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Edición 241
Escrito por ABRAHAM GARCÍA IBARRA   
Martes, 31 de Agosto de 2010 11:40

PAPELES AL VIENTO

Los nacidos para perder

* Ni están todos los que estuvieron; ni estuvieron todos los que están

ABRAHAM GARCÍA IBARRA

(Exclusivo para Voces del Periodista)

 

RECUADRO

Cuando planteamos, con los corchetes debidos, la duda sobre si habrá elecciones en 2012 -de sucesión presidencial-, resulta natural que los de la “clase política” se desgarren las vestiduras. Ellos, responsables de la degradación y el envilecimiento de la política. El tema es qué papel se asignarán las Fuerzas Armadas en ese proceso de impredecibles desarrollo y desenlace en un clima de ingobernabilidad galopante. En el registro cotidiano de la incesante parlocracia, nos parece normal que aparezcan voceros castrenses anunciando resultados de las operaciones en los que participan comandos y tropas militares. No parece tan normal, que funcionarios militares que no intervienen directamente en esas acciones sean colocados a mitad del foro para expresar de su ronco pecho criterios relacionados con la permanencia del Ejército en las calles. Sin embargo, conviene subrayar que las corporaciones castrenses se pliegan a la autoridad de quien reconocen como comandante supremo de las Fuerzas Armadas: el presidente de la República en turno. No hacen, pues, incursiones mediáticas por su propia iniciativa. En ese tenor, recientemente han tenido voz pública el director del Colegio  de la Defensa Nacional, general Ricardo García Vergara y el procurador de Justicia Militar, general Jesús Gabriel López Benítez. El primero, para arengar: Esta guerra se está ganando porque nos asisten la ley y la razón. Ninguno de los involucrados en esta lucha tiene derecho a rendirse. El segundo, para señalar que, aceptar que los militares dejen de participar en esa lucha sería asumir el carácter de simples espectadores, limitándose a observar con impotencia cómo la delincuencia desgarra nuestra sociedad y nuestro país. Al informar que contingentes militares han sufrido 33 ataques en los que han muerto 33 elementos y 55 han resultado heridos, López Bermúdez replicó que es falso que (los militares) sólo agreden y que por eso deben regresar a los cuarteles. Lo ominoso de ese enervamiento exclamatorio,  es la convicción de que los portavoces de aquellas instituciones no se mandan solos. El propio comandante supremo de las Fuerzas Armadas, Felipe Calderón, ha advertido sin titubeos que los militares permanecerán en las calles hasta el último día de su mandato…  Esto implica, deducimos nosotros,  que las elecciones generales de 2012 se realizarán en un México bajo fuego (título con el que algunos medios electrónicos presentan información sobre la guerra “narca”, que otros anuncian con la “cabeza”: Parte de guerra.) Esas advertencias hacen razonable la duda sobre si habrá elecciones en 2012 en los términos que la Constitución establece: Que el ejercicio del voto sea libre y secreto. Sobre todo libre…

 

 

BRAHAN

 

Cuando se habla

desde el campo Marte

Cuando estas líneas estén a la vista del lector, al presidente designado Felipe Calderón Hinojosa  -si los dioses, veleidosos como son, no disponen otra cosa- , sólo le restarán 26 meses en Los Pinos y dos entregas del “Informe General del Estado que Guarda la Administración Pública del país” al Congreso de la Unión. Por lo pronto, de los monólogos por la seguridad practicados por el michoacano en agosto, sólo  se sabe de cierto que el escenario escogido fue el del Campo Marte, denominado así en tributo al hijo de Júpiter y Juno, reputado como el Dios de la Guerra, aunque, desde los púlpitos pinoleros, a la narca ya no se le quiera llamar guerra.

 

Evento propio de la parlocracia galopante aquél, fue bajado de decibeles por la estridencia de la política a “la mexicana” que, dicho por el austriaco Carlos Clausewuitz, es la continuación de la guerra por otras vías. Guerra sucia por añadidura, que achica la dimensión de las desatadas por el PRI contra los réprobos del México lindo y querido. Guerra en la que no se distinguen ya los patos de los cuernos de chivo.

 

Julio de 2012 es la Meca soñada por la infatigable legión de la mendacidad, en la que marchan jubilosos, entre los 3000 voluntarios, algunos que ni a los tacones le llegan a don Nicolás Miranda y Zúñiga, memoria centenaria de la oposición a la tiranía de Porfirio Díaz. Réplicas por docenas de aquel heroico contendiente veremos en los espectaculares, de concretarse las candidaturas ciudadanas por las que claman no pocos que esperan milagros guadalupanos, o al menos un milagrito que los acerque siquiera a la servidumbre de Molino del Rey.

