“Pásalo al aire”, se escucha la voz imperativa de Ciro Gómez Leyva, según audio en las redes sociales que nos parece auténtico.
La indicación de Ciro -cuya barra informativa se clasifica por los conocedores como “noticiero de autor”- parece referirse a una ríspida conversación de uno de sus colaboradores con el gobernador perredista de Morelos Graco Ramírez, después de una entrevista relativamente cómoda para el déspota tabasqueño.
Suponiendo los micrófonos cerrados, Graco Ramírez interpela violentamente al reportero tratando de contradecir estadísticas de instancias federales que documentan el incremento de la criminalidad en Morelos durante la gestión del tabasqueño.
Es apenas un episodio -no precisamente anecdótico- que observamos en los medios electrónicos desde que abrieron sus pisos y cabinas a los que les han dado oficiosamente la categoría de “izquierda políticamente correcta”. No es gratuita, esa caracterización. Invariablemente, se escoge a militantes del Partido de la Revolución Democrática (PRD) que desde 2006 han combatido las aspiraciones políticas de Andrés Manuel López Obrador.
Alejandra Barrales, como Daniel en la jaula de los leones
Dos motivos nos animan a abordar la agonía del PRD en esta entrega: 1) El reciente arribo de Alejandra Barrales a la dirección nacional de la formación amarilla, cuya primera misión consistiría fumigar los espacios de la numenklatura perredista y tratar de quitarles el tufo a cadaverina. 2) El reciente fallecimiento de Rafael Ignacio Aguilar Talamantes, traicionado mentor político de una generación de la que entre los años 70-90 formaron parte Jesús Ortega Martínez, Graco Ramírez, Carlos Navarrete Ruiz; facción a la que más tarde se incorporaría Jesús Zambrano Grijalva. A excepción de Graco, los otros tres nombrados llegaron a la dirigencia nacional perredista.
Para decirlo pronto, Alejandra Barrales se nos semeja un Hércules femenino haciendo talacha para limpiar Los establos de Augías y asear el rostro del perredismo a fin de hacerlo presentable con miras a la próxima sucesión presidencial de 2018. Dicho sea de paso, Los Chuchos -primero Nueva Generación, más tarde Nueva Izquierda-, contra Alejandra Barrales mantuvieron soldados los candados que le impusieron al ex priista Agustín Basave para impedirle cualquier injerencia en la decisión amarilla del 18.
Sobre el híbrido Miguel Ángel Mancera Aguayo
Nuestro diagnóstico es que, después de los procesos electorales de 2015 y 2016, el PRD llegará al 18 en busca de, de lo perdido, lo que aparezca. Se apunta ahora mismo como primer “aparecido” el jefe de Gobierno de la Ciudad de México, el híbrido Miguel Mancera Salazar, quien en las elecciones de los dos últimos años entregó la hegemonía perredista (más de tres lustros) en el Distrito Federal-CDMX al Partido Movimiento Regeneración Nacional (Morena). No voluntariamente, por cierto.
Hacia principios de la segunda mitad del siglo pasado, los detractores del desaparecido Partido Comunista Mexicano (PCM) aseguraban que aquí había más comunistas fuera del PCM que adentro. Esa figura, de entrada cuantitativa, aplica a lo que actualmente es el PRD. Falta lo que ocurra en 2017 en el Estado de México que, con Coahuila y Nayarit, tiene cambio de gobernador.
Militancia e Ideología
Reciente análisis autocrítico de una corriente interna del PRD, ha concluido que el descenso electoral del partido responde a que los votantes “nos ven igual que al PRI y el PAN”. En la acción de gobierno, se afirma en ese texto, “no hemos podido ser congruentes con las líneas ideológicas y programáticas que nos dieron razón de ser”.
Del asunto ideológico se trata. Algunos ensayos que tienen como materia la evolución de la izquierda en México, en un rubro que se presenta con la idea-fuerza Ideología y militancia, tiene entre sus referentes individuales a Aguilar Talamantes.
En un último encuentro casual, Aguilar Talamantes nos entregó tres cuadernillos en los que se condensan Declaración de Principios, Programa de Acción y Estatutos, de un nuevo proyecto del bajacaliforniano: El Partido Comunista de México.
