Matrimonio en ruinas
TEO LUNA
Ahora
es muy común ver en los restaurantes a un buen grupo de mujeres jóvenes,
reunirse a desayunar, a convivir e intercambiar experiencias, y ellas tienen
una característica en común: La mayoría, están divorciadas, y el resto vive su
vida de pareja entre azul y buenas noches.
Nunca frente a los niños.
Hay
crisis matrimonial. Las parejas se tornan cada vez más agresivas entre ellas,
cada vez más violentas, se hacen trizas, desmoronan el seno familiar, destruyen
lo que poco a poco construyeron. Por supuesto, lo primero en morir, es el amor
y lo primero en aparecer es la falta de respeto. En ese sentido, lo más cómodo,
lo más sencillo, es romper, es tronar y buscar la manera de divorciarse. Detrás
de un conflicto matrimonial hay tantas causales, reales y palpables, de las que
la pareja no se da cuenta, no acepta y sólo ve con lupa los errores del otro;
no los propios. Como dice el dicho y dice bien: Ver la paja en el ojo ajeno, pero no ver la viga en propio.
Mal de muchos,
consuelo de tontos
Si
hay algo difícil en estos tiempos, es llevar la fiesta en paz. Es complicada la
relación de pareja, y más cuando la crisis económica te hace trizas, cuando
eres infiel, cuando hay violencia verbal, física y emocional; cuando la falta
de respeto, los insultos, las amenazas, las agresiones, los apodos, el
sarcasmo, la sutileza, las ganas de fastidiar, de pelear siempre, están ahí a
cada momento y que difícil es cuando se involucra a los niños, cuando te
ridiculizan delante de ellos, cuando denigras o te denigra tu pareja. Es muy
feo vivir una relación neurótica, una relación peor que la de perros y gatos
delante de las criaturas.
Indiferencia.
Más
aún: qué desagradable es ir en el carro, peleando, en el banco y peleando, en el súper
y peleando. Estás peleando en todas partes, peleas de todo y por nada, y estás
siempre agarrado del chongo y te haces trizas. Cada día que avanza, te alejas y
te alejas cada vez más de esa persona, llegas a aborrecerla, a repudiarla, a
odiarla y, si fuera posible, la harías picadillo.
Enojado,
no tengo prudencia en lo que emito, no me detengo y hago trizas a mí pareja. Sé
perfectamente dónde pegarle. De eso se trata, de que le duela; que la daga se
clave hasta el fondo y que la herida sea profunda.
Cuando no hay
amor, no hay nada
En
el terreno de control, de estar manejando la vida de otro, tarde que temprano
se pagan consecuencias, porque cada vez, los reclamos son más violentos, más
agresivos y, por supuesto, más ofensivos. El rompimiento se comienza a dar cuando
la manipulación se enmascara de chantaje emocional o de extorsión sentimental;
se da cuando hay amenazas de por medio, cuando afloran los gritos, incluso
empujones y golpes.
Enfrentamientos.
No
hay cosa más insoportable que vivir con una neurótica, o con un neurótico. La
casa es un ring de peleas, los tonos, el volumen, los gritos y las groserías
son el pan de cada día. Es una pugna absurda en busca del poder. Los celos
afloran y los comentarios en ese sentido también: Seguramente estás cansado, tú pareja te deja sin ganas de nada.
Sencillamente, el amor acaba.
Las diferentes
maneras de agredir
Es
difícil aceptar la enfermedad emocional propia, reconocer mis errores, mí
codependencia, pero sí es muy fácil ver con lujo de detalles los errores del
otro; muchas personas forman parejas disparejas. Estas parejas se dejan de
hablar y demuestran el poco o el nulo interés que sienten por el otro; también
es muy común hablar con otros, desprestigiar a tú pareja, contar todo lo malo
de la otra parte, negar u ocultar tu rebanadita del pastel.
Pleito telefónico.
No
dedicar el tiempo suficiente a la familia, no dar calidad de tiempo por culpa
del trabajo o del dinero, son causales de divorcio. En
fin, se cometen tantos errores, que en lugar de salir del hoyo, se hunden más y
más.
El matrimonio no
es para toda la vida, el divorcio sí
Muchos
casos agudos están atorados en los juzgados, otros son un verdadero infierno
para ambos, porque después de haber concluido con el matrimonio, ahora peleas
más y usas como carne de cañón a tus hijos. La pensión alimenticia, los tiempos
de convivencia ordenados por el juez y otras disposiciones, son pretextos para
no llevar la fiesta en paz. Entre divorciados te veas, ambos destilan veneno,
ambos se desprestigian y se echan la culpa el uno al otro. Siendo honesto con uno
mismo, hay que reconocer mis errores, reflexionar sobre mis patrones de
conducta, mis defectos de carácter y hacer un honesto inventario de mi relación
de pareja, para ver con humildad mis errores, reconocer mi fracaso por mí culpa
y no por culpa de otros. Tal vez, vivir una segunda oportunidad y no repetirse
la misma historia.
La
decadencia social parte de un hogar disfuncional y esta triste historia
comienza, con las parejas disparejas.
Gracias por leerme y más por escribirme. En mí página crisiscreces.com, hay
infinidad de artículos de gran utilidad.-
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