 

Gobernantes de dudosa representatividad

 

De la perspectiva realista de 2012, la clave la dio recientemente en Morelia, Michoacán, cuna del presidente designado, el coordinador residente de la ONU en México, Magdy Martínez-Solimán, quien, en el Congreso Internacional de Derecho Electoral y Democracia reconoció que, pese a los avances en algunas materias, la asignatura pendiente de resolver por la democracia mexicana es el escepticismo de la ciudadanía, que no se siente representada por los gobernantes y desconfía de ellos.

 

Para ilustrar nuestro optimismo, en el mismo foro no podía faltar el consejero presidente del Instituto Federal Electoral, Leonardo Valdés Zurita, quien, de su lado, aseguró que, a pesar de los problemas que existen por la presencia del crimen organizado, en los procesos de julio se logró la seguridad de los votantes… se deben pulir los instrumentos para impedir que dinero ilícito ingrese a los partidos o candidatos.

 

Situados, pues, en el 2012 como si fuera hoy, aunque falta que corra mucha sangre bajo los puentes, vamos a otear la perspectiva desde el lado más oscuro de las aspiraciones frustradas desde que el PRI inició su cuestionado reinado y Miguel Alemán Valdés (1946-1952) promulgó una nueva Ley Electoral, que creó la Comisión Federal Electoral, que vio sus últimos días después del descomunal fraude presidencial de 1988.

 

 

ABRAHAM HAM

Miguel Alemán Valdés inauguró el civilismo.                            Miguel Henríquez Guzmán, primer “presidente legítimo”.

 

 

Muchos los llamados;

pocos los elegidos

Sin compadecerse de sus propias limitaciones y miserias, y sin aceptar que presidencia de México sólo hay una, en cada sucesión se forman cohortes ansiosas que olvidan la sentencia de que muchos son los llamados y pocos los elegidos.

 

Para el relevo del general Manuel Ávila Camacho en 1946, la cosa no fue diferente en el recién estrenado PRI: Por su tinte truculento como carta de presentación priista, el primer caso que merece mención es el del hidalguense Javier Rojo Gómez, regente del Distrito Federal en el gabinete de Ávila Camacho. Con independencia de sus posibilidades reales, su tentativa escandalizó porque, para echarlo de la competencia, fue necesario que el gobierno urdiera el encarcelamiento, sin previamente instruirles y resolver proceso de desafuero, de los diputados federales Carlos Alberto Madrazo, Pedro Téllez Vargas y Maximiliano Joffre, a la vez coordinadores de las bancadas parlamentarias de los sectores popular, obrero y campesino, respectivamente, quienes, en tal carácter  tejieron redes de apoyo a Rojo Gómez en la Cámara de Diputados. Priistas como lobos de los priistas, por esas vía caníbal quedó fuera el primero.

 

 

AM

Ezequiel Padilla. No le bastó el Departamento de Estado (USA).

 

Como signo revelador de que algunos creían, y siguen creyendo, que nadie llega a Palacio Nacional sin ser ungido antes por la Casa Blanca, el secretario de Relaciones Exteriores, Ezequiel Padilla, se la jugó por su cuenta y riesgo, atenido a los coqueteos del Departamento de Estado, al que el canciller  vendía el compromiso de que México entraría a la II Guerra Mundial, desliz temerario cuando, aún con Ávila Camacho, el  nacionalismo revolucionario animado por el cardenismo estaba no sólo vivo, sino movilizado contra las potencias del Eje, lo que no obstó para que personalmente el general Lázaro Cárdenas, a cargo de la Defensa Nacional, se opusiera a la exigencia de Washington de obtener licencia de acceso a territorio mexicano para el trasiego de tropas y armamentos estadunidenses. Para infortunio de Padilla, si algún padrinazgo esperaba de Franklin Delano Rooevelt, éste murió en 1945 y asumió la presidencia Harry S. Truman, con otro menú de prioridades. Con el pecado, Padilla, cargó con la penitencia. No le sirvió para maldita la cosa haber lanzado su formación de apoyo con el original nombre de Partido Demócrata, para no negar la cruz de su parroquia.

