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Edición 309
Escrito por Teo Luna   
Lunes, 16 de Septiembre de 2013 09:56

Un neurótico como yo

 TEO LUNA

 

YO NO SABÍA cómo era, aunque estaba lleno de defectos de carácter que no veía, ni reconocía. Tenía un cúmulo de patrones de conducta llenos de arrogancia, de soberbia sobrada. No sabía realmente como era y ahora sé que fui neurótico.


 

Tengo que hablar de mí, de mi personalidad y de esa manera de ser que me hizo dañar y dañarme. Un neurótico como yo, es un tipo raro, inestable emocionalmente, aislado; serio, muy serio, rígido, inexpresivo. 

El neurótico y la neurótica son de temperamento impredecible; nunca se sabe cómo van a reaccionar, casi siempre están mal y de malas. 

Todos tenemos neurosis. Esto es como los tinacos. Aquí hay niveles, unos medios llenos, otros medios vacíos y otros derraman el tinaco de tanta carga negativa. Lo grave es que no aceptas, no reconoces que tienes un serio problema de identidad. 

Un neurótico como yo se siente el dueño de la verdad y aunque no la tenga, la defiende a muerte. Lo quiere todo al mínimo detalle, a tiempo, sin retrasos, sin errores. No permite fallas, explota, es violento, sarcástico, burlón, sutil, no tiene la más mínima tolerancia. 

Qué fácil es destilar veneno por la lengua; decir a las personas hasta de qué se van a morir. Soy especialista en poner mal a los demás, a veces en broma o sutilmente, también directamente. El lenguaje facial de un neurótico es agresivo. 

El neurótico se adueña de las personas en su totalidad. Quiere controlar la manera de pensar, de actuar, de hablar, de ser y de vestirse. Siempre se mete en lo que no le importa, critica sin saber, habla sin conocimiento de causa; es mentiroso. 

Una madre, por ejemplo, se la pasa gritando y amenazando a sus hijos adolescentes. Llega el momento en que ya no la toman en cuenta; en que se le revelan, la retan y le sale el tiro por la culata. Quiere decir que su neurosis ya no es suficiente, que ahora gobierna la neurosis del clan, de la tribu y ella no hizo otra cosa más que sembrar cizaña. El que siembra vientos, cosecha tempestades. 



Los hijos de los padres neuróticos, son inseguros, llenos de miedos y acomplejados. Tienen todo el estuche para caer en cualquier tipo de adicciones. Son candidatos seguros a las relaciones enfermizas y destructivas. Tienen toda la característica para fracasar en todos los sentidos. 

Una gran mayoría de los matrimonios que fracasan lo deben a la neurosis, al mal manejo emocional de uno de los conyugues o de ambos. Los errores de comunicación son garrafales; ella se siente la mamá de su esposo y él se la cree, asume el papel de hijo y permite los regaños, los insultos, el hostigamiento, al revés. 

Todo ello lesiona, porque se aferran a querer cambiar a la otra persona y ésta se resiste; resiste tanto hasta que se rompe el hilo por lo más delgado. Quedan tan dañados que después de divorciados se siguen dañando. 

Parejas de novios próximos a casarse deberían tomar un curso de capacitación emocional, porque después, el príncipe se convierte en sapo y la princesita en rana.

 

La inmadurez


La palabra inmadurez, designa muchas actitudes de las personas; a veces tantas, que ya casi cualquier respuesta humana es calificada como "inmadura". Se dice de alguien que es inmaduro porque se comporta como niño, porque hace berrinches, porque no ha logrado alcanzar metas que se trazó en su vida; porque se "desvió" de su camino, o porque se intoxica con alcohol, usa mariguana, o porque, sencillamente, "no quiere crecer".

 

Todo eso es cierto, pero no aclara completamente la pregunta; más bien habla de los resultados o efectos de la inmadurez. ¿Podemos decir que alguien es inmaduro porque no ha terminado su carrera, no quiere o no ha podido titularse? 

 

El bebé por nacer acapara -aún sin saberlo-, atención, sueños, esperanzas, deseos. Los padres esperan que nazca bien, saludable. Sueñan que llegue a ser un hombre o una gran mujer. Desean lo mejor para ella o para él y al hacerlo, se olvidan de sí mismos en un acto de entrega casi absoluta.


 



Sin embargo, la protección va a continuar. Y no es nada más protección, es sobreprotección, ya que el niño no puede hacer nada por sí mismo. Va a seguir existiendo la ternura de la madre, los cariños, las canciones de cuna y todo lo que acompaña al recién nacido.

 

A medida que crezca va a aprender que sus necesidades no pueden ser satisfechas en el momento que quiera, ni en el lugar que quiera, ni con la persona que él desee. Va a ir aprendiendo que hay lugares en los que encontrará satisfacción a ciertas necesidades; que hay momentos para hacerlo y que existen algunas personas que pueden satisfacer muchas de ellas, pero no todas y no siempre, y no cualquier persona.

 

Así va a aprender que, por ejemplo, los alimentos se toman en la cocina o en el comedor, que hay lugares en la casa donde la gente duerme, que en la habitación de los padres no puede entrar con facilidad, que la casa de los vecinos no es suya.

 

Después puede aprender que hay normas que debemos respetar, que hay un Dios, que hay ciertas cosas que no se "deben" hacer porque son malas y que hay otras buenas que atraen beneficios a los que las hacen. El rey de la casa, el bebé, empieza a perder privilegios y a ganar madurez; pierde dependencia, gana autonomía, pierde omnipotencia, gana humildad.

 

Todo esto es la madurez: perder privilegios, comodidad, perder la oportunidad de que otros hagan todo por nosotros y ganar capacidad de decisión, seguridad, autoestima y valor para enfrentar el mundo. 


Gracias por leerme y más por escribirme, Esta dirección electrónica esta protegida contra spam bots. Necesita activar JavaScript para visualizarla  

Este miércoles, tiempo de Chihuahua, México, sintoniza www.canal28.tv a las 14:30 horas y jueves y sábado a las 11 de la mañana. 

Sigue mi huella @teo_luna, y visita mi página crisiscreces.com 

tel. 614-410-0158.



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