Martes, 05 de Julio de 2016 11:56 | 
Author: Abraham García Ibarra | 
| Edición 347 |
Como está escrito en la base de un antiguo reloj europeo, desde antes de que se acreditaran las ciencias exactas:
Todas las horas hieren, la última es la que mata.
¡TOMADLO EN CUENTA! aquellos que detentan el poder político y no pueden, ni siquiera, estabilizarlo, y los que, viéndose en el espejito de la madrastra, se sienten los más bonitos para adornar Los Pinos a partir del 1 de diciembre de 2018.
DESPUÉS del 5 de junio pasado, es difícil sostener que en doce estados de la República se produjo una nueva alternancia en el poder, habida cuenta que, desde diciembre de 1988, se patentó la exitosa fórmula PRIAN en cuyo cabuz, no los votantes, sino el Pacto por México, trepó a los impresentables PVEM y el PRD.
Sí, aparece un dato del tamaño de la catedral metropolitana: En su segunda aparición electoral en un año, el partido del Movimiento Regeneración Nacional (Morena) refrendó su predominio en la Ciudad de México.
No es un dato de poca monta: Se trata -CDMX- del epicentro de la política, la economía y la cultura nacionales; sede aún de los poderes de la Unión e invaluable caja de resonancia en los medios de comunicación, tanto electrónicos, como impresos.
No es casual, ni gratuito, que desde la misma noche de la jornada electoral del 5 de junio, los sedicentes “líderes de opinión” sentados en mesas de “análisis”, ipso facto hayan reanudado la embestida que emprendieron desde hace diez años contra el líder de Morena, Andrés Manuel López Obrador.
En la Ciudad de México, el PRD ha sido desplazado como primera fuerza electoral, posicionada desde 1997, y, en los resultados electorales de este año para la Asamblea Constituyente, el PRI fue refundido en el cuarto sitio.
Se van Beltrones y Basave
La última hora, es la que mata: El inefable presidente nacional sustituto del PRD -entró hace apenas unos meses por el defenestrado Carlos Ruiz Navarrete-, Agustín Basave, presentó su renuncia irrevocable, harto de las intrigas de las tribus, particularmente la de Los Chuchos.
Extraño caso, el de Basave. Ex priista -hombre de pensamiento, se había iniciado en la Secretaría de Divulgación Ideológica del CEN del PRI-, frustrado en su tentativa de impulsar un tricolor democrático después de la derrota de 2000, cayó en la tentación de servir al foxismo como embajador.
Reintegrado al país, no por falta de opciones profesionales -es un académico solicitado por las universidades, aun las privadas-, aterrizó en el PRD, por el que actualmente es diputado federal. Se va de la dirigencia, no de la curul.
Basave conocía de antemano su destino manifiesto. El consenso de tribus y sectas para su llegada a la presidencia, la condicionó a que no estaría en el encargo a la hora de resolver la candidatura presidencial de 2018.
Aceptó, sin embargo, todas las limitantes. En el pecado lleva la penitencia, atenuada apenas por la conservación de las dietas parlamentarias.
Vino el remolino y nos alevantó. La cabeza del sonorense Manlio Fabio Beltrones Rivera rodó también.
Los líderes políticos cerebrales tienen dos precauciones en mente: Los amigos pueden ser de mentirijillas; los enemigos, son verdaderos. Toma providencias: Al enemigo hay que tenerlo cerca, así detectarás sus conspiraciones.
Manlio Fabio, después de su regreso de la gobernación de Sonora y siendo diputado federal, participó en el complot salinista de 2004-2006 contra el “redentor tropical”.
Se introdujo en 2006 en el Senado, desde donde intensificó el riego al cultivo de su aspiración a la Presidencia de México con miras a 2012. Operó con eficiencia la colocación de compañeros de escaño en varias gubernaturas de los estados, sin hacer distingo de partido.
Sería, esa, parte de su plataforma orgánica de su precandidatura, cuando mantenía el control del sector popular del PRI, del que fue también dirigente nacional.
Los momios no le favorecieron frente al entonces gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto, ya embalado rumbo a Los Pinos.
Calculó erróneamente que su rendición ante el mexiquense le sería retribuida con la Secretaría de Gobernación. Vana ilusión.
Mano peluda contra Aurelio Nuño
En 2015, desde la dirigencia nacional del PRI, el paisano de Peña Nieto, César El Breve Camacho Quiroz, le ofreció “carro completo” en las elecciones federales intermedias y concurrentes en los estados: Perdió Nuevo León, Querétaro, Michoacán y estuvo a punto de dejar ir Colima pero, habiéndose colocado en las listas plurinominales, se filtró en el Palacio Legislativo de San Lázaro.
Perfilándolo como su delfín para 2018, Peña Nieto quiso darle la dirigencia nacional tricolor a su jefe de la Oficina de Presidencia de la República, Aurelio Nuño Mayer.
Manlio Fabio vio en ese movimiento la oportunidad de la revancha: Dio golpe de timón y tomó por asalto el edificio de Insurgentes Norte 59 en la Ciudad de México.