 

El caso de Miguel

Henríquez Guzmán

 

Si no vale la pena abundar en el nombre del secretario de Agricultura y Fomento, Marte R. Gómez, si lo vale la primera tentativa del general Miguel Henríquez Guzmán, hombre de armas que, reconocido por su lealtad a su superior y amigo Lázaro Cárdenas, escuchó el canto de La Esfinge, que lo encarriló hasta hacerlo formar en septiembre de 1944, con un ala del Ejército como cabeza de playa,  el Gran Frente Popular Democrático Mexicano. Pero Ávila Camacho tenía ya en proyecto girar la rueda hacia el civilismo, y para ello contaba con su secretario de Gobernación, Miguel Alemán Valdés.

 

Aleatoriamente, no es que Cárdenas se sintiera necesariamente en deuda con Alemán Valdés, pero el 11 de marzo de 1938, una semana antes del decreto de Expropiación Petrolera, el entonces sonriente gobernador de Veracruz recibió un soplo  providencial, reunió ese día a un importante grupo de gobernadores y, en presencia del embajador de los Estados Unidos en México, Josephus Daniels, expresó un mensaje de solidaridad al Presidente, de cara al conflicto con las compañías petroleras. “El ambiente de paz con el exterior -declaró- hacen más recia la obligación en que estamos de laborar de manera efectiva por la abolición real de cuanto en nuestro ambiente significa sujeción al imperialismo…”. Cárdenas no olvida: Ocho años después, Henríquez Guzmán queda en lista de espera para una segunda vuelta, y Alemán Valdés surge como portaestandarte del civilismo y primer presidente emanado del PRI.

 

Una perla alemianiana en su toma de posesión: “La moral es un patrimonio del pueblo, tan importante como la riqueza material. Queremos, por eso, insistir, en los conceptos de responsabilidad ciudadana y moralización pública que serán normas fundamentales del gobierno. Los funcionarios serán los primeros en el cumplimiento de estos propósitos…”. Je je je, extraño sonido gutural surgido de la cabeza del veracruzano Fidel Herrera Beltrán 64 años después.

 

 

AHAM

Adolfo Ruiz Cortines, el fraude electoral.

 

La segunda vuelta de

Henríquez Guzmán

 

Sobre la segunda vuelta del general Henríquez Guzmán, es el siguiente apartado, porque, a diferencia de la precampaña frustrada en 1944-45, la campaña para el cambio de guardia en Palacio Nacional en 1952 alcanzó, en calidad y riegos, dimensiones que estuvieron a punto de retrotraer al país al militarismo actuante, desde el mismo momento en que sus partidarios más conspicuos, insinuaron al aspirante presidencial de “la traición” de su ex jefe y “casi hermano” Lázaro Cárdenas, quien, en honor a la verdad, había ocupado los meses previos en desmontar la tentativa reeleccionista del alemanismo. Una amenaza que documentan diversas fuentes y que el jefe del Ejecutivo no se preocupó por exorcizar expresamente en el momento en que se gestó.

Las expectativas de Henríquez Guzmán se basaban en un supuesto pacto por el que retiró su candidatura en 1945, bajo el compromiso de que le tocaría gobernar el país en el siguiente sexenio, razón por la cual, la de 1952, se dio como un campaña adelantada desde que Alemán Valdés dio a conocer su gabinete, cuya nómina tuvo como dato significativo que no apareció el nombre de quien, por circunstancias fortuitas -la muerte de su titular-, pasó a ocupar la Secretaría de Gobernación, para ser el segundo consecutivo en tener esta dependencia como plataforma hacia Palacio Nacional: Adolfo El viejo Ruiz Cortines.

 

Del primer círculo de Alemán Valdés, los personajes mejor posicionados fueron el campechano Héctor Pérez Martínez, en la SG, y Fernando Casas Alemán, como jefe del Departamento Central (del Distrito Federal). Haciendo disimulo de los movimientos de Henríquez Guzmán para cobrar la factura pendiente, la cargada prematura se lanzó sobre Pérez Martínez, a quien la muerte inhabilitó a mitad del camino, el 12 de febrero de 1948. Como encargado del despacho quedó el subsecretario, el sonorense Ernesto P. Uruchurtu. De que las tensiones en el interior del PRI son producto de origen, hablan el temperamento de Uruchurtu y sus arrebatos al mejor estilo de Sonora: Quiso forzar su nombramiento como titular haciendo de lado el paisanazgo del Presidente. Ruiz Cortines llegó a la SG reclutado desde la gobernación de Veracruz, para la que fue electo en 1944. No le resultó, pues, la presión al sonorense. Tampoco a Casas Alemán, quien trató de saltar las trancas, abusando del apellido y de su privilegiada posición en la administración del Distrito Federal.