Raras avis: hace algunos meses, topamos accidentalmente con Camino Valenzuela Fierro. Después de su paso un tanto desencantado por la presidencia del Consejo Político del PRD, el sinaloense organizaba talleres para jóvenes, tratando de explorar futuro para un comunismo en México. Aguilar Talamantes, después de haber contendido en 1994 por la presidencia de México, había asumido un bajo perfil. Lo atribuimos a un accidente mortal de una de sus hijas. La cita para hablar del Partido Comunista de México no se cumplió, ni se cumplirá. Murió en la soledad el pasado 17 de julio. Por su nueva tentativa partidaria, colegimos que Aguilar Talamantes, quien nació en 1939 en Santa Rosalía, Baja California, no había perdido su iniciativa organizadora que marcó su trayectoria.
Desde donde amigo vengo
Aguilar Talamantes Inauguró sus mocedades militantes como líder de la -en su tiempo- poderosa Federación Nacional de Estudiantes Democráticos (FNED), que lo dirigió a la Juventud Comunista (PCM).
Su primer encarcelamiento, que lo integró a la nómina de presos políticos mexicanos, ocurrió en 1965 cuando fue arrestado por el Ejército en el campus de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, antes de que una Marcha de la Independencia, que recorrió territorio de El Bajío, concluyera. En mérito de ese expediente, los animadores de la Liga Comunista 23 de Septiembre, del Movimiento Armado Revolucionario (MAR) y del grupo de Los Lacandones, contactaron con Aguilar Talamantes para atraerlo al combate armado. No los reprobó, pero optó por la vía política.
Después de los trágicos sucesos de 1968 y 1971, por iniciativa de Octavio Paz, Carlos Fuentes, Heberto Castillo Martínez y otros prominentes académicos de la UNAM, a la que se incorporó el combatiente ferrocarrilero Demetrio Vallejo, se instaló la Comisión Nacional de Auscultación (CNAO) para impulsar un nuevo partido democrático. En su directorio fue incluido Aguilar Talamantes.
Por “razones ideológicas” rompieron Heberto Castillo y Rafael. El primero se lanzó a la formación del Partido Mexicano de los Trabajadores (PMT) y el segundo al impulso del Partido Socialistas de los Trabajadores (PST).
Aquí empezaron “su carrera de bandidos”
Fue en ese periodo en que arrimaron su sardina al fogón talamantista los jóvenes Jesús Ortega Martínez y Graco Ramírez Garrido Abreu. Al tiempo les haría trío Carlos Navarrete Ruiz. El cuarteto se formó con Jesús El tragabalas Zambrano Grijalva, sedicente ex guerrillero de La 23. No pasó mucho tiempo para que el aguascalentense Jesús y el tabasqueño Graco exhibieran su calaña: Trataron de despojar a su tutor del registro del PST. Fallado el golpe, se transfugaron al naciente Partido Mexicano Socialista (PMS), nueva denominación del liquidado PCM.
En diciembre de 1987, tuvimos una nocturna conversación con Aguilar Talamantes. Nos filtró “la exclusiva” del cambio de denominación del PST. Sería Partido del Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional (PFCRN). El cambio de siglas se concretó tres meses después.
Subrayamos la calidad de “cardenista” en las nuevas siglas. Intuitivo, pero informado a la vez, Aguilar Talamantes observaba la ruptura interna del PRI (a cuyos sectores nacionalista y revolucionario había ligado al PST), generada por la entonces llamada Corriente Democratizadora.
En esa corriente rupturista se inscribieron Adolfo González Guevara, Porfirio Muñoz Ledo e Ifigenia Martínez, entre otros. Dejamos al final a Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, entonces gobernador de Michoacán.
Tenía sentido la denominación que introdujo al PFCRN Aguilar Talamantes. Sin apartarse de la propuesta socialista, la amplió con el ideario y el programa del general Lázaro Cárdenas del Rio.
La resistencia electoral activa contra Salinas de Gortari
Los animadores de la Corriente Democratizadora del PRI, reaccionaron contra la imposición de Carlos Salinas de Gortari como candidato presidencial. Cárdenas Solórzano concretó su deserción tricolor aceptando su nominación presidencial por el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM). Aguilar Talamantes no fue ajeno a la convocatoria para la formación del Frente Democrático Nacional (FDN), que se hizo cargo de la oposición contra Salinas de Gortari.
