PAPELES AL VIENTO ABRAHAM GARCÍA IBARRA (Exclusivo para Voces del Periodista)
Parlamentarismo epiléptico
QUISQUILLOSOS DOMINES PURISTAS -con sobrada razón- objetan el término parlamentario, cuando se aplica a las cámaras legislativas mexicanas o a sus miembros. Nos aclaran puntualmente que el uso es inapropiado cuando se vive bajo un régimen presidencialista. Vale. Por nuestra parte, solemos emplear dicho término en su derivación del verbo parlar. Nuestros legisladores parlan, parlan, parlan incesantemente, hasta imponernos una parlocracia ruidosa e improductiva.
DICHO LO CUAL, la siguiente cuestión es: ¿Cuántos de los legisladores que mangonean la Cámara de Diputados y el Senado en la nueva LXII Legislatura federal llegaron a su curul o a su escaño por votos directos de los electores el 1 de julio de 2012?
Ambos asuntos tienen qué ver -en esta entrega- con las expectativas de cambio democrático, con las que algunas lenguas de madera saludaron el retorno del Partido Revolucionario Institucional a Los Pinos.
Emisarios del pasado
Observemos algunos especímenes enquistados en el “renovado” Poder Legislativo Federal. Entre los decanos -de ninguna manera se les designe fósiles- aparece el priista colimense Arnoldo Ochoa González. Éste proviene del establo universitario caciqueado por el ex gobernador Fernando Moreno Peña. Ochoa González fue secretario de Gobierno con Gustavo Vázquez Montes, a cuya accidental muerte ocupó la titularidad del Ejecutivo de manera interina hasta la elección de Silverio Cavazos, con quien retomó la Secretaría de Gobierno. Cavazos fue asesinado tiempo después de entregar el poder estatal.
Ochoa González arribó por primera vez a la Cámara de Diputados federal en 1979 (LI Legislatura) hace, pues, 34 años. En las elecciones de 2006 se candidateó por partida doble y optó finalmente por la curul. Ahí está, nuevamente, en el Palacio Legislativo de San Lázaro.
El panista michoacano José González Morfín fue por primera vez diputado a la LIV Legislatura federal, cuyo Colegio Electoral en 1988 -hace, pues, 25 años- dio la presidencia de México a Carlos Salinas de Gortari. En 1992 volvió a Michoacán como diputado local. Retornó a San Lázaro en 2003 para saltar al Senado en 2006. Ahí está, otra vez, en San Lázaro.
Los chaupulines zacatecanos
La perredista zacatecana Amalia Dolores García Medina (ex comunista, hija de gobernador priista), también formó parte, por primera vez como diputada, de la histórica LIV Legislatura federal, iniciada en 1988, hace, pues, 25 años. Pasó por el Senado como plataforma de lanzamiento hacia el Palacio de Gobierno de Zacatecas, desde el cual logró una senaduría para su hija. Después de su tortuoso y litigioso paso por la administración de su estado, por segunda vez está en San Lázaro.
García Medina sucedió en la gobernación de Zacatecas a Ricardo Monreal Ávila. Éste se inició en 1985 como primer regidor priista en Fresnillo, de donde ascendió a diputado federal en 1988, también en la LIV Legislatura. Hacia 1998 le fue negada la candidatura del PRI a la gobernación de su estado, por lo que aceptó su abanderamiento triunfante por el Partido de la Revolución Democrática. En 2006 apareció en el Senado, donde coordinó la bancada del Partido del Trabajo. Hoy está de nuevo en San Lázaro, pero como diputado por el Movimiento Ciudadano.
Preside la directiva de la Cámara de Diputados, y como tal la Comisión Permanente del Congreso, el priista guanajuatense Francisco Agustín Arroyo Vieyra, quien hasta el 31 de agosto pasado ostentaba el cargo de senador. Llegó a San Lázaro por primera vez en 1991 (LV Legislatura federal), hace, pues, 22 años. Estuvo en el Senado en el periodo 2006-2012. De nuevo el PRI lo hizo candidato a diputado federal en los pasados comicios.
El correoso Beltrones
Retrata de nuevo en San Lázaro, por tercera vez, el priista sonorense Manlio Fabio Beltrones Rivera. Su primera inserción en la LII Legislatura federal fue en 1982; hace, pues, 31 años. En 1988 alcanzó la senaduría, pero la abandonó para hacerse cargo de la subsecretaría de Gobernación, de donde partió a su estado como jefe estatal del PRI, partido que lo encumbró a la gobernación en 1991. En 2003 volvió a San Lázaro desde donde, ahora sí, se hizo cargo de la senaduría 2006-2012. Después de intentar la candidatura presidencial de su partido, fue consolado con el retorno a San Lázaro.
En el Senado de la República (preside el foro la oración: La patria es primero), es decano el priista queretano Enrique Burgos García. Su primera oportunidad la tuvo como presidente municipal de San Juan del Río en 1970, y la segunda como diputado local en 1985. Tres años después llegó al Senado, desde donde fue impulsado a la gobernación de su estado en 1991, después de lo cual fue miembro diputado de la LIX Legislatura federal. Nostálgico de Xicoténcatl, hoy está en el palacio senatorial en Reforma y París.