 

Nueva amenaza de

sublevación militar

 

Sin expectativas objetivas dentro del PRI, el general Henríquez Guzmán transformó su Gran Frente Popular Democrático Mexicano, creado en 1944, en Federación de Partidos del Pueblo Mexicano. Se campaña tuvo como centro de gravedad un doble eje: Desempolvó el expediente que imputaba colaboracionismo de Ruiz Cortines con las tropas estadunidenses que invadieron Veracruz en abril de 1914, y la denuncia de corrupción del gobierno de Alemán Valdés, acusación que, además, compartía gran parte de la sociedad mexicana.

 

Si un dato parece anecdótico en esa campaña, es la participación del entrañable entonces joven, recientemente fallecido, Carlos Monsiváis; no lo es tanto la adhesión de intelectuales maduros de militancia progresista de corte izquierdista. Pero la base más poderosa de la candidatura henriquista fue la de los militares identificados con el cardenismo, como el general Francisco J. Múgica. Mención especial merece el general Marcelino García Barragán porque, 16 años después, como secretario de la Defensa Nacional, fue factor clave en la represión del movimiento estudiantil de 1968; él, que, en la campaña del 52 fue protagonista de la sofocada tentativa de sublevación del henriquismo, que, desde los primeros días de campaña, fue objeto de hostilidad del gobierno: la marca de la casa priista en tiempo electoral. Henríquez Guzmán se quedó a la vera de la presidencia de México. De hecho, ahí se cerró su trayectoria política.

 

BRAHAM

Vicente Lombardo Toledano, con Ruiz Cortines, al registrar el Partido Popular Socialista, antes Partido Popular.

 

Los resultados oficiales de aquella elección, denunciada como fraudulenta, dieron a Ruiz Cortines 74.13 por ciento de la votación; 15.87 a Henríquez Guzmán y 7.82 a Efraín González Luna. En esta suma porcentual hay un “pico” que queda en el aire. Los henriquistas, incluyendo a los civiles, no descartaban, por supuesto, la rebelión, pero de nuevo pareció decisiva la intervención contenedora del general Cárdenas. No obstó, sin embargo, para que, en la reseña de aquella campaña, panegiristas de Henríquez Guzmán le den el título de Presidente legítimo y héroe de la resistencia civil pacífica contra el fraude electoral.

 

La otra oposición: La

democracia sin demócratas

González Luna, aliado de Manuel Gómez Morín en la fundación del Partido Acción Nacional (PAN), fue el primer candidato pleno de éste partido. Fue, dicho sea de paso, uno de los sujetos de idolatría del biógrafo del partido, don Luis Calderón Vega (+), padre de Felipe Calderón. Fundado en 1939, el PAN indujo a parte de su militancia en favor de la candidatura rebelde de Juan Andrew Almazán en las elecciones de 1940. Para las elecciones de 1946 no pudo convencer al revolucionario y crítico de la Revolución mexicana (La Revolución de la Revolución) Luis Cabrera, de aceptar su nominación. Obviamente, el PAN denunció el fraude electoral de 1952, pero González Luna fue sumado a la lista de perdedores, siguiendo en su desventura a José Vasconcelos, Andrew Almazán, Ezequiel Padilla y al  propio Henríquez Guzmán.

 

Del “pico” de aquella votación de 1952, se sigue que hasta de algunas estadísticas electorales suprimen a su destinatario. Un cuarto candidato en esos comicios fue Vicente Lombardo Toledano, que contendió por el Partido Popular, por él creado en 1948, al romperse su dominio en el control de la Confederación de Trabajadores de México (CTM), también por él fundada en el Congreso de Unificación Proletaria en 1936, plataforma desde la que fue impulsor y defensor de los más vehementes de la Expropiación Petrolera.

 

Lombardo Toledano, de prolífica biografía, fue incluido en la nómina de los Siete sabios de México, en la que compartió experiencias con Gómez Morín. Filósofo que destacó como uno de los más cultos y tenaces propagandista del Materialismo dialéctico, fue también postulante de la vía mexicana hacia el socialismo. Diputado en varias ocasiones (la última coincidiendo con el jefe nacional del PAN, Adolfo Chistlieb Ibarrola), fue, no obstante su condición de intelectual, el primer gobernador obrero de México, al cubrir interinamente la gobernación de Puebla en los años veinte del siglo pasado. Militante en la CROM, fue en su trayectoria fundador  de la primera Federación Nacional de Maestros y de la Unión General de Obreros y Campesinos Mexicanos, posiciones que lo llevaron a la dirigencia de la Confederación de Trabajadores de América Latina y de la Federación Sindical Mundial. Hombre de pensamiento y acción, también se quedó el camino.



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