El filósofo Jean Baudrillard dice que la virtualidad sólo se aproxima a la felicidad porque retira subrepticiamente cualquier referencia a las cosas, nos da todo, pero de manera sutil escamotea al mismo tiempo todo.
Al estar perfectamente realizado en ella se convierte de forma automática en objeto y cunde el pánico, no hay separación, ni vacío, ni ausencia, uno enfila su propia vida como una combinación digital. Cuando Alexander Katzowicz escribió el guión de "Internet Junkie" hace algunos años, basado en casos de adicción al mundo virtual, la gente no era tan zombi. “Hoy entras a un café y todos están pendientes de sus pantallas. El no tener redes sociales te vuelve automáticamente un reo, un descastado, un alienado. La línea entre lo virtual y lo real se vuelve más delgada. La realidad se ha convertido en algo marginal. La red te chupa la vida, transformándote en un ser abúlico, vivimos una realidad casi holográfica”.
Derrotada de antemano
La generación que nació con la tecnología en los brazos está derrotada de antemano. La dictadura de la modernidad se instaló con un tufo de timo, les hicieron creer que la civilización viene a uno. Katzowicz advierte que se aproxima a pasos agigantados un mundo de realidad virtual 3d: “Adonde habrá lectores de ondas cerebrales y la palabra no será más necesaria. Cuando suceda esto el retroceso cultural será peor que el actual, la cultura del libro impreso dejará su lugar a lo digital, adonde cualquiera golpea el teclado. ¿Qué va a pasar cuando las máquinas suplanten la lengua? El hombre perderá la capacidad de expresión, como ya está sucediendo”.
Para Baudrillard el Internet no hace más que simular un lugar de libertad y descubrimiento, sólo ofrece un espacio desmultiplicador, aunque convencional, donde el operador interactúa con elementos conocidos, sitios establecidos, códigos instituidos. Cualquier pregunta es asignada a una respuesta anticipada, de ahí el confortable vértigo de esa interacción electrónica e informática. Similar al de una droga.
Katzowicz considera que la cultura, en manos de unas pocas corporaciones tecnológicas, está acabando con cinco siglos de libros impresos. “La imagen, ama y señora de las mentes, reina en un mundo de ignorancia a donde Internet da acceso inmediato al apetito de la masa, siempre hambrienta de culos y chistes banales. La red es como una gran mierdoteca, la gente que ve porno, la que está en Tinder o chatea, lo que busca es amor, amistad, no estar sola en su casa.” Afirma que el arte y la cultura están supeditadas a la masa como nunca. “La simbiosis entre masa y corporación es absoluta. Así como la tecnología maneja a la masa, ésta lleva a la tecnología en sus ancas. No puede la tecnología apoyar la cultura per se -a menos que se la fuerce-, porque la esencia de la tecnología es suplantar al hombre”.
Un especialista en su ratonera
El creador del film “Internet Junkie”, puntualiza: “El pensar es algo que la tecnología está relegando a las máquinas, cosificando al hombre en un ser consumista, impensante, destinado a ser un especialista en su ratonera. Sí, así como inventé el impensar, he de inventar el involucionar. Estamos involucionando. En las universidades se leen fragmentos de Freud, Marx, Nietzsche, pero actualmente están estigmatizados. El fashion rebaja a Freud a machista, a Nietzsche a fachistoide, y a Marx a comunista.
“Grandes errores, grandes clichés, como llamar maquiavélico a Machiavelli, ese gran humanista. Se les desprestigia porque son peligrosos para el orden reinante del consumo, del no pensar. "Civilización y sus descontentos", de Sigmund Freud, escrito hace cosa de un siglo, es tan actual y vital como el "Mundo Feliz" de Aldous Huxley, mundo infeliz al que cada día plagiamos más”.
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