El saldo de tan indeclinable perseverancia (personalizamos nuestro reconocimiento en la inquebrantable voluntad de la doctora Beatriz Solís, sin demérito de otros verdaderos y tenaces guerreros), es, para nosotros, deprimente: Los poderes fácticos, hasta ahora, siguen señoreando sobre los poderes constitucionales, particularmente el Legislativo, en los que las minorías combativas han sido avasalladas por el poder del dinero, de cuyo reparto se ha hablado en voz alta. Es posible que pasen decenios y aquella luminosa e iluminante literatura dé para un tratado de las buenas intenciones.
El impulso estimulante, vital, sin embargo, nos lo genera la emocionada y emocionante terquedad con la que esos mexicanos excepcionales, sin asomo de claudicación, porfían en su casi evangélica empresa, sobre todo en y desde la academia, pero también en los contados medios en los que han roto el cerco o en aquellos que patrocinan con cargo a su propio peculio, no sin sacrificio de otros imperativos.
La señal para 2012 desde Edomex
Dicho con todo realismo, mientras el Estado siga siendo rehén de la hegemonía plutocrática que reparte el trabajo sucio entre sus lacayos partidistas sin distinción de siglas o colores, uno no puede esperar que el actual conflicto interclasista entre los magnates que se disputan el control del mercado -eso es, mercado, no servicio social- de los medios electrónicos y de las telecomunicaciones, abra una ventana hacia la comunicación democrática. Nada de esto, repetimos, se puede esperar. No todos los días nace un ariete como Julián Assange. Tope en ello, esa legión de utopistas no quita el dedo del renglón: ¿Quién dice que no -algún día- penetrarán el muro de la crematística intolerancia? Roma -hay que asirse a la sabia nostalgia- no se construyó en un día. En el desgano, no se puede caer en la fascinación de Diógenes.
Resulta ilusorio, odioso incluso, suponer que algún candidato presidencial para 2012 pueda enarbolar en su oferta de gobierno un cambio de ese estado de cosas. Todos son teledependientes. De cómo pinta el 2012 visto al través de los canales televisivos, dejan constancia algunos de ellos, a saber: A reserva de que el Registro Federal de Electores entregue a su correspondiente en el Estado de México el listado definitivo para los comicios del 3 de julio, desde ahora se da por descontado que el padrón será superior a 10 millones de ciudadanos mexiquenses. Pues bien: Con encuestas telefónicas con menos de mil llamadas, quizá hasta menos de 500, esos medios pretenden desde ya qué partido y candidato ganarán dentro de un mes.
Lo que subleva no es el sistema, de por sí carente de toda metodología científica o de algún rubor ético, sino la impúdica intencionalidad de la rudimentaria técnica orientada, obviamente, a inducir, mediante el prejuicio prefabricado, al electorado. Lo que sigue es que el cálculo más optimista de participación electoral no es mayor al 45 por ciento. Si dejamos en 10 millones cerrados el padrón, estamos hablando que más de cinco millones de potenciales votantes se quedarán en esta condición: No acudirán a las urnas. La vieja tesis indica que, ahí donde la abstención es mayor, el partido en el poder tiene la enorme ventaja del voto duro. Sabido que el proceso del 3 de julio en Edomex es tomado como ensayo de lo que se hará en 2012, ahí está el esquema. Los bebesaurios mamaron hasta las heces del jugo nutricio de los dinosaurios. No es casual ni gratuito que la increíble maestra Elba Esther Gordillo -reinstalada por transubstanciación en la dirección del PRI que la expulsó- ande como Petra por su casa en territorio mexiquense, no precisamente exhibiendo sus últimos modelos Chanel y Dior. Éstos son añadidura.
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