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Edición 333

Agustín Guillermo Carstens Carstens

De nuestras mocedades costeñas viene esta hipótesis basada en relatos de pescadores de altamar:
Existe una variedad de delfín codificada como tursiops truncatus, popularmente conocida como Tonina. Dícese que esa aparentemente amable especie suele arrimarse de preferencia a náufragos a los que, mientras sobreviven, les acompaña hasta playa segura.

 

Cepal

 

Pero ese celoso cuidado tiene una intencionalidad oculta: Si el náufrago muere en el intento, antes que cualquier otro pez ataque el fiambre, la Tonina se lo banquetea.

Echeverría: De la sartén al fuego

La metáfora marina viene a cuento porque, desde que Luis Echeverría -al final de su mandato- fue presionado por el Fondo Monetario Internacional (FMI) para que firmara la primera Carta de Intención a fin de salvar -infructuosamente- los riesgos de la crisis económica finisexenal, al “auxilio” se sumaron otros entes rapaces como el Banco Mundial (BM) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), los tres coberturas de la Reserva Federal (Fed) y del Departamento del Tesoro de los Estados Unidos.

Rodrigo RatoCuatro aciagas décadas han transcurrido y el náufrago, que a veces siente un respiro, en realidad está pasando por el penúltimo suspiro. México está en las fauces de aquellos organismos multinacionales. Es cosa de invocar al bíblico Jonás, al que una generosa ballena regresó a la vida.

Al hacer explosión el cataclismo financiero mundial detonado en 2008 en los Estados Unidos, el secretario de Hacienda del gabinete del panista Felipe Calderón, doctor Agustín Carstens Carstens, lo diagnosticó como un benigno catarrito.

Según conteo del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), en 2008 se sabía de algo más de 23 millones de mexicanos sin “alimentación adecuada”. Para 2012, ya eran 28 millones. De los pobres y miserable, ni hablar: Algunos investigadores hablan unos 70 millones de compatriotas.
El Consejo Nacional de Evaluación (Coneval) de la política social reportó hace algunos meses que 42.9 por ciento de los mexicanos carecen de ingreso laboral suficiente para adquirir la Canasta Básica Alimentaria (CBA).

Con esas rojas cuentas, Enrique Peña Nieto instituyó la Cruzada Nacional contra el Hambre.

Derecho a no morirse de hambre

El caso es que, prácticamente agonizando la LXIII Legislatura federal, al cuarto para las 12:00, antes de finalizar abril, las comisiones de Desarrollo Social y de Derechos Humanos de la Cámara de Diputados se acordaron de que, en 2011, hubo una reforma a la Constitución para consagrar el Derecho a la Alimentación.

Adictos a los eufemismos, los dictaminadores del Palacio Legislativo de San Lázaro acuñaron aquel concepto en estos preciosos términos: El derecho a no padecer hambre.

¡Qué tal!

De todas maneras, el dictamen quedará en suspenso hasta que la nueva LXIII Legislatura que se instala el 1 de septiembre lo decida.
Cuatro décadas, dijimos, desde los albores del neoliberalismo. Con datos todavía por ajustar, se documenta que la deuda pública mexicana ha rebasado ya en 2015 los ocho billones de pesos. Setenta por ciento correspondería a débito interno.

Christine LagardeDe la deuda externa, se vale hacer abstracción: Durante su sexenio, Carlos Salinas de Gortari blasonó que era problema resuelto. Nuestros hijos, aseguró, tienen blindado su futuro. Invitó, en ese acto, a ponerse de pie y a cantar el Himno Nacional.

530 mil, deuda de cada mexicano

Algo no cuadra, sin embargo. Al computar la deuda pública acumulada al finalizar 2014, algunos aprendices de Pitágoras aseguraron que sobre el lomo de cada mexicano pesa una deuda de 563 mil pesos. Y contando…

En su reciente reporte sobre 19 países de la región, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal/ ONU) aseguró que mientras en 2000 la deuda equivalía a 25 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB), al día equivale ya a 39 por ciento. Grave para una economía “emergente”.
La Cepal advierte que la situación se dirige a límites potencialmente catastróficos a causa de la crisis de los precios del petróleo versus baja de producción, que amenaza con la reducción del gasto público para 2015 y 2016.

De acuerdo con los estándares del FMI y de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE), el porcentaje de la deuda pública respecto del PIB no debiera rebasar los 35 puntos porcentuales. Cruzar la línea es para encender las alarmas.

De la Madrid: Economía de guerra

Cuatro décadas, repetimos, desde que la tecnoburocracia mexicana aceptó lamer el yugo del FMI, que ya en los ochenta, a partir del sexenio de Miguel de la Madrid, impuso las famosas políticas de choque sin contemplaciones al infelizaje. De la Madrid arrancó su sexenio anunciando una economía de guerra. Medidas, precisó, dolorosas, pero necesarias.

