Gasto
a cuentagotas, quiebras y creciente desempleo
MIGUEL
ÁNGEL FERRER
DURANTE AL MENOS los últimos tres o cuatro meses, las autoridades hacendarias y la
propia Presidencia de la
República han declarado enfáticamente que son falsas y sin
fundamento las versiones periodísticas de un supuesto subejercicio del gasto
público.
PERO A PESAR de los desmentidos oficiales, las versiones y quejas
públicas sobre ese negado subejercicio continúan y van al alza.
Apenas
ayer, la prensa nacional dio cuenta de una “aclaración” de la Secretaría de
Comunicaciones y Transportes (SCT) en relación con este asunto. Según la
dependencia, en la SCT
no hay ni ha habido subejercicio del gasto, sino sólo un retraso en la
ejecución de éste.
Esta
aclaración proviene de una entidad gubernamental que debe ejercer un gasto
multimillonario, pues es la encargada de la construcción y mantenimiento de una
buena parte de la infraestructura del país.
Pero
las denuncias y quejas sobre el subejercicio del gasto no son exclusivas de la SCT. No hay sector de la
economía mexicana en que empresarios y trabajadores no estén sufriendo los
estragos de esta inactividad gubernamental. Así que, llámese subejercicio o
retraso, lo cierto es que la economía nacional se encuentra estancada, lo que
ha generado y genera el desempleo de trabajadores y la quiebra de empresas.
De
modo que la “aclaración” de la SCT
no ha hecho sino confirmar lo que todo el mundo sabía, suponía o temía: que el
gobierno de Enrique Peña Nieto está aplicando deliberada y prolongadamente la
más clásica de las políticas económicas neoconservadoras tan gratas al Fondo
Monetario Internacional (FMI) y demás agencias económicas del imperialismo: la
restricción del gasto público. O dicho de otro modo, la ausencia del Estado en
el fomento de la actividad económica.
¿Qué
tiene de extraño, en consecuencia, que la quiebra de miles y miles de pequeñas
y medianas empresas esté siendo la constante económica en los casi ocho meses
del gobierno peñanietista? ¿Y qué
tiene de extraño, igualmente, que cada día que pasa se sumen miles y miles de
personas al contingente de quienes han perdido su empleo o no pueden conseguir
una ocupación remunerada?
Esta
política neoconservadora de contención del gasto público no es, desde luego,
una invención del gobierno peñanietista.
Se trata de una práctica que dura ya varias décadas y que a lo largo de más de
30 años ha probado su eficacia para generar estancamiento económico, quiebra de
empresas y creciente y sostenido desempleo.
La
doctrina económica neoconservadora a la que, según se observa, se ha sumado
Peña Nieto, justifica la contención del gasto público como una medida
antiinflacionaria. Pero, hoy como siempre, hay que plantearse la vieja
cuestión: ¿qué es más importante: la estabilidad de precios o la generación y conservación
del empleo?
Y
según se está viendo, para el gobierno peñanietista el fomento de la actividad
económica y la generación de empleos no son la prioridad, lo que augura la
continuación de las tribulaciones económicas de la inmensa mayoría de la población
mexicana.
Habrá
que resignarse, pues no se vislumbra en el horizonte una fuerza política capaz
de lograr un cambio de estrategia económica. Y menos desde que el PRD (Partido
de la
Revolución Democrática) optó por sumarse, en calidad de
vergonzosa subordinación, mediante el llamado Pacto por México, al
neoconservadurismo económico del gobierno de Peña Nieto.
Luego
de más de siete meses de contención del gasto y de crecientes penurias
ciudadanas, ¿pensarán Peña Nieto y su secretario de Hacienda, Luis Videgaray,
prolongar aún más esta nociva política de astringencia financiera, de gasto a
cuentagotas? ¿Por cuánto tiempo? ¿Meses o años? ¿Será ésta la tónica de todo el
sexenio?
www.miguelangelferrer-mentor.com.mx
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