De su eficiencia como operador de campañas electorales, dio prueba cuando perdió casi la totalidad de las elecciones extraordinarias del segundo semestre de 2015.
Acotado cuando se vinieron los procesos internos para la selección de doce candidatos a gobernador en 2016, apenas si fue consultado. El PRI fue barrido de calle, incluyendo la Ciudad de México para la Constituyente y en Baja California, con elecciones municipales.
Manlio Fabio terminó su corto verano en la dirigencia nacional tricolor, más corto aún que los de Humberto Moreira y de Camacho Quiroz.
Y son tres destripados, a tres y medio años del sexenio. El cuarto es Carolina Monroy, por ministerio estatutario. En dos meses se sabrá si permanece o viene el quinto. ¿No hay quinto malo, para el gran desafío de 2018? Vaya usted a saber.
El sonorense, mera cabeza de turco
Ahora bien: Dicho que el sonorense estuvo limitado en la selección de candidatos a gobernador, padece la cruda de una borrachera que no se puso.
En 2008, Manlio Fabio participó como operador del Senado en la primera Reforma Energética, pero estuvo ausente en el proceso legislativo de la por ahora “definitiva” segunda reforma, la contrarreforma petrolera.
Los primeros análisis estadísticos de los resultados del pasado 5 de junio, indican que el PRI perdió las principales ciudades petroleras en el corredor del Golfo de México. Faltaría discernir qué papel jugó el Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana (STPRM), que dirige el senador priista Carlos Romero Deschamps.
Más elocuente aún: El PRI perdió la franja fronteriza norteña donde en este sexenio se impuso un incremento del IVA (del 11 al 16 por ciento), que fue impugnado, infructuosamente, no sólo por los empresarios, sino por la masa consumidora de aquella región.
En semanas previas a las jornadas electorales, Peña Nieto anunció su iniciativa para legalizar los llamados matrimonios igualitarios. No son pocos los obispos de la Iglesia católica que ahora alardean que el 5 de junio movieron a su grey en contra del PRI.
Anunció también Peña Nieto su asentimiento a la legalización del consumo de mariguana. Aunque en el periodo extraordinario del Congreso de la Unión esa iniciativa fue aplazada, desde su presentación provocó ruido en no pocos sectores conservadores de la sociedad.
El 28 de mayo pasado debió cumplirse con la estructuración del Sistema Nacional Anticorrupción. PRI y PVEM le escurrieron al bulto y dejaron el tema para el extraordinario después de las elecciones.
Particularmente, el PAN tomó el asunto de la corrupción como bandera electoral. El PRI se quedó sin defensa en sus campañas. El PAN le sacó más que sustanciosos rendimientos.
El factor más explosivo, literalmente, fue el conflicto en torno a la Reforma Educativa. Aurelio Nuño permaneció montado en su macho y su recurso menos recomendable fue el de activar sus troneras contra López Obrador, acusándolo de cómplice “de los delincuentes de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación”. Con su tacto de artillero, no pudo esquivar el búmeran revirado al gobierno.
El fondo al que no quieren asomarse
Parecería que, de esos elementos de análisis, lo que resulta es un simple déficit de operación electoral.
Lo que nos remite al momento de la usurpación presidencial de Carlos Salinas de Gortari en 1988, año en que, movidos por el Frente Democrático Nacional (FDN), los votantes se volcaron en contra del PRI.
Entonces, cuatro meses después, el Consejo Político Nacional del PRI fue convocado para reflexionar sobre los factores que provocaron aquel terremoto político, según lo tipificó Miguel de la Madrid.
Estando en el secretariado nacional del partido, Manuel Camacho Solís (+) planteó a la nomenclatura la urgencia de un ejercicio autocrítico como partido del gobierno. O lacayo del gobierno.
Claridoso, Camacho Solís sostuvo que el partido pagó los platos rotos de la depredadora Política Económica, “casualmente” concebida e instrumentada por Salinas de Gortari como secretario de Programación y Presupuesto de la administración saliente.
Por primera vez, Camacho Solís nombró la soga en casa del ahorcado: “Lo que sufrimos fue un voto de castigo”. ¡Zas!
La misma noche del pasado domingo 5 de junio, las cajas de resonancia del régimen movieron a sus bocas de ganso para que “explicaran” de qué rumbo y a qué velocidad llegó la superlocomotora que descarriló a la antigua aplanadora.
Los chicos del coro fácil se orquestaron a una: “No fue voto de castigo, no fue voto de castigo, no fue voto de castigo contra Peña”. Fue contra los malos gobiernos estatales y municipales. Y se retiraron tan campantes.
Ya viene el 2018. A un mes del remesón del 5 de junio, no se ve voluntad alguna de reparar los rieles atrofiados ni las máquinas desbieladas.
Lo repetiremos una y otra vez, con los clásicos: Cuando un gobierno cae, no es necesaria la autopsia. ¡Murió por suicidio! Es cuanto.
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