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Edición 341 | ||||
Escrito por Héctor Chavarría | ||||
Domingo, 24 de Enero de 2016 22:03 | ||||
En su defensa hay que señalar que su vida fue tan exagerada que hasta la verdad podría pasar por parodia.
NACÍO EN CAMPO de Criptana (más manchega imposible) en 1928. Sus padres eran campesinos, pasó hambre y debutó en el cine siendo analfabeta. No menos inverosímil resulta que Miguel Mihura le enseñara a leer y escribir y el exiliado León Felipe completara la lección en México.
LA ANALFABETA Sarita Montiel atraía a los intelectuales. Un magnetismo que perdura hasta hoy: basta con cambiar intelectuales por teorías culturales. Su rol en el imaginario de los cincuenta y sesenta españoles, su papel icónico en la pantalla franquista, ha generado un alud de teorías. La palma se la lleva la película que le convirtió en estrella y mito, El último cuplé (Juan de Orduña, 1957), repleta de “subtextos” y “connotaciones”, según Román Gubern, catedrático de Comunicación Audiovisual de la UAB. O como una cinta de medio pelo y destinada a fracasar se convirtió en un brutal éxito comercial y semiótico. Bajo su aparente banalidad, El último cuplé refleja una Sara Montiel transformada en icono sexual, feminista, gay y vintage. Mucha tela para la España de 1957.
El destape sui géneris de Sarita generó hasta leyendas urbanas. Gubern, que entonces tenía 14 años, recuerda que se decía que uno podía acostarse con ella si pagaba la astronómica cifra de 500 pesetas. En otras palabras: si una enseñaba carne de más, igual es que era un poco puta. Lo que nos sitúa frente al rol de Montiel como icono feminista. Sarita Montiel, la mujer liberada que dictaba sus propias reglas en el amor. José Enrique Monterde, profesor de Historia del Arte de la Universidad de Barcelona, lo explica así: “La mayor aportación de Sara Montiel al imaginario de su época -es decir, desde los años cuarenta a los sesenta- radicaría en la sugestión de un modelo femenino distinto del imperante desde una moral nacional-católica asumida oficialmente por el franquismo y buena parte de la sociedad española. Un modelo de autosuficiencia, libre albedrío, provocación sensual (no tanto sexual), carencia de temor al pecado, rechazo de la subordinación a los hombres, un cierto cosmopolitismo (por rancio que fuese...), etc. Aunque todas esas actitudes debiesen verse castigadas -al final de las películas- con un desenlace trágico o una penitencia redentora”, razona Monterde, autor de los dos capítulos dedicados a los años cincuenta y sesenta en el ensayo de referencia Historia del cine español (Cátedra, 2009).
El último cuplé batió récords históricos de taquilla gracias al boca a boca. Según Gubern, la película fue “el primer guiño de Montiel a su futura y nutrida parroquia gay” ¿Parroquia gay en 1957? Se trata sobre todo de una actitud estética que vincula a Montiel con el camp, el kitsch y el mundo artificial de las pasiones desbocadas. More articles by this author
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