En un momento determinado, a propósito de deuda, desde el trono del Imperio se decretó a rajatablas: Crecer para pagar. ¡Y aléguenle al ampáyer!
¿Por qué insistir tercamente en la odiosa ocupación de México por el FMI? Porqué, después de que no supimos administrar la abundancia del auge petrolero de fines de la década de los setenta, el samaritano organismo asumió el papel de comisario anticorrupción mexicana, convertida ya en pandemia. Les tenemos noticias a los lacayos domésticos de las agencias financieras internacionales y concretamente del FMI.

Pura carne de presidio

Desde el primer mandato de José María Aznar/Partido Popular de España, figura prominente de esa administración fue Rodrigo de Rato y Figaredo (conocido como Rodrigo Rato). Vicepresidente y Ministro de Economía, diputado con licencia para aceptar en 2003 la dirección-gerencia del Fondo Monetario Internacional.

El señor Rato tiene para rato por rata: La justicia española lo persigue por múltiples actos de corrupción política y financiera, incluso extrafrontera hasta Texas (USA). Su caso, por cuenta del joven partido español Podemos, va ya rumbo al Parlamento Europeo.

Al español Rodrigo Rato le sucedió en la dirección gerencia del FMI, el francés Dominique Strauss-Khan, indiciado en Nueva York por el acoso a una camarista hotelera. En julio de 2014, víspera de la Cumbre del G-8 en Dauville, por otras causas no menos escandalosas, fue arrestado por la policía. Es, pues el señor Dominique carne de presidio.

Tomó la estafeta en el FMI la señora Christine Lagarde, ex ministra de Economía del gobierno de Nicolas Sarcozy. Desde 2011 es investigada, así sea en calidad de “testigo asistido”, por la justicia francesa. Para decirlo atenuadamente, se le imputa en principio de negligencia.

En su papel de ministra, la señora Lagarde intervino en el ruidoso caso del empresario Bernarde Tapie (relacionado con la empresa Adidas), demandante de una indemnización multimillonaria que debió ser resuelta en tribunales judiciales, pero la señora ministra reorientó el litigio hacia una comisión de arbitraje que inclinó la balanza por Tapie. Ahí, según la fiscalía, se configuran delitos de complicidad, falsificación y abuso sobre bienes públicos.

Tres especímenes al hilo en la administración, cuestionados e indiciados, no por los millones de víctimas de las políticas del FMI (en cuyo caso la causa debiera estar en el Tribunal Permanente de los Pueblos), sino por la Justicia de sus propios países.

Con sujetos de esa calaña, ¿tiene el FMI autoridad moral para tripular y sancionar a gobiernos de Estados cotizantes y clientes de dicho instituto? A otro perro con ese hueso.

Subsidio de los condenados de la Tierra

El FMI se nutre de la leche tributaria de los países miembros al través de un sistema cuotas y los llamados Derechos Especiales de Giro (DEG). El FMI es, además, uno de los principales traficantes institucionales de oro.

En febrero de 2012, el espléndido presidente Felipe Calderón Hinojosa, con la pedestre mayoría del Senado pastoreada por el priista Manlio Fabio Beltrones Rivera, decidió incrementar en 145 por ciento la participación de México en las finanzas del Gran Leviatán. A fin de cuentas, el Jinete en la tormenta tenía que demostrar que su “buque de gran calado” estaba más que boyante.

En números absolutos, el costo del peaje de México pasó de más de tres mil 500 millones de dólares, a casi nueve mil millones de dólares. Póngalos a usted a casi 16 pesos por dólar, según el tipo de cambio a fines de abril.

Itamitas: Armas de destrucción masiva

Para los anales de la Historia de México: Si para 2050 queda un rastro de la República, a algún estudioso le picará la tentación de investigar si nuestro país fue productor de armas de destrucción masiva.

Como en el inicio del siglo XXI México es cliente en el mercado internacional de armamentos, podríamos meter a la botella una nota que diga: “Sí, México produjo armas bacteriológicas. Algunas llevan la etiqueta de Itamitas”.

“Itamitas” es la marca de la casa del Instituto Autónomo Tecnológico de México (ITAM). Sus productos han sido modificados en algunas universidades de los Estados Unidos. Citemos dos: Yale, guarida de la secta Huesos y calaveras (cuyos especímenes más conspicuos llevan el apellido Bush), y Chicago, santuario de uno de los padres del neoliberalismo, Milton Friedman, creador de la Escuela de Chicago.

Por orden cronológico nombremos a algunos egresados del ITAM en la carrera de Economía:

Pókar de ases

Gustavo Petricioli Iturbe (1928). Obtuvo su licenciatura en 195l y su posgrado en Yale en 1955-1956. Se incorporó al servicio público donde hizo escalafón en el Banco de México. Fue secretario de Hacienda con Miguel de la Madrid cuando octubre de 1987 estalló el pavoroso crack de la Bolsa Mexicana de Valores que costó a los ahorradores la monstruosa suma de 36 billones de pesos, de aquellos.