“La caída del sistema” de cómputo el 6 de julio de 1988 fue consecuencia de la primera avalancha de votos en favor de Cárdenas Solórzano, principalmente en los Estado de México y Michoacán.
La usurpación presidencial es historia conocida. Vale recordar, sin embargo, que en la elección de diputados fueron integrados a la LIV Legislatura federal el propio Aguilar Talamantes, Jesús Ortega Martínez, Carlos Navarrete Ruiz y Pablo Gómez Álvarez, viejo conocido del bajacaliforniano en sus tiempos de la Juventud Comunista. Porfirio Muñoz Ledo se colocó en el Senado. (Pablo Gómez Álvarez acaba de renunciar a la representación del PRD ante el INE con la llegada de Alejandra Barrales).
Aguilar Talamantes, con otros militantes del FDN, defendió entonces la continuidad de la opción frentista para aprovechar la dinámica de izquierda del 88. Cárdenas Solórzano se obcecó en la formación de su partido. El PRD. Ahí recalaron los tránsfugas Ortega Martínez, Graco Ramírez, Carlos Navarrete Ruiz y Zambrano Grijalva.
El destello amarillo de 1997
Con su combativa trayectoria en Tabasco, López Obrador se posicionó como líder nacional del PRD. Fue durante su gestión que los amarillos empezaron a escalar la cumbre.
Echaron al PRI del Distrito Federal (después de su segunda intentona presidencial Cárdenas Solórzano tomó la jefatura de Gobierno) y le arrebataron al tricolor las gubernaturas de Nayarit, Zacatecas y Tlaxcala. Se rompió entonces la hegemonía del PRI en la Cámara de Diputados federal.
López Obrador quiso dormir con el enemigo. Promovió al secretariado nacional a Ortega Martínez. Cuando al tiempo se cuestionó a éste su traición, primero a Aguilar Talamantes y después López Obrador, el aguascalentense se dio el lujo de la cachaza: Acusó de traidores al líder histórico del 68 Raúl Álvarez Garín y a Pablo Gómez Álvarez.
Dos veces contendió Ortega Martínez por la dirigencia nacional. Los Chuchos traicionaron por segunda vez a López Obrador en 2006, ahora de la mano de Rosario Robles Berlanga a la sazón presidenta del PRD.
A la tercera, la vencida. Ortega Martínez y sus compañeros de viaje tomaron por asalto la dirección nacional, en una turbia operación contra Alejandro Encina Rodríguez, avalada por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. Tocaría el turno a Zambrano Grijalva y Navarrete Ruiz sucesivamente. Ahora la víctima fue el fundador del partido Cárdenas Solórzano, a quien despojaron del “liderazgo moral”.
Nuevo fierro, el peñista
Fue la ocasión en que se colaron a las gubernaturas de Morelos Graco Ramírez Garrido Abreu, y de Guerrero, Ángel Aguirre Viveros. Por ahí se filtraron también los ex priistas oaxaqueño Gabino Cué y sinaloense Mario López Valdez; los cuatro senadores del establo del priista Manlio Fabio Beltrones Rivera.
No por accidente, en julio de 2012, fieles a su espejo diario, convocados por Ortega Martínez, esos gobernadores se adelantaron al fallo jurisdiccional y reconocieron el triunfo “indiscutible” de Enrique Peña Nieto contra López Obrador, que contendió todavía abanderado por el PRD.
Esa empedernida cáfila mercenaria rompió la resistencia interna en el PRD y negoció con Peña Nieto su incorporación al Pacto por México. Para los anales, está la fotografía de Jesús Zambrano Grijalva con el entonces dirigente del PRI, Pedro Joaquín Coldwell, y el jefe nacional del PAN, Gustavo Madero Muñoz. Los escoltan por la izquierda, Luis Videgaray y por la derecha Miguel Ángel Osorio Chong.
Será por eso que el análisis comentado arriba dice que el PRD ha perdido su hándicap electoral porque los votantes “nos confunden con el PRI y el PAN”. Brujos, los electores.
Con esos enemigos tiene que lidiar la ingenua (¿?) Alejandra Barrales en su intento de resucitar al PRD. No le arrendamos las ganancias. Es cuanto.
More articles by this author
|