Hombre de relaciones peligrosas (Carlos Cabal Peniche/ Kamal Nacif Borge), uno de los primeros pirruris de la Ibero reclutado por el PRI es Emilio Gamboa Patrón. Después de haber pasado por el gabinete salinista en la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, debutó como parlamentario en 2000 en calidad de senador. Transitó por San Lázaro en 2006-2009 (LX Legislatura). Hoy nuevamente es mandón en el Senado.
Viejo lobo de mar (77 años lo contemplan), el poblano Manuel Bartlett Díaz, llegó por primera vez al gabinete de Miguel de la Madrid como secretario de Gobernación, posición que lo llevó a la pasarela priista para la sucesión presidencial en 1987. Después de ocupar la Secretaría de Educación Pública, pasó a Palacio de Gobierno en su estado natal. Nominado por el PRI, llegó al Senado en 2000. Hoy está de nuevo en la Cámara alta, pero abanderado por el Partido del Trabajo.
El anterior, es apenas un breve muestrario de los que antes eran denominados padres conscriptos (Cámara de Diputados) o padres de la Patria (Senado, que viene de senex, anciano). Visto ese horizonte nominal, ¿hace falta realmente la bizantina discusión sobre la reelección en el Poder Legislativo? Hace falta, sí, por lo que en el fondo implica el perverso propósito: Llevar la reelección hasta la Presidencia de la República. Dios nos coja confesados.
¿Qué explica el título de esta entrega?
El estilo pluripartidista de legislar. De la selección de las fichas personales arriba presentada, debiera colegirse que la experiencia hace al maestro. Esto es, que los repetidores en el Congreso de la Unión dominan con destreza y sabiduría la técnica jurídica, el conocimiento de reglamentos y prácticas parlamentarias; pero, sobre todo, las complejas materias que les son propuestas a dictamen y tienen como referente rector -ineludible- la Constitución, norma de normas de todo hacer político guiado hacia el bien común. La eficaz y ética observancia de esos atributos e imperativos explicaría la velocidad epiléptica con la que se están procesando y se votando iniciativas que tocan incluso la Carta fundamental. Cuestión de no poca monta.
Pero en el Congreso federal cobran 628 compatriotas; algunos de ellos verdaderos analfabetas funcionales. Literalmente. Aun en el estrado de las directivas formales de las cámaras, es evidente que los funcionarios dependen, para trámites rutinarios, del tarjeteo que les proporcionan asistentes parlamentarios. Se puede apostar, tronchado, que ni algunos miembros de las comisiones de dictamen hojean u ojean los voluminosos y farragosos bultos de papel que se ponen en sus manos: ni siquiera para enterarse de la exposición de motivos. ¿Cómo esperar que se evite el chacoteo que los legisladores arman en cada sesión plenaria, de espaldas a los oradores en tribuna o prendidos a sus celulares?
Cuando, por ejemplo, en el Senado, hace unas semanas se puso a debate la contrarreforma laboral promovida como preferente por Felipe Calderón, un priista líder sindical y senador (a cuya organización eran dedicadas algunas prescripciones de la iniciativa), sin sudar ni abochornarse confesó paladinamente que no tuvo interés en leer ni el proyecto en general ni el borrador del dictamen. Sabía lo que los directivos de la Junta de Coordinación Política habían planchado extramuros.
En San Lázaro, donde la Cámara ejerce la facultad exclusiva en materia de asignación del gasto federal (Presupuesto de Egresos), un diputado guanajuatense (como su ahora presidente Arroyo Vieyra), bromeó cuando el secretario de Hacienda Luis Videgaray llegó con el paquete económico para 2013: “Hace falta El Pípila para cargar con tamaño fardo”, dijo en alusión al legendario personaje de la Alhóndiga de Granaditas y su pesada lápida para protegerse de las balas del enemigo. Como él, la mayoría de los legisladores votó por la afirmativa sin conocer el dictamen: “Es que tanto número aburre”. Los números que no les aburren son los de las dietas que engordan sus cuentas bancarias.
Moneda corriente: La lex simulata
El historial de algunos legisladores citados nos remite al cierre de esta entrega: En el transcurso de los últimos 30 años en que México ha sido gobernado por los tecnoburócratas (no hay especie más abominada por los técnicos del Poder Ejecutivo que la del legislador deliberante: Sabandijas parlamentarias, les llamaba Adolfo Hitler), ¿cuántas leyes secundarias han sido causal de recursos de amparo y declaradas inconstitucionales, al menos en algunas de sus cláusulas, por el pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación? Y, ¿cuántas resoluciones del Tribunal supremo han sido acatadas por el Poder Legislativo para enmendar los yerros?
Todavía en las últimas jornadas del pasado periodo ordinario de sesiones del Congreso, se escuchó una voz detestable: Simulación. Y es que -por muy escrupuloso que haya sido el legislador dictaminador en la formulación de su proyecto de dictamen, si lo hubiera-, es moneda corriente la emisión de lo que genéricamente se conoce como lex simulata. La que se aprueba y se manda a promulgación ora simplemente para taparle el ojo al macho, ora para no lesionar intereses que representan los llamados lobbystas. Lo que no obsta para que la indefensa sociedad esté siendo atosigada masivamente con los spots: Las leyes que México necesita… Construyendo el México que todos queremos. Es cuanto.
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