Miguel Mancera Aguayo (1932). Terminó sus estudios de Economía en 1956. Su posgrado en Yale 1955-1956. Sus mejores años los pasó por el Banco de México donde alcanzó la dirección general y fue primer gobernador de la institución al ser declarada autónoma.

Pedro Aspe Armella (1950). Terminó sus estudios de Economía en 1974. Logró su doctorado en el Instituto Tecnológico de Massachussetts en 1978. Fue subsecretario de Planeación y Control Presupuestal de la Secretaría de Programación y Presupuesto. Con Carlos Salinas de Gortari fue secretario de Hacienda y operador en jefe de la privatización del sistema de banca y crédito.

Francisco Gil Díaz (1943).Terminó su licenciatura en Economía en 1966. Su doctorado en la Universidad de Chicago en 1972. Hizo escoleta en el Banco de México y despachó en sus tiempos de priista como subsecretario de Ingresos en el gobierno de Salinas de Gortari.

Cambió a la camiseta azul y fue secretario de Hacienda con el panista Vicente Fox Quesada.

Plantemos ese pókar de ases para encontrarnos con uno de la relativamente nueva generación: Agustín Guillermo Carstens Carstens. Cursó la carrera de Economía en el ITAM, con doctorado en la misma disciplina por la Universidad de Chicago.

Por su-pues-to, desde 1980 (tiempos de Miguel Mancera Aguayo) abrió escalafón, ¿en dónde?: En el Banco de México. En la división internacional de la banca central fue tesorero, posición desde la que intervino en las negociaciones de los explosivos Bonos Brady, papeles en los que se denominó deuda de México.

En tiempos de Salinas de Gortari, en 1991-1993 ya era administrador de la reserva internacional del instituto central e interventor en los mercados cambiarios y de dinero, lo que le mereció en 1994 ascender a jefe de asesores del ya gobernador Banco de México, donde continuó como director general de Investigación Económica hasta 1999.

Al año siguiente, ya era subsecretario de su hermano de alma mater, Gil Díaz, con el panista Fox. Después de actuar en el equipo de transición del también panista Calderón Hinojosa, el 1 de diciembre se hizo cargo de la titularidad de Hacienda, de donde, el 9 de diciembre de 2009, fue reclutado como gobernador del Banco de México, donde permanece.

Todo se lo debo a mi mánager

¿Falta algo en esa hoja de vida? Desde luego, falta el leitmotiv de esta expedición curricular. En 1999, defeccionó de su encargo en el Banco de México para despachar como director ejecutivo del Fondo Monetario Internacional para España, México, Centroamérica y Venezuela.

Volvió a su querencia fondomonetarista en 2003, ahora como subdirector gerente, extendiendo su territorio a 70 países. Sin separarse de su puesto como titular de Hacienda, fungió como presidente del Comité de Desarrollo del FMI y del Banco Mundial, de marzo de 2007 a 2009. Decir que expandió su humanidad, no es mera metáfora.

Con el padrinazgo del FMI se hizo del despacho principal del Banco de México. Su misión, entre otras cosas, es la de cuidar la estabilidad del peso mexicano. Dícese, irónicamente, que para tener a raya la inflación, por supuesto, a costa de los salarios. (La inflación, como una de las variables fundamentales de la macroeconomía, no la generada en el comedor de Banxico).

¿Es o no el doctor de reincidente apellido, Agustín Guillermo Carstens Carstens el hombre del Imperio en México?
Y bien, el siempre optimista don Agustín Guillermo, suele insultar la inteligencia de los mexicanos pintando de color de rosa la situación económica.
Por ahí salió hace unos días en el papel de encantador de borregos, voceando urbi en orbi que dispone de un poderoso arsenal para exorcizar los demonios de la quiebra nacional: ¡Señoras y señores: 270 mil millones de dólares! que en los días del encanto ya estaba en casi 16 pesos por unidad.
Ese arsenal, explicó el gobernador de Banxico, está constituido por casi 200 mil millones de dólares en divisas internacionales y 70 mil millones de dólares puestos en la mesa por el FMI.

Dicen los estrategas militares que, por ejemplo, un arsenal marítimo es un plantel donde se habilitan, reparan y aprovisionan buques de guerra. Y esos estrategas sostienen que los buques de guerra son para hacer la guerra, no para exhibiciones en ferias porteñas. Aquí no sirven para maldita la cosa.
Con 270 mil millones de dólares, ¿cómo perdería el Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas mexicanas, Enrique Peña Nieto, la Cruzada Nacional contra el Hambre? Pero el almirante Carstens Cartens, lo tiene desarmado. No se vale. Eso es traición a la Patria.



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