Como se esperaba, las listas de candidatos a diputados federales por todos los partidos han causado decepción. De un lado, porque los aspirantes distritales, los que realmente se disputan en voto de los electores distrito por distrito, representan la imagen del control social; y de otro, porque los plurinominales presentan a las élites de los partidos que llegarán a la Cámara sin sudar la calle.
Las listas de candidatos perfilan a los listos de los partidos. En el PRD se dio la rebatinga de tribus y la fractura con el grupo de López Obrador, con casi todo el cuerpo fuera del partido. La culpa, por cierto, fue del propio candidato presidencial derrotado, pues prácticamente rompió con el perredismo al perder las elecciones su candidato Alejandro Encinas y el propio tabasqueño haciendo campaña por el PT y Convergencia.
En el PAN también hubo parcialidad. A pesar de tener el poder presidencial, los panistas se dibujaron como una caricatura del viejo PRI: los dedazos, las compras de candidaturas, los compadrazgos, las complicidades y nada de democracia. De ahí que las tendencias del voto a cien días de las elecciones no beneficien al PAN, pero sobre todo hayan abierto una significativa fractura en el partido que lo llevará muy debilitado a la presidencial del 2012.
Y en el PRI… las cosas siguieron igual: el reparto entre las tribus. Roberto Madrazo, el candidato perdedor, logró imponer su ley. De un lado, excluyendo a los ex gobernadores del Tucom -Todos Unidos Contra Madrazo- del 2005 y 2006, que propiciaron la derrota presidencial; y de otro lado, el mensaje nada político de Madrazo al imponer a su hijo Federico como candidato en un lugar seguro, a pesar de su escasa experiencia política.
Los partidos chiquitos se quedaron en el aire. El Partido Social Demócrata no ha podido darse una figura de seriedad, el Partido Verde se muestra desesperado porque no va en alianza y el PT y Convergencia apuestan su resto a que la figura de López Obrador les dé cuando menos el porcentaje mínimo para conservar el registro. El caso más patético fue el del PT, el cual firmó una alianza por el PRI pero luego la rompió ante el regaño del caudillo tabasqueño, aunque luego consiguió pequeñas alianzas con el PRI en algunos distritos. El proceso electoral del 2009 se dará, sin embargo, en un escenario delicado: los problemas para enfrentar la inseguridad, la crisis económica con graves efectos sociales por la falta de iniciativa gubernamental, el desencanto por la democracia en la sociedad, la necesidad de retomar el camino de la transición a la democracia para construir mejores instituciones y recuperar la gobernabilidad y la urgencia de ejercer la democracia con reglas claras y voluntades más expresas para la cohabitación política.
Para colmo, los partidos de oposición tomaron el sendero de la agudización verbal de la crisis para poder llevar a los electores a las urnas, pero a costa de romper con las precarias expectativas de estabilización. Del otro lado, la incapacidad del PAN para ejercer un discurso político de gobernación y gobernabilidad y su interés en privilegiar el aparato electoral por encima de los resultados de gobierno.
De ahí que las listas de candidatos a diputados federales no hayan logrado convencer a la sociedad de que la política es un oficio de competencia democrática sino que haya quedado la percepción de que los candidatos fueron los más listos en la rebatinga de candidaturas y en el reparto del poder en las tribus de cada uno de los partidos. Con esa Cámara hay que arar.
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