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Atrapado sin salida
Calderón, humillado
por Washington
ABRAHAM GARCÍA IBARRA (Exclusivo para Voces del Periodista)
Cuando -en los primeros meses de la administración de Ronald Reagan-, desde la Casa Blanca se emitió la directiva: Humillar el orgullo de México, la dedicatoria era expresamente contra el Presidente mexicano, entonces depositario de facultades metaconstitucionales; esto es, omnipotente. El propósito de la consigna era ablandar la vértebra del mandatario, doblegarlo y ponerlo de rodillas ante Washington.
El presidente en turno era José López Portillo quien, sin embargo, tuvo arrestos suficientes para expropiar la banca. Miguel de la Madrid resistió, y mantuvo la participación de México en la gestión del Grupo Contadora como instrumento para lograr la paz en Centroamérica. Carlos Salinas de Gortari, cuestionado en su legalidad y legitimidad electorales, se puso literalmente de pechito para ceder en todo lo que se le exigiera en la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Acogotado por el error de diciembre de 1994, Ernesto Zedillo entregó la factura petrolera para garantizar el pago del salvataje organizado por Bill Clinton y acometió privatizaciones que terminaron favoreciendo los intereses de inversionistas estadunidenses. Vicente Fox no se desvió del tutelaje sobre la política económica, pero regateó su voto en el Consejo de Seguridad de la ONU para la invasión de EU de Irak y fue firme en su terquedad en lograr un tratado migratorio bilateral.
Con un origen electoral semejante al de Salinas de Gortari, el presidente designado Felipe Calderón Hinojosa llegó a Los Pinos con escasas defensas contra el asedio de los Estados Unidos, pero esas defensas se le agotaron prácticamente al instalarse Barack Obama en el Salón Oval y Hillary en el Departamento de Estado. Su arrogante ignorancia en materia de política exterior y la designación de la grisácea señora Patricia Espinosa en Relaciones Exteriores, lo hicieron vulnerable por los cuatro costados. Pudiendo echar mano al petróleo como arma de negociación internacional, prefirió vender su guerra contra el narco y ni siquiera ha obtenido un trato digno en la ejecución de la Iniciativa Mérida.
Al ser llamado a comparecer ante Obama en medio del artificial escándalo por el asesinato de un agente aduanal norteamericano en misión en territorio mexicano, Calderón Hinojosa, como se acostumbra cuando va a haber contacto entre funcionarios mexicanos y sus homólogos estadunidenses, recurrió al espectáculo de algunos golpes contra el crimen organizado. Pero esta vez, el michoacano se pasó, montando la sesión del Consejo de Administración de Pemex para expedir a pasto los nuevos contratos con el sector privado, llamados incentivados.
El mandatario, sin embargo -poseedor de un tacto de artillero-, se mojó la pólvora a si mismo. Ya en la capital estadunidense, antes de su audiencia con Obama -y en vez de exigirle a éste el retiro del embajador Carlos Pascual-, se apersonó en la redacción del diario Washington Post a quejarse del trato que a él y al gabinete de Seguridad, especialmente al Ejército, les da el agente del Departamento de Estado.
Jinete en la tormenta, como infantilmente gusta de llamarse, provocó un huracán: La serie de filtraciones de reportes desde la Embajada en México, que ponen en entredicho al gobierno mexicano, se recrudeció en los días previos y posteriores del encuentro en la Casa Blanca, esta vez centrando en su persona la intencionalidad de los contenidos de esos informes, que hacen evidente la preocupación de Washington por su debilidad política y su estado de salud, particularmente en cuanto a su capacidad para resistir las tensiones. Esto es, su situación sicológica.
Peor aún: Días después de su regreso a México, en los Estados Unidos estalló el escándalo de la operación rápido y furioso, consistente en las facilidades que se dan a los contrabandistas de armas para introducirlas a México con destino a los cárteles del crimen organizado. Marco en el cual, la secretaria de Seguridad Interior, Janet Napolitano confesó que agentes estadunidenses operan ya en varios estados del norte en tareas de seguridad pública.
A tono con jinete en la tormenta y rápido y furioso, Calderón Hinojosa difunde la imagen de un atrapado sin salida, sin asideros políticos o sociales internos para capotear la humillación, salvo el que le ofrece su partido, el PAN, por su parte enzarzado ya en la pugna por la candidatura a la presidencia de la República, tema que, incitados por él mismo, lo enfrenta ahora con los precandidatos que se sienten ofendidos por el menosprecio que manifestó en la reunión del Consejo Nacional panista el pasado 5 de marzo.
Como se ha comentado en varios reportes de la Embajada -obtenidos y divulgados por Wikileaks-, después del colapso económico de 2008-2010 y las derrotas del PAN en las elecciones intermedias de 2009, Calderón Hinojosa marcha debilitado a la sucesión presidencial de 2012. Pero parece no darse cuenta.
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