Hay personas con mala suerte, Iva Ikuko Toguri fue una. A pesar de ser hija de inmigrantes japoneses, Iva no podía ser más norteamericana. Nació en Los Angeles justo un 4 de julio de 1916, ahí creció amando el jazz y siendo parte de los boy scouts.
En el año 1941 Iva viajó a Japón en representación de sus padres para visitar a una tía y arrancó el mito de “la traidora”.
Se embarcó el 5 de julio y debido a la premura no tuvo tiempo de sacar su pasaporte y sólo obtuvo un certificado universitario donde se indicaba que era estudiante.
Iva nunca imaginó que tal descuido la sentenciaría de por vida. Años después, al enterarse de su muerte, el periodista que siguió el caso para lograr su indulto dijo: “Ella fue más estadunidense que cualquiera”. Iva llegó al Japón el 25 de julio de 1941 y después de visitar a su familia, en sus tiempos libres se dedicó a conocer la tierra de sus ancestros. En noviembre quiso regresar a los Estados Unidos pero las autoridaes japonesas se lo impidieron ya que al no contar con su pasaporte, no le creían que era extranjera.
Ahora Iva se encontraba retenida en un país que no era suyo, y para el colmo de su desgracia Japón bombardeó Pearl Harbor el 7 de diciembre, con lo cual quedaba truncada la idea de volver EE.UU.
Sus actitudes proamericanas le hicieron ganar el rechazo de quienes la conocieron entonces. Al darse cuenta de que estaría un buen tiempo en Japón, Iva decidió estudiar el idioma y para poder costearse sus clases tuvo que trabajar de mecanógrafa y también dictar lecciones de piano.
Es por esos tiempos cuando se enteró que su madre había fallecido y que los pocos familiares que tenía en América se encontraban recluidos en un campo de concentración.
Mediante un prisionero de guerra norteamericano, el mayor Charles Cousens, Iva obtuvo trabajo como locutora en Radio Tokio en el programa “La hora cero”.
Cousens y otros militares eran obligados a transmitir ese programa buscando desmoralizar a los soldados estadounidenses.
El programa empezó en marzo de 1943; Iva llevaba el sobrenombre de Ana, la huérfana (ahora se sabe que hubo más de dos docenas de mujeres norteamericanas que transmitían bajo el mismo seudónimo).
Los programas llegaron a causar el efecto contrario sobre los soldados ya que en los guiones que los obligaban a transmitir, tenían sutiles cambios, una de las formas en que Iva ayudó a los Estados Unidos. La Rosa de Tokio, fue el sobrenombre dado por los soldados americanos a esa voz femenina que trasmitía desde Radio Tokio.
Finalizada la guerra y tras la rendición del Japón comenzó la cacería de brujas y a quien le tocó pagar fue a la pobre Iva. Fue acusada de traidora y desde los Estados Unidos varios grupos xenófobos pedían que se le condenara a muerte por traición a la patria. Arrestada en Japón y llevada a los EE.UU, un Jurado Federal la acusó. La sentencia final encontró a Iva Toguri inocente de siete cargos y culpable de uno.
Fue condenada a 10 años de cárcel y US$ 10.000 de multa, además se le quitó la nacionalidad americana. Luego de estar seis años en prisión fue liberada y deportada al Japón. Más de 20 años después, en 1977, el reportero del Chicago Tribune, Ron Yates, hizo una investigación exhaustiva sobre el caso y demostró a la opinión pública que se había cometido un grave error con Iva.
Al trabajo de Yates se unió el noticiario 60 Minutos eso logró convencer al presidente Gerald Ford de concederle el indulto. Gerald Ford pidió perdón a Iva Toguri a nombre la nación, indicando que estaba completamente convencido de “que fue acusada y condenada injustamente.”
Iva Toguri murió en 2006 en su modesto apartamento de Chicago, a los 90 años.
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