2014: Año de la eficacia
Hasta
antes del asalto de la tecnoburocracia a
Los Pinos, los candidatos presidenciales del PRI confiaron en el Instituto de
Estudios Políticos, Económicos y Sociales (IEPES), todo un tanque pensante que,
durante la campaña de sucesión, coordinaba esas tres vitales disciplinas para
diseñar el plan de gobierno del próximo sexenio.
José
López Portillo, como todo un Quetzálcoatl (como escritor filósofo
se presentaba como Don Q), tuvo dos visiones y las puso a caballo: Creó la Secretaría de
Programación y Presupuesto (SPP) y propuso una Reforma Administrativa del
Estado (que no quedó ni en reforma del gobierno), que levantó gran polvareda
con la polémica sobre la sujeción de la técnica a la política, y no al revés.
Con
la llegada de Miguel de la
Madrid a la SPP
y más tarde a Molino del Rey, aquel
objetivo fue invertido: Los políticos se dejaron avasallar por los tecnócratas.
Tardíamente,
el propio López Portillo lanzó el Plan Global de Desarrollo (PGD-1980-1982), cuya
confección estuvo a cargo de la batería de doctores y maestros en Economía
formados en las universidades extranjeras, larvados en éstas por el
neoliberalismo, y ya enquistados el Banco de México, en la SPP y en la Secretaría de Hacienda
y Crédito Público.
Los tecnócratas avasallaron a los politicos.
Para
otra ocasión, queda una recapitulación sobre las promesas de futuro bellamente
enunciadas en el PGD, después sustituido por el Plan Nacional de Desarrollo
(PND). Por hoy, atendemos sólo tres ideas-fuerza condensadas en tres conceptos-preceptos
que en lo sucesivo guiarían la gestión del Estado mexicano: Eficiencia,
Eficacia
y Control.
Por
“control”, entiéndase Contraloría;
esto es, la vigilancia de la administración de las dependencias y agencias del
Estado, que entonces estaba a cargo del Contador Mayor de Hacienda de la Cámara de Diputados.
Renovación Moral de la Sociedad
A ese
fin, De la Madrid
-que entre sus siete tesis de campaña había postulado la Renovación Moral de la Sociedad para
combatir la corrupción, empezando por la pública- revisó la
Ley Orgánica de la Administración
Pública Federal para crear la Secretaría de la Contraloría de la Federación, que puso en
manos del imprescindible Francisco Rojas Gutiérrez, cuya mayor hazaña fue darle
bote al ex director de Pemex y ex aspirante presidencial para 1982, Jorge Díaz
Serrano y punto.
Fox: a manos llenas.
En el
sexenio siguiente, Rojas Gutiérrez -ya conocido con el remoquete de Pajo Rejas- ocuparía el despacho
principal de Pemex y hoy despacha en el de la Comisión Federal
de Electricidad, que pronto pasará a mejor vida, como pasó ya Luz y Fuerza del
Centro.
El Orate
de San Cristóbal, Vicente Fox, quien ondeó la bandera contra la
corrupción para echar de Los Pinos a las
tepocatas y las víboras prietas tricolores, para este efecto le cambió el
nombre a la Contraloría
de la Federación
por Secretaría de la Función Pública,
que endosó al incorruptible Francisco Barrio Terraza, quien -en caliente- se transformó en gambusino para
ofrecer a Fox lingotes de oro -y no
cacahuates fiscales- con el escándalo del Pemexgate.
Medalla de mucho oro en corrupción
Para
decirlo pronto, después de su paso por Molino
del Rey, los panistas Fox y Felipe Calderón lograron colocar a México en el
lugar 106 en el Índice de Percepción de la Corrupción, elaborado
por Transparencia Internacional.
Cuando
López Portillo entregó la
Presidencia a De la
Madrid, el dirigente panista Abel Vicencio Tovar escribió un
artículo editorial en el que se apropió de una expresión contenida en el Tenorio,
de Zorrilla: “¡Imposible la dejasteis, para vos y para mí¡”. Así le dejó la Presidencia el panista
Calderón a Enrique Peña Nieto
En
cuanto a la eficiencia y la eficacia prometidas para la gestión
del Estado, la tecnoburocracia saliniana
las aplicó para desmantelarlo y cargar con el santo y la limosna.
Recientemente
se proclamó 2014 como Año de la eficacia. ¿Y la Comisión Nacional
Anticorrupción, ‘